“La palabra es la que da forma al pasado”

El proyecto de Historia General de África acogido y asumido para su publicación por Editorial Tecnos-UNESCO justifica la visión de valorar del patrimonio lingüístico africano, en tanto que patrimonio inmaterial de la humanidad reconocido a través de rescates de lenguas neoafricanas, en dialectos, sociolectos, geolectos, tecnolectos y fuerzas culturales e influencias a nivel regional, continental y demográfico.
La relación entre Historia y Lingüística asumida, desarrollada y analizada, por P. Diagne (lingüista, doctor en ciencias políticas y económicas especializado en poder político africano y gramática Wolof) influyó en varias universidades y centros de estudios superiores en Senegal y otras regiones del África Ecuatoriana Francesa, esto es una federación de posesiones francesas en África Central conformada por Guinea Ecuatorial, República del Congo, República Centroafricana, y Gabón, profesor en la Universidad de Dakar. En su escrito que se presenta como capítulo 10, cita las fuentes identitarias y tradicionales, a partir de la palabra que rescata como lenguaje e historia del pasado: “La palabra es la que da forma al pasado”.
Y lo citado es que según este autor:
“El negro africano une la historia con la lengua. Esa es una visión común, al bantú, al yoruba y al mandinga. Pero no reside ahí la originalidad. En efecto, el árabe o el griego anteriores a Tucídides se pusieron de acuerdo para afirmar, con el fulbé, que “el relato es el lugar donde se encuentra el pasado”. (Ver, P. Diagne: Historia y Lingüística [Eds. Tecnos-UNESCO, Madrid, 1982, Vol. 1 Historia General de África, Vol. 1, Capítulo 10, parte 1, p. 253].
La reflexión y panorama que P. Diagne presenta en variados niveles de acercamiento en torno a lenguas y contextos africanos que han incidido en el Caribe insular y continental, creando de esta suerte amplias posibilidades de circulación urbana y rural e intracontinental acentuando el vínculo de la africanía que se reconoce fuera de África:
“Lo que prestigia al vínculo entre historia y lenguaje en la tradición negroafricana radica en la concepción que ésta ha conservado generalmente de esos dos fenómenos”. (Op. cit. ibídem.)
Lo anterior entra y sale del pasado y como una concepción del momento de las hablas y hablares de sujetos históricos, culturales, y en tal sentido:
“La tradición africana identifica de buen grado lenguaje y pensamiento. Y considera la historia, no como una ciencia, sino como saber, como arte de vivir. La Historia apunta al conocimiento del pasado. La lingüística es ciencia del lenguaje y la palabra. El relato y la obra histórica son contenidos y formas de pensamiento y también su soporte”. (ibídem.)
La lingüística y la historia se encuentran en el devenir comunicativo de la cultura y la vida social africana, mediante el habla-hablar en tiempo y espacio. En efecto:
“Lingüística e historia tienen evidentemente cada una su campo, su objeto propio y sus métodos. Pero no por eso dejan de interferirse, al menos, desde un doble punto de vista. En primer lugar, la lengua como sistema e instrumento de comunicación es un fenómeno histórico”. (ibídem. Op. cit.)
A través del fenómeno historia-sujeto “hablan” los acontecimientos de desplazamientos, conflictos, liberación e independencia que eran los diversos relatos incidentes: el de los oprimidos y el de los opresores. De ahí que la guerra, las contradicciones y la geopolítica son los verdaderos relatos que particularizan la conciencia social, mediante las imágenes de vida, masa, poder y determinación del individuo histórico.
Los cuerpos y programas de dominación que se crean, a través del sentido histórico surgen de las comunidades en las cuales los eventos y documentos de opresión y guerra que presentan los efectos de rebelión y respuestas reales de vida, forma, destrucción y trabajo biopolítico, ocurren donde el lenguaje, los hablares sociales y culturales surgen como funciones activadoras de procesos, que en el caso de África en América se justifican de formas diferenciales en el uso, la acción y la sobredeterminación de la opresión política. Este fenómeno propiciado por lo que fue (y es el programa predominante en África y América), es estudiado en la actualidad por la sociolingüística, demolingüística y la investigación cultural.
De esta suerte, hay que tomar en cuenta que la lengua, en su dinámica de traducción se convierte en patrimonio de vida y cultura por cuanto moviliza la relación o las relaciones de comunicación en la cultura-sociedad, desde los sujetos conscientes o no de sus propios usos fonéticos, sintácticos y semánticos; en las lenguas africanas que permiten la libertad del habla-hablar en contexto de acercamiento: negocio, fiesta, religiosidad, costumbres culinarias, literatura, modas, objetos, salud física y mental, entre otros.
Veamos:
“Así, en la amplia acepción que se le da aquí, la lingüística abarca un campo de investigaciones que proporciona a la historia, por lo menos, dos tipos de datos: de una parte, una información propiamente lingüística y, de otra, un documento que se podría llamar supralingüístico. Y gracias a la realidad de los pensamientos, permite elementos conceptuales en uso para una lengua y los textos orales y escritos, a fin de leer la historia de los hombres y de sus civilizaciones”. (Ibídem. Loc. cit.)
En el caso de la presencia de afronegrismos en algunas lenguas de América y que se deben al negocio de la esclavitud y de la trata negrera, los usos y relaciones lingüísticas han influido en la literatura, la alimentación, en la expresión verbal, en el contexto panhispánico y sus marcas en léxicos direccionales, que parten de lenguas madres africanas y dialectos congos, lenguas hausas, que provienen del África Central, lenguas bantúes, el habla de los llamados negros brujos que detectó don Fernando Ortiz en Los negros brujos y en su Glosario de afronegrismos (1913 (1924), Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1978 (1987), Los negros esclavos (1916), y otros títulos.
El autor cubano se sumergió en aguas intelectuales de la cubanía afrocubana (música, teatro, baile, tambores, coplas, modas, comidas, palabras que entraron en América por diversos registros lingüísticos dialectales: plátano, yuca, ñame, ñáñigos, guandul, mondongo, bongó, conejo, camdombé, palo, gagá, tumba, tumbao, rumba, rumbera, rumbear, chévere, quilombo, macumba, mandinga, zombi, mochila, candombe, bámbula, lío, bemba, bembe, bembé, chachachá, mambo, ñoco, titingó, frijoles y otros vocablos).
Se puede afirmar que los primeros africanos hablaron sus lenguas originarias y desarrollaron un pidgin, una lengua de los orígenes, una mezcla de los orígenes y prácticas que incluían significados y términos propios de ambas lenguas, cosa que en otros contextos resulta un modo de hablar en dos lenguas distintas, donde ninguno de los hablantes, conocen perfectamente la lengua del otro. De ahí la importancia del pidgin como intercontacto lingüístico. En el caso de las lenguas africanas, ¿cómo saber si sus lenguas eran habladas gramaticalmente?
Para el caso dominicano no es tan fácil saberlo, porque nuestra cultura fue bautizada por los misioneros de La Española o “castellana”, por razones geopolíticas y de dominación y aun hoy el conflicto cultural, religioso, político se pronuncia mediante una praxis de violación de derechos a domínico-haitianos acusados de invadir terrenos y ser víctimas del negocio que propician “comerciantes y gente de influencia económica poderosa en el país”.
Podríamos averiguar con más profundidad la conexión Historia y Lingüística propiciada por el vínculo histórico y de habla-hablar, que en todo el Caribe y en la América Continental tiene sus lazos en países como Colombia, Venezuela, Cuba, Puerto Rico, Brasil, Jamaica, Curazao y otros donde la etnoliteratura, la etnorreligiosidad, y hasta la medicina naturalista presenta datos de sanación, donde las farmacias afrocriollas funcionan a través de experimentos con raíces, hojas, cortezas de árboles, alimentos, ritos de iniciación, ensalmos e intercontactos entre historias locales.
El escrito de Liliane Dévieux titulado Los cuentos contados de Anasí: Fragmentos de la literatura oral Achanti en Haití y publicado en Oralidad (Para el rescate de la tradición oral de América Latina y el Caribe Anuario, 15, publicado por la Oficina de Cultura para América Latina y el Caribe y Oficina de representación para Cuba, República Dominicana y Aruba, UNESCO, pp. 19-28), presenta lo que es un fenómeno de Oralidad, historia y lengua sobre la base de un tejido verbal rico en valores históricos y lingüísticos. Según nos cuenta Liliane Dévieux:
“La literatura oral de Haití es particularmente dinámica en el campo, sobre todo en las comunidades montañosas donde el campesinado sigue siendo el guardián más fiel de los cuentos contados. Una parte de ese patrimonio intangible nos llega de África, otra, parte de Europa y algunos cuentos son una mezcla de elementos africanos y europeos”.
La estudiosa cultural haitiana se pregunta:
“Qué nos hace pensar entonces que dos cuentos contados de Anasí la Araña, que grabé en 1982 en las colinas haitianas hayan nacido en África occidental, ¿Antigua Costa de Oro, actual Ghana en la tradición oral de los Achantis…?” (p.19, col. 1ª.)
Dévieux, después de preguntarse sobre los Achantis, del Tchi y los personajes arañas de los cuentos africanos concluye de la manera siguiente:
“Para tratar de responder estas preguntas, este artículo realizará un análisis sobre la base de las investigaciones realizadas en materia de literatura oral y recurrirá a elementos de lingüística”. (ibídem. loc. cit.)
A través de los cuentos, Dévieux y colaboradores explican el contexto, el narrador y lugar o la audiencia “en el Sur de Haití, en Nam Tranquille, una de las comunidades de la meseta de Salaguac, meseta situada en el monte del mismo nombre”. (Vid. P. 20)
Este proyecto escrito llama la atención de un “escritor” desconocido y poco tomado en cuenta por antropólogos, etnógrafos e investigadores de campo. Lo importante es que dicho proyecto busca establecer relaciones de vida del campesino haitiano a partir de la historia, la lingüística, la narrativa y los narradores en un marco geocultural de acciones orales contadas y cantadas.
Así las cosas, volvemos a la relación planteada por P. Diagne, quien razona que:
“… planteada la problemática, se percibe mejor el terreno común al historiador y al lingüista que trabajan sobre África. “Aquí hay una tradición –nos sigue diciendo Diagnet-, bien establecida, aunque sea discutible y se preste a reflexión. Así se reduce de entrada y por costumbre el estudio del parentesco de las lenguas al punto de unión de la lingüística y de la historia, más fácilmente que el análisis de la evolución del material proporcionado por los textos escritos u orales y los vocablos de un idioma. Ahora bien, ambas investigaciones actúan sobre hechos de lengua o de pensamiento y, por tanto, de historia”. (pp. 253-254).
De lo anterior se sugiere una ciencia y una metodología clasificatoria e histórica de los pueblos africanos. La clasificación genética, la tipológica, la geográfica, así como las diversas reconstrucciones de una lengua, la reconstrucción fonológica, la datación, la glotocronología, así como las clasificaciones lingüísticas y parentescos etnoculturales. (Ver, pp. 254-259)
África, Creencias, Fiestas y Costumbres.
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