"Es precisamente por mi amor y conexión con mi familia judía… que puedo sentirme identificada con el anhelo de tener un hogar y la angustia que expresa la comunidad palestina”. Rabina Sharon Brous
Nunca había estado en un Bar Mitzvah, la celebración del paso a la vida adulta de los jóvenes en la tradición judía. Hace unos años pude ver el equivalente para las jóvenes judías, el Bat Mitzvah, cuando Maya, la hija de una pareja muy querida de amigos en Los Ángeles tuvo la suya. Pero como la ceremonia fue durante la pandemia, la mayoría de familiares y amistades la vimos en línea mientras que la familia más cercana estuvo con ella en persona. Cuatro años más tarde tuve el honor de ver este ritual tan importante en vivo cuando el sábado pasado Benj, el hermano menor de Maya, tuvo su Bar Mitzvah.
La ceremonia tuvo lugar en la comunidad judía Ikar a la que pertenecen Maya, Benj y su mamá y su papá Ali y Michael. Conozco a Ali y a Michael desde que eran novios cuando Ali estudiaba junto conmigo en la Escuela Kennedy de Gobierno de Harvard hace más de 20 años. Compartimos muchos momentos de estrés y de alegría en Boston y después de la maestría cuando se quedaron un tiempo más para que Michael hiciera el mismo programa y yo empezaba mi doctorado en Providence, a una hora de Boston. Todas las personas que les conocen dicen lo mismo que les voy a decir sobre Ali y Michael: que son dos seres humanos hermosos por dentro y por fuera, generosos, alegres y solidarios. Tanto así que cuando nos reencontramos en Los Ángeles acabando yo de mudarme a California hablamos sin parar como si el tiempo no hubiera pasado y nos hubiéramos visto el día anterior.
Pero el tiempo sí pasó y me regaló, además de la amistad de Ali y Michael, las sonrisas y la chulería que son Maya y Benj. Por eso me sentí tan honrada cuando la familia me invitó a ambas ceremonias porque sé lo importantes que son. En Boston ya había estado en otras ceremonias judías, incluyendo la que hacen en honor de mi tocaya, la reina Esther, en las casas de otras amistades de la Kennedy. Esas celebraciones íntimas siempre me parecieron fascinantes y hermosas y también he aprendido de Bonnie, otra amiga judía muy querida, a quien conocí durante los tres años que viví en Nueva York y con quien me quedaba cada vez que iba de visita a la ciudad. (Ya no lo hago porque ella y su esposo Gray se mudaron a Baltimore. Si no, todavía los estaría molestando).
A diferencia de las ceremonias caseras en las que estuve, el Bat y el Bar Mitzvah son celebraciones de toda la comunidad judía. Y me encantó poder estar en una de ellas. Me emocioné, reí y lloré viendo a Benj recibir tanto amor de su congregación durante esas dos horas y media. Decidí no intentar seguir las lecturas de la Torá, el libro sagrado judío que abarca los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, porque estaba muy cansada. Y es que aún en una comunidad judía progresista y abierta como Ikar se nota el nivel de detalle de cada paso y la historia de varios milenios que cada símbolo tiene detrás. Lo que hice fue concentrarme en las canciones y la música y en celebrar junto con los cientos de personas que estábamos ahí la entrada de Benj en la vida adulta. De vez en cuando cerraba los ojos para dejarme llevar por la belleza de las voces cantando. Y cuando le tocaba a Benj leer de la Torá o dirigirse al público me empinaba un poco más (igual que en la misa en esos momentos hay que ponerse de pie) para poder verlo sonriente y feliz.
En otros momentos me ponía a observar a la gente a mi alrededor tratando de disimular mi curiosidad eterna de socióloga. Pude comprobar que, tal y como nos habían dicho Ali y Michael, Ikar es una comunidad judía singular. Había personas de todas las edades vestidas de todas las maneras: desde vestidos y sacos hasta sandalias y jeans. Pero lo que más me llamó la atención fue que es una comunidad vibrante y amorosa. El sociólogo Emilio Durkheim, famoso por estudiar la cohesión social y las religiones, habría estado orgulloso. El salón contenía centenares de personas pero todo el mundo parecía conocerse. Se saludaban con abrazos desde las abuelas más ancianas hasta los niños pequeños pasando por las amigas adolescentes. Se sentía una vibra dulce que me mantuvo alegre toda la mañana. Aunque no oyera las palabras, entendía la energía contagiosa con la que se regalaban.
Además de los momentos en los que habló Benj con la inteligencia y bondad que lo caracterizan, lo que más me conmovió fue el sermón de la rabina fundadora y líder de Ikar Sharon Brous. Brous es toda una figura pública en Estados Unidos pero da trabajo recordarlo cuando se la ve vestida de manera sencilla y hablando tan cercana a todo el mundo. De hecho, las publicaciones Newsweek/Daily Beast la ubican en el primer lugar del ranking de rabinos y rabinas o líderes religiosos judíos más influyentes de Estados Unidos. Cuando empezó a hablar fue que recordé lo impresionada que había estado con su sermón durante el Bat Mitzvah de Maya cuatro años antes. También recordé una conversación que tuvimos en el chat de mi promoción de Harvard en la que Aviva, otra amiga querida de la Kennedy, se declaró fan de la rabina y nos compartió varios de sus textos incluyendo algunos de sus artículos en el New York Times.
Brous es una líder religiosa famosa a nivel nacional por sus valores progresistas y por eso ha sido invitada a presidir varios servicios religiosos durante las administraciones de Obama y de Biden. Por ejemplo, recién el año pasado estuvo junto con la vicepresidenta Kamala Harris y su esposo, Doug Emhoff, la primera persona judía en la Casa Blanca, para el tradicional encendido de las velas de Hanukkah a finales de año. Tanto Aviva como Emily, otra de nuestras compañeras de clase, me contaron que Ikar es una de las sinagogas más progresistas no solo de Los Ángeles sino de todo Estados Unidos y es justamente por el liderazgo de la Brous. Incluso ha hablado públicamente a favor de la independencia de Palestina y el cese de la guerra en Gaza, un tema tabú para muchas y muchos de sus colegas.
Todo eso y más vi y oí en el sermón de esta rabina rebelde. Igual que otras personas con posiciones de liderazgo en la comunidad judía, condenó el ataque terrorista de Hamas del 7 de octubre pasado y el asesinato del grupo de 6 rehenes cuyos cuerpos fueron encontrados la semana pasada. Pero a diferencia de otros líderes, Brous también censuró al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y demandó vehementemente su renuncia acusándolo de inhumano y corrupto. Varias veces durante su sermón condenó los asesinatos de todas las personas inocentes que han muerto desde el 7 de octubre incluyendo los miles de vidas perdidas en Palestina porque “una sola vida inocente que se pierde es una catástrofe”.
La dureza de sus palabras y el volumen de su voz iban subiendo a medida que hablaba. Usó como ejemplo una historia de la tradición judía en la que dos sacerdotes compiten por la atención de la muchedumbre y uno de ellos saca un cuchillo y asesina al segundo. Igual que en esa historia en la que el fanatismo del público creó la situación que llevó al asesinato, Brous dijo que estamos en una crisis en la que “some are guilty but all are responsable” (“algunas personas son culpables pero todas son responsables”). Y condenó a los rabinos en Israel quienes, igual que el padre del sacerdote asesinado en la historia, quieren continuar como si nada hubiera pasado. Esos rabinos, a juicio de Brous, se concentran en el ritual más que en lo correcto y siguen sin entender la necesidad de cambio de la sociedad israelí.
Como les comentaba en mi columna sobre las protestas a favor de Palestina en EEUU, la mayoría de la comunidad judía en el país (especialmente sus integrantes más jóvenes) es social y políticamente progresista. Pero aun así me sorprendió la valentía con la que esta rabina rebelde denunció las terribles acciones del gobierno israelí. La importancia de celebrar y cultivar la alegría reflejadas en la belleza del Bar Mitzvah combinadas con sus palabras reavivaron mi fe en las personas de todas las religiones y sin religión que creen en la dignidad de todos los seres humanos sin excepciones falsas creadas por el fanatismo o el dogma. Como dice el portal de Ikar, en su conmemoración del 7 de octubre van a “estar de luto y recordar, llorar por y reconocer el terrible costo humano de la guerra y orar por un futuro en que todas y todos los israelíes y palestinos puedan vivir en paz y dignidad”. Así sea.