En mi artículo anterior sobre este tema mostraba mi extrañeza (que es la de cualquier economista) de que nuestro país haya mantenido un ritmo tan intenso y extenso de crecimiento económico sin haber logrado crear un dinámico sector exportador. Es decir, en una época en que todos los países crecían hacia afuera para poder sostener el impulso, la República Dominicana logró ser exitoso creciendo hacia adentro.
La realidad es que, en un mundo crecientemente interrelacionado, el crecimiento de la economía está íntimamente conectado con la efectividad del aparato productivo para generar más y mejores productos en capacidad de competir en el mundo exterior.
Entre 1990 y 2024 la economía más exitosa del mundo, la china, multiplicó por 27 su PIB, pero para lograrlo tuvo que multimplicar sus exportaciones por 57. De lo contrario, no habría podido crecer tanto.
Fuera de ese caso excepcional, la mayoría de los países de Asia Oriental y Pacífico, que son los que han tenido notable éxito en el proceso de desarrollo, han sido mediante un fuerte aumento de las exportaciones. Como se muestra en el gráfico siguiente, en esa zona el crecimiento del PIB ha sido arrastrado por las exportaciones, contrario a la República Dominicana en que el crecimiento del PIB tiene lugar a pesar de las exportaciones.
El primer éxito en esa zona lo tuvo Japón, seguido después por los llamados tigres asiáticos (Corea, Singapur y los territorios chinos de Hong Kong y Taiwán), aunque el gráfico cubre solo la época de mayor dinamismo de la China continental, arrastrando a Malasia, Tailandia, Indonesia, Vietnam, Filipinas y otros.
Lo más extraño es que la República Dominicana hizo los esfuerzos para integrarse productivamente a los mercados internacionales. Cuando, a finales del siglo pasado, el país se propuso negociar acuerdos de libre comercio con diversas economías, algunos de los que opinábamos sobre la materia propusimos que, ante la falta de experiencia dominicana respecto a otros países que tenían muchas décadas de negociaciones, comenzáramos tanteando con economías pequeñas y no muy avanzadas tecnológicamente, mientras se ganaba experiencia y competitividad para enfrentarnos a países verdaderamente grandes o ricos.
Fue así como los primeros acuerdos de libre comercio se hicieron con el CARICOM y con Centroamérica. Ahí creíamos que íbamos en coche. Desde que comenzaron a medirse los resultados despertamos del sueño.
Después, ya en la primera década de este siglo, se negociaron acuerdos de libre comercio con las economías más grandes del momento, Estados Unidos y la Unión Europea. Confieso que personalmente no me entusiasmaba la idea; es más, me asustaba, entendiendo que la República Dominicana no podría abrirse a la competencia tan poderosa. Ni la industria, ni la agricultura ni ningún sector estaría en ventaja.
Cuando, ya siendo ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, me tocó viajar a China, tras la apertura de relaciones diplomáticas, cada vez que algún funcionario chino me hablaba de un acuerdo de libre comercio, mi respuesta fue contundente: NANANINA. No nos quedaría viva ni la industria del dulce de coco.
Como decía en un artículo anterior, alguna gente piensa que el fracaso exportador en bienes se compensa con el éxito en servicios, dado el surgimiento del turismo. Pero es una apreciación falsa. Sin dejar de reconocer la importancia jugada por el turismo, no ha logrado contrarrestar el fracaso exportador.
Tampoco es que el turismo haya crecido tanto, en una época en que, bien sea por los altos niveles de consumo en los países desarrollados, como por las facilidades de transporte y apertura de los países, los viajes internacionales se pusieron de moda. El siguiente gráfico indica que la exportación de servicios, expresada como porcentaje del PIB, está hoy por debajo de lo que era a inicios de los noventa.
Entonces, contando que las exportaciones de bienes representaban alrededor del 25% del valor en dólares del producto a inicios del decenio de 1990 y se han reducido al 11% en la actualidad, resulta que el valor total de las exportaciones de bienes y servicios declinó desde 38% del PIB a inicios de los noventa hasta 22% ahora.
Esta es una de las grandes paradojas que encuentra cualquier analista al intentar explicar el crecimiento dominicano: se trata de uno de los países que menos exporta y aun así crece más que todos. En realidad, el incremento de las exportaciones puede ser analizado como causa y consecuencia del crecimiento. Pero es indisoluble el vínculo entre ambas variables.
Estos datos indican claramente que el crecimiento dominicano se ha basado en renglones no transables, que son los que suelen generar el empleo informal, de escasa productividad y bajos salarios. Lo increíble es que no se haya agotado.
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