No es la primera vez que Estados Unidos hace demostración de fuerza, sin más resultado que la retirada vergonzosa (Vietnam y Afganistán) o la destrucción y desorganización total del país invadido (Irak).

Esperemos que esta vez se conformen con el impacto mediático del alevoso golpe que acaban de asestar a Irán y no pasen a una implicación  prolongada en una guerra condenada a concluir en los mismos desastres de Irak y Afganistán.

Nada asegura que el reciente ataque a las instalaciones nucleares iraníes, presentado como la destrucción de su programa y la imposibilidad de que ese país fabrique una bomba atómica, no pase de ser un golpe publicitario que, lejos de detener, acelere los planes del cuestionable régimen fundamentalista iraní.

No hay prueba de que hayan sido destruidas todas las instalaciones nucleares iraníes. Al menos, eso es lo que piensan los expertos.

Veamos:

Según Ali Vaez, especialista del International Crisis Group, es probable que las autoridades iraníes hayan desplazado el uranio enriquecido al 60 % antes del ataque estadounidense. De ser así, podrían rápidamente llevarlo al 90 %, porcentaje requerido para una utilización nuclear.

Kelsey Davenport, responsable de la lucha contra la proliferación nuclear de Arms Control Association, asegura que la Agencia Internacional de la Energía Atómica no ha podido situar todas las centrífugas para el enriquecimiento de uranio fabricadas por Irán.

Para Thomas Juneau, especialista sobre el Medio Oriente de la Universidad de Ottawa, no hay bombas, por potentes que estas sean, capaces de destruir el Know How que Irán ha acumulado en las últimas décadas en materia nuclear.

Retomemos nuevamente a la señora Davenport. Para esta especialista, si las centrífugas de Irán permanecen operacionales, la fase final de enriquecimiento sería relativamente fácil a completar, aunque no así la fabricación final de una bomba atómica y su colocación en un misil.

Además de fabricar la bomba, el régimen fundamentalista tendría que hacer explotar una muestra en algún lugar aislado, porque tan importante sería para ellos probar que tienen la bomba  (poder disuasivo) como negarlo para el régimen sionista de Benjamin Netanyahu.

En nada contribuye a la paz mundial, otro país con la bomba atómica. La paz no puede reposar en la proliferación de este poderoso instrumento de destrucción, y todavía menos si este pasa a estar en manos de un represivo régimen fundamentalista.

Lo ideal sería que Irán desista de poseer la bomba atómica y que desaparezca el odioso régimen negador de derechos y libertades que allí impera, pero eso es tarea de los iraníes.

Carlos Segura

Sociólogo

Master en sociología, Université du Québec à Montréal, estudios doctorales, Université de Montréal. Ha publicado decenas de artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras, sobre inmigración, identidad y relaciones interétnicas. Es coautor de tres obras sociológicas, La nueva inmigración haitiana, 2001, Una isla para dos, 2002 y Hacia una nueva visión de la frontera y de las relaciones fronterizas, 2002. También es autor de tres obras literarias, Una vida en tiempos revueltos (autobiografía) 2018, Cuentos pueblerinos, 2020 y El retorno generacional (novela), 2023.

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