En los nueve meses de su presidencia, Donald Trump ha firmado un total de 112 órdenes ejecutivas, un hecho que anticipa las características de su segundo mandato, al colocarlo en la lista de mandatarios que, como Harry S. Truman (con 907), Theodore Roosevelt (con 1081), Calvin Coolidge (con 1203) y Woodrow Wilson (con 1803), utilizaron esta importante herramienta de la estructura bilateral para modificar el curso de la vida estadounidense.
Cada una de estas órdenes implica una decisión que puede alterar el esquema gubernamental con un efecto inmediato. Esto es precisamente lo que ocurre en la actualidad y lo que define el concepto Trump 2.0.
Se trata de un modelo de gobierno que —casi como si fuera un algoritmo de una compleja red informática— resulta torpemente análogo y carente de los principios de equilibrio entre los poderes públicos, fundamentales para la democracia occidental y propuestos en el siglo XVIII por el filósofo y jurista francés Montesquieu (1689-1755).
Exceso de autoridad y la concentración de poder
¿Qué sucede con el actual exceso de autoridad en cada decreto? La tesis es que el mandatario busca cohesionar las bases de su propio partido con miras a una reestructuración autoritaria, pragmática, confrontativa y de sumisión de sus oponentes.
La concentración de poder es tan grande que no encuentra objeción alguna por parte de la Suprema Corte, el Congreso, ni en más de la mitad de los estados donde Trump ganó.
“Donald Trump ganó en 31 estados, incluidos antiguos bastiones demócratas clave como Arizona, Georgia, Míchigan, Nevada y Wisconsin”.
Y como si todo eso fuera poco, su interés procura el desmantelamiento de las principales empresas de radiodifusión nacional por medio de procesos legales, cuyo objetivo declarado es silenciar a sus principales figuras.
A esto se suma la deportación de unas 200.000 personas, según los datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés); la prohibición de entrada a EE. UU. a 19 países, y su política anti-minorías, que afecta a la comunidad LGTB y al movimiento WOKE (despertar).
Gobierno de "mano dura" y biolación constitucional
La idea detrás de todos estos decretos presidenciales es proyectar un gobierno de “mano dura”; sin embargo, revelan un total y absoluto desconocimiento de la Constitución y las libertades civiles, utilizando organismos militares, como la Guardia Nacional, como un mecanismo opresor.
Esto representa una flagrante violación a la Carta Magna y otras ordenanzas estatales. Fue por eso que el 2 de septiembre de 2025, un juez federal de California determinó que en “el despliegue militar en Los Ángeles, el gobierno de Trump violó la ley federal que prohíbe el uso de militares en labores de cumplimiento de leyes domésticas”.
El actual exceso de órdenes ejecutivas está llevando a la nación a replantearse si realmente era el gobierno que anhelaban, un gobierno donde predomina una violación explícita a las normativas que —todavía— ofrecen ciertas garantías institucionales a los ciudadanos.
Reminiscencia de un fracaso anunciado
Al final, Trump 2.0 es la reminiscencia de un modelo condenado al fracaso en una nación que enarbola y cree firmemente en las libertades civiles.
Es el país donde:
- Un hombre de color tuvo un sueño el 28 de agosto de 1963, que años más tarde llevaría al primer afroamericano a la Casa Blanca.
- Unas mujeres de color llevaron al primer hombre a la Luna (referencia a la obra Hidden Figures).
- Se celebraron las primeras marchas del orgullo gay en 1970.
- Nacieron figuras icónicas como Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat, Rita Moreno, Maria Callas y Abraham Lincoln.
El mismo país es el que, por el momento, acoge el megaproyecto Trump 2.0, que no es más que una salida desesperada y de negación de los principios democráticos.
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