La muerte de Mahsa Amini el 16 de septiembre de 2022, mientras se encontraba bajo custodia policial, desencadenó protestas masivas y una represión sangrienta por parte de las autoridades iraníes. Pero tres años después, la sociedad ha sido testigo de cambios “irreversibles”. En las calles de Teherán y en las ciudades de provincia, las mujeres están rechazando gradualmente el velo y otras restricciones.

Cuando Ahmad* regresó a Irán en mayo, no reconoció el aeropuerto Imán Jomeini de Teherán. Después de cinco años fuera, su hermana lo esperaba en la terminal de llegadas con un ramo de flores, vestida con una blusa blanca y un pañuelo casualmente colocado sobre los hombros. Su sobrina, de pie junto a su madre, llevaba el pelo recogido en una coleta y no se veía ningún velo ni pañuelo.

“Me pregunté si realmente estaba en Irán”, confiesa Ahmad. “Además de la emoción del reencuentro, me sentí incómodo cuando las vi detrás de la ventana de cristal de la terminal de llegadas. Temía que las detuvieran, porque el aeropuerto es un lugar seguro y muy vigilado. Pero cuando giré la cabeza, vi a otras mujeres que iban mucho menos cubiertas que ellas”.

Ahmad notó estos cambios incluso entre los miembros más tradicionales de su familia. Un cuñado ahora tolera la ropa y la vida social de su hija. Su hermana mayor ha abandonado el manto, el largo abrigo persa que deriva su nombre del francés manteau. Ahora prefiere chaquetas sencillas y cortas combinadas con pantalones.

La sociedad iraní ha cambiado significativamente en los últimos años, especialmente tras las revueltas que estallaron tras la muerte de Mahsa Amini en 2022. Esta mujer kurdo-iraní de 22 años fue detenida por la policía moral iraní por llevar “incorrectamente” el velo durante una visita a Teherán y murió bajo custodia policial.

“Es evidente que ha habido un antes y un después, marcado por profundas transformaciones, especialmente en las zonas urbanas”, afirma Jonathan Piron, historiador y especialista en Irán del centro de investigación Etopia, con sede en Bruselas. “Aunque la muerte de Mahsa Amini y las protestas que le siguieron no desencadenaron una revolución política, sí marcaron una revolución social”, puntualiza el experto. 

Azadeh Kian, socióloga y directora del Centro de Enseñanza, Documentación e Investigación en Estudios Feministas (CEDREF) de la Universidad Paris Cité, está de acuerdo. “Hoy en día, las mujeres están ocupando los espacios públicos como les parece oportuno. Han conquistado su libertad”, explica Kian. “Y este movimiento es irreversible”.

Una vida diferente para las adolescentes

El Irán actual no se parece en nada al país en el que ella creció, afirma Sepideh*, de 40 años, madre de tres hijos, entre ellos una hija adolescente, de Teherán.

“Las cosas han cambiado muy rápidamente en los últimos tres años”, señala Sepideh. “Pertenezco a la generación que creció justo después de la revolución (islámica de 1989). Luego vino la guerra (entre Irán e Irak de 1980-1988). La escuela daba miedo; nuestros profesores eran muy estrictos y muy duros con nosotras. Teníamos que ajustarnos constantemente los pañuelos. Todo tenía que ser negro. Los calcetines blancos estaban prohibidos. Siempre temí el día en que mi hija viviera la misma experiencia”.

Hasta ahora, la experiencia escolar de su hija mayor, de 14 años, ha sido mucho menos severa, reconoce Sepideh con alivio. “Estoy muy contenta de que mi hija ya no tenga que pasar por eso”, afirma, señalando que su hija ha abandonado el maqnaé, el velo con capucha que forma parte del uniforme escolar iraní para las niñas. “Ella y sus amigas simplemente lo llevan colgado al cuello. La administración de su colegio (privado) no dice nada”.

La Policía “mira para otro lado”

Los cambios son especialmente visibles en el transporte público de Teherán, señala Sepideh. “En el metro que tomo todos los días para ir al trabajo, veo a madres con chadores (el velo severo que cubre todo el cuerpo) y a sus hijas con camisetas y pantalones. También veo grupos de estudiantes, algunas con velo y otras sin él, todas riendo juntas. La Policía las ve, a veces hace algún comentario molesto y luego mira para otro lado”, explica Sepideh.

Kian cree que las autoridades iraníes han suavizado su postura para evitar una reacción violenta por parte de la población. “Temen a sus jóvenes, que fueron muy activos hace tres años durante el movimiento ‘Mujeres, Vida, Libertad’, en particular la solidaridad sin precedentes que desencadenó este levantamiento. Esta solidaridad intergeneracional se ha extendido incluso a las familias religiosas”, señaló.

Sin embargo, las leyes iraníes siguen discriminando a las mujeres. En diciembre de 2024, el Parlamento iraní, dominado por ultraconservadores, aprobó la draconiana “Ley de protección de la familia mediante la promoción de la cultura de la castidad y el hiyab”, comúnmente conocida como “Ley de la castidad y el hiyab”. La norma, que contiene 74 artículos, imponía penas severas a las mujeres y niñas que desafiaran el hiyab obligatorio.

Pero el moderado presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, suspendió la aplicación de la ley, calificándola de “ambigua y necesitada de reforma”.

Pezeshkian no habría podido paralizar la ley sin la aprobación del líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, explica Kian. “En mi opinión, el líder ha aceptado lo que es obvio. El Estado iraní se ve obligado a hacer concesiones porque se ha enfrentado a crisis en todos los frentes —económico, político y de seguridad— desde la guerra de 12 días contra Israel”, afirma Kian, refiriéndose al conflicto armado entre ambos países que tuvo lugar entre el 13 y el 24 de junio.

La política de intimidación sigue vigente

Pero, según Kian, la “política de intimidación” del Gobierno continúa. “Aunque el régimen no puede poner a un policía detrás de cada mujer, sigue arrestando a las activistas por los derechos de las mujeres, a aquellas que luchan por un cambio fundamental, porque las considera una amenaza”, señaló.

Aunque algunas destacadas defensoras de los derechos de las mujeres iraníes, como la ganadora del Premio Nobel de la Paz 2023, Narges Mohammadi, y la activista Sepideh Gholian, han sido puestas en libertad provisional, siguen viviendo “con una espada de Damocles sobre sus cabezas”, afirmó Kian.

Otro bastión inmutable del poder es el código civil. Las mujeres siguen estando sujetas a normas profundamente discriminatorias: solo reciben la mitad de la herencia y tienen derechos limitados en materia de divorcio, custodia de los hijos y derecho de familia. “El último bastión del régimen es este código civil”, afirmó Kian. “No lo tocarán”.

Mientras tanto, en Irán coexisten dos mundos y la brecha entre ellos sigue ampliándose. “La sociedad avanza, vive su vida independientemente del poder religioso”, señaló Kian.

Esta evolución también se puede observar en la vida cotidiana de las mujeres. Sepideh, por ejemplo, sale a pasear por los barrios acomodados de Teherán solo para observar las elecciones de moda de los jóvenes. “Camisas de colores sobre tops cortos, faldas largas, pelo teñido de azul, rojo o morado… Parecen estar a gusto y las mujeres de mi edad les hacen cumplidos”, afirma alegremente. “Yo también he cambiado. Hace dos meses, todavía llevaba el pañuelo en la cabeza cuando iba al trabajo en el centro de Teherán. Pero ahora he dado un paso adelante y lo guardo en el fondo de mi bolso. Solo lo uso en el trabajo”.

Sepideh admite que durante mucho tiempo tuvo miedo de las miradas de los hombres antes de quitarse el velo. “En algunos barrios por los que paso, temía sus comentarios y acoso. Pero creo que ya se han acostumbrado”. Hoy, dice, se siente “segura”, incluso sin velo.

Clases de baile mixtas y mujeres en motocicletas

Darya*, otra residente de Teherán que creció después de la Revolución Islámica de 1989, elogia el coraje de la juventud iraní. “La valentía de la Generación Z nos ha dado ánimos”, afirma. Los primeros cambios se produjeron bajo el mandato del expresidente reformista iraní Mohammed Khatami, entre 1997 y 2005, explica Darya. “Desde la era Khatami, he llevado pañuelos de colores. Poco a poco, empecé a quitarme el velo con más frecuencia. Pero tras la muerte de Mahsa Amini y de todos esos jóvenes asesinados en las protestas, nunca volví a llevar el velo fuera de casa, ni siquiera en lugares más tradicionales, como las ceremonias fúnebres. No estoy dispuesta a hacer concesiones”, afirma con seguridad.

Este movimiento, señala Piron, no apareció de repente tras la muerte de Amini en 2022. “Irán es una sociedad en constante transformación, como cualquier otra. El movimiento ‘Mujer, Vida, Libertad’ aceleró la tendencia que ya existía y, sobre todo, la extendió por todo el país”, explicó.

Las provincias iraníes también se vieron arrastradas por el movimiento. Las primeras protestas tras la muerte de Amini estallaron en Saqqez, la ciudad natal de la joven en la región iraní del Kurdistán. “Hoy en día”, dice Darya, “las chicas de las provincias también han dejado de llevar el velo, pero no en todas partes. En el pequeño suburbio donde vive mi familia, cerca de Shiraz, hay menos. Pero la actitud de la gente ha cambiado y ya nadie les hace comentarios despectivos”.

Según estas mujeres iraníes, los cambios no se limitan a la vestimenta. Aunque están prohibidas, las clases mixtas de canto y baile son cada vez más comunes. “Cada vez más mujeres conducen motocicletas”, señala Sepideh con admiración. Las mujeres iraníes pueden conducir coches y motocicletas, pero solo como pasajeras. Se les niega el permiso de conducir motocicletas desde la llegada del régimen islamista en 1979.

*Algunos de los nombres en la historia fueron cambiados para proteger la seguridad de los iraníes entrevistados

Este artículo fue adaptado de su versión original en francés.

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