Los líderes del mundo se volvieron a reunir en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para discutir estrategias a seguir sobre crisis humanitarias en Gaza, cambio climático, derechos humanos, narcotráfico y conflictos internacionales, entre otros.
Representantes de los 193 Estados Miembros de la ONU participaron en la 80va sesión de la Asamblea General durante la semana del 23 al 29 de septiembre pasado.
La ONU fue creada para asegurar la paz y la cooperación entre naciones. Sin embargo, para muchos líderes de gobierno esta organización no está cumpliendo a cabalidad esos objetivos.
El lema escogido para esta octogésima sesión de la ONU era: “Mejor juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos”.
A decir verdad, el lema se quedó corto. No hubo soluciones concretas para terminar las guerras actuales ni propuestas conjuntas para evitar las violaciones a los derechos humanos que se suceden hoy en día.
Por sus discursos, lo que se observó es que sí estaban todos juntos allí, pero no reburujaos como dice el dicho.
El anfitrión del evento, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, era el más convencido de esa realidad.
Trump ha sido un duro crítico de la eficacia y resoluciones de la ONU frente a los conflictos bélicos internacionales.
Ha manifestado que dicha organización no ha sido capaz de detener conflictos armados entre naciones acusándola de ser un club donde los países se reúnen sin un propósito claro.
Como orador anfitrión, aprovechó el escenario para reafirmar su liderazgo mundial con un discurso priorizando los intereses de los EE.UU sobre consenso multilateral, derechos humanos, emigración ilegal, economía de su país y lucha contra el narcotráfico.
Sabiendo que era la figura central, Trump se tomó el derecho de violar las reglas del juego establecidas de 15 minutos para cada orador invitado.
No le importó que la luz roja del tiempo programado para su intervención estuviera parpadeando indicando que su tiempo se había agotado.
Continuó leyendo su discurso que para muchos analistas fue una oratoria con más mentiras que verdades, pero que tenía que escuchado si o si, con aplausos y sin abucheos.
En una parte de su discurso se mostró molesto porque la ONU aun no lo ha propuesto para ganar el premio Nobel del a Paz por haber logrado, según él, “terminar siete guerras” que protagonizaban Armenia y Azerbaiyán, Camboya y Tailandia, Israel e Irán, India y Pakistán, Ruanda y la República Democrática del Congo, Egipto y Etiopia y Serbia y Kosovo.
Esta afirmación generó sorpresa y dudas entre los jefes de Estado y de gobierno presentes allí.
Entre sus logros citados estuvo además el combate enérgico a los cárteles y grupos narcotraficantes en aguas de Latinoamérica así como la emigración ilegal, no sin antes acusar a la ONU de “financiar un ataque contra países occidentales” por parte de los migrantes.
Por estar concentrado en sus ataques contra la ONU, Trump dejo pasar por alto el reporte del presidente de la Reserva Federal de los EE.UU. Jerome Powell, quien acaba de afirmar que los aranceles del presidente no son un factor importante en la inflación al consumidor.
Que los ingresos por concepto de aranceles están aumentando las recaudaciones y que los consumidores no están absorbiendo gran parte de los costos arancelarios.
Ese informe sí que es una buena noticia para su administración, pero no muy buena para sus adversarios políticos.
Las críticas contra la ONU siguieron su agitado curso en la agenda del día.
El presidente Nayib Bukele, de El Salvador, cuestionó la inefectividad de las medidas tomadas por las Naciones Unidas para resolver los enfrentamientos armados entre naciones coincidiendo con lo expresado por Donald Trump.
Para Bukele, el mundo necesita modelos que funcionen y no discursos vacíos sin resultados concretos.
El presidente de República Dominicana Luis Abinader no se quedó atrás, también dejó caer su cariñito crítico a la ONU.
Pidió a las Naciones Unidas que dejen de ser un simple registro de crisis y se convierta en un actor que realmente ayude a resolver problemas internacionales que afectan a la región, especialmente la “tragedia humana sin precedentes” que afecta a la Republica de Haití.
Pero quien verdaderamente dio un discurso magistral y contundente fue el presidente de Colombia Gustavo Petro.
El presidente colombiano fue muy duro contra los que apoyan el genocidio del Estado de Israel en Gaza.
Solicitó con energía a que la mayoría de los países decida no rogar más, sino actuar coordinadamente con sus ejércitos para frenar lo que ocurre contra Palestina, “sin depender más del Consejo de Seguridad (de la ONU) donde los EE.UU ha vetado cualquier intento de hacerlo”.
Su crítica contra la política mundial antidrogas no pudo ser mejor, la cual calificó de irracional y de total fracaso.
Su posición al respecto hizo que el representante de la misión estadounidense se retirara del recinto luego de escuchar las críticas de Petro a las políticas antidrogas de Estados Unidos.
Las redes sociales reventaron con sus mensajes de felicitación al mandatario colombiano por su valentía y coraje demostrada en su discurso ante los demás jefes de Estado y de gobierno presentes en la Asamblea General de la ONU.
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