La semana pasada murió un angelito de 8 años. Un angelito, por cierto, indocumentado, pero los angelitos no necesitan documentación para viajar y son protegidos por sus dioses tutelares.

Lo que debía ser un momento de diversión en el techo de la ominosa cuartería donde vive la familia de C., en Santo Domingo Norte, se terminó por una desgracia que marcó la vida de todos los moradores del edificio. La chichigua del niño se enredó y un vecinito le pasó lo que encontró, un tubo de cobre, para que pudiera desenredar los hilos del poste de luz de alta tensión situado frente al edificio, lo que provocó la electrocución del niño.

El niño de 8 años fue llevado casi muerto e internado en el hospital Robert Reid Cabral. El padre, dotado de un pasaporte haitiano vencido, no dominaba bien el español. En estas condiciones tuvo que luchar solo más de una semana sin entender bien lo que le pasaba a su hijo. La madre, totalmente indocumentada, no se atrevió a asomarse al hospital.

El pequeño batalló una semana con una parte de sus órganos quemados por dentro y resistió a una primera operación. Debido a su anemia, necesitaba sangre y plaquetas que el padre tenía que comprar en el Banco de Sangre del hospital.

Los amigos haitianos que podían dar sangre eran todos indocumentados y no se atrevían a llegar a Hemocentro, donde con un donante las tarifas son más bajas. El padre uso primero sus ahorros, luego contrajo deudas para asegurar las transfusiones, a un costo de 7,800 pesos cada una; sin embargo, el dinero no le alcanzó para comprar las plaquetas.

Gracias al apoyo de una ONG y del servicio de acción humanitaria del Colectivo Migración y Derechos Humanos (CDHM), se realizó una respuesta efectiva, solidaria y humana. Los chances de sobrevivir de C. eran de 5 %, pero se luchó hasta el final al lado de la familia.

  1. cogió una bacteria y se hinchó, siguió batallando hasta que los médicos anunciaron que el corazón del niño había parado de latir, término que al principio el padre no entendió.

Sin embargo, el viacrucis de este señor no había acabado. Al día siguiente le entregaron el cuerpecito del niño. Agobiado, atontado, desesperado tuvo que buscársela de nuevo para enterrar a un niño indocumentado. Por suerte, todo se resuelve rápido con más endeudamiento. Es así como pudo llevar al angelito bajo una lluvia torrencial al cementerio de Cristo Rey. El cielo llora por los angelitos cual sea sus nacionalidades.

Ahora la familia debe hacer su luto, el hermanito menor de C. “quiere quemarse como su hermano”, lo oye de noche llamarlo y no duerme. Al padre solo le queda tratar de que la camiona no lo lleve y trabajar doble tanda para pagar sus deudas.

Quedarán pocos pesos para la comida, pero eso no cambiará mucho ya que nunca hubo suficiente para saciar el hambre.

Elisabeth de Puig

Abogada

Soy dominicana por matrimonio, radicada en Santo Domingo desde el año 1972. Realicé estudios de derecho en Pantheon Assas- Paris1 y he trabajado en organismos internacionales y Relaciones Públicas. Desde hace 16 años me dedicó a la Fundación Abriendo Camino, que trabaja a favor de la niñez desfavorecida de Villas Agrícolas.

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