Pululan en los alcantarillados de las naciones más industrializadas y las más pobres.
De sus bocas solo sale odio y cizaña. Se creen los seres más elegantes, sabios y superiores cuando en realidad viven atrapados en un círculo narcisista que esconde su inseguridad, fealdad y complejo de inferioridad.
Son showseros mediáticos. Les gusta llamar la atención con sus malabarismos léxicos e ilógicos que solo tienen en sus cabezas de empresarios y explotadores capitalistas.
Se valen de la escritura canalla, de la propaganda racista y xenofoba que busca alimentar el vomito nacionalista. Tienen aliadas y aliados en las torres de marfil de las universidades y círculos culturales de la derecha y la mediocridad liberal.
Los Trumps y los mini-Trumps viven del cuento y del sudor de pueblos y de gentes que se rompen el lomo y dejan un pedazo de su ser en la profundidad de las minas o en los ingenios de azúcar bajo el intenso sol infernal.
Son expertos en dividir a la gente, en categorizar a los pueblos entre seres inferiores y superiores porque solo tienen cucarachas en la cabeza.
Les disgusta la amistad entre trabajadores nativos y extranjeros porque temen que surjan lazos de solidaridad y unidad que podrían desafiar el poder de los ricos, la explotación y la opresión.
Su religión es el culto al dinero y forman alianzas con charlatanes y religiones fundamentalistas que buscan controlar el cuerpo de la mujer y la sexualidad y así restaurar el orden tradicional de cien años atrás.
A veces se identifican abiertamente con el fascismo o se hacen pasar por demócratas o progres durante campañas electorales y cuando llegan al poder le dan rienda suelta a sus programas de dominación social desde posiciones ultraderechistas y neofascistas.
Apoyan aberraciones como la apatridia, el sexismo, el racismo, la transfobia, la homofobia y el colonialismo.
Recortan servicios básicos como la salud pública y la educación y cuando hablan de salud y educación solo les interesa lucrarse de estos servicios esenciales a través de la privatización.
La ignorancia es una de sus armas más mortíferas. En ese marco, los Trumps y los mini-Trumps desmantelan la educación pública y censuran el debate cultural, las ideas transgresoras, la disidencia cultural, el humor y la investigación científica.
Mercaderes de la muerte y la ignominia, emplean el garrote para poner en marcha sus planes de dominación política y de control social.
Desde el poder y desde sus partidos tradicionales y ventorrillos o partidos garrapatas, le dan continuidad a prácticas mafiosas, corruptas, autoritarias y antidemocráticas, en fin de cuentas, pilares estructurales de esta democracia burguesa, anti-obrera, violenta, hambreadora, sucia y cruel.
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