Con casi una de cada cuatro personas nacidas en el extranjero, Canadá es uno de los países más diversos del mundo. La inmigración ha sido clave para su crecimiento económico y cultural, pero también plantea tensiones sociales y políticas. A pocas horas de las elecciones federales, la definición de la política migratoria se erige como un desafío mayor para quien asuma la jefatura del Gobierno. Entrega desde Montreal.
La migración ha sido determinante para el crecimiento y la diversidad de Canadá: con más de 8,3 millones de inmigrantes, esta población representa casi una de cada cuatro personas en el país.
Solo entre 2016 y 2021 llegaron más de 1,3 millones de nuevos inmigrantes, especialmente de India, Filipinas y China, sumando además casi un millón de residentes no permanentes. Y personas procedentes de países como México, Brasil, Venezuela, Perú y Haití han registrado un aumento sostenido desde mediados de la década de 2010.
En este contexto, la saliente Administración de Justin Trudeau decidió recortar las metas de inmigración reduciendo de 500.000 a 365.000 los nuevos residentes permanentes entre 2025 y 2027.
Esta decisión ha generado fuertes críticas de organizaciones sociales, quienes alertan sobre el riesgo de estigmatizar a los inmigrantes, responsabilizándolos de problemas estructurales sin resolver.
En la víspera de las elecciones federales del 28 de abril, los principales partidos políticos se preparan para una contienda decisiva y la migración sigue siendo uno de los temas más sensibles en la agenda.
Los cinco candidatos que lideran esta carrera electoral son Mark Carney, del Partido Liberal; Pierre Poilievre, del Partido Conservador; Jagmeet Singh, del Nuevo Partido Democrático; Yves‑François Blanchet, del Bloc Québécois; y Maxime Bernier, del Partido Popular de Canadá. También compiten Elizabeth May y Jonathan Pedneault como líderes del Partido Verde.
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“Priorizar la dignidad de quienes emigran a Canadá”
El más reciente análisis de L’Observatoire pour la justice migrante (Observatorio por la Justicia Migrante, OJM) lanza una advertencia: la migración está siendo cada vez más instrumentalizada en el debate político canadiense.
En lugar de atender las causas estructurales de las desigualdades, se recurre a discursos que estigmatizan a las personas migrantes y las responsabilizan de problemáticas sociales como la crisis de vivienda o la capacidad del sistema de salud. Esta narrativa, señala el OJM, no solo desinforma, sino que también legitima políticas migratorias cada vez más restrictivas.
Frente a este contexto, Amel Zaazaa, directora general del OJM, subraya en diálogo con France 24 que es urgente un cambio de enfoque: “Es preocupante que se normalice hablar de la migración solo como una ecuación dentro de un proceso económico. No se habla de los derechos de las personas, de su recorrido, sus desafíos, ni de su salud mental”.
Para Zaazaa, pensar en políticas migratorias sin considerar el bienestar integral de quienes migran es deshumanizante.
La experta también cuestiona el discurso que vincula la migración con la saturación de servicios, recordando que “la fuerza de trabajo migrante es esencial para el país, tanto en términos económicos como en sus aportes intelectuales y culturales”.
Por eso, insiste en que el próximo primer ministro debería priorizar la dignidad y los derechos de las personas migrantes y rechazar cualquier forma de política que las reduzca cifras o amenazas. Evitando "restricciones cada vez más severas y contradictorias”.
La espera por la regularización
Guadalupe viene de México. Llegó a Canadá el 4 de abril de 2009 escapando de la violencia de género ejercida por su expareja. Recuerda perfectamente ese día: la nieve comenzaba a derretirse en las calles de Montreal, la ciudad que la acogió y donde aún vive. Es madre de tres hijos y hoy también es abuela.
Su solicitud de asilo fue rechazada tres años después de haber llegado, desde entonces ha vivido en el limbo migratorio: sin documentos, sin permiso de trabajo y con el miedo constante a ser deportada.
“Estuve ocho años sin documentos después del rechazo y hace tres años radiqué una demanda por razones humanitarias. Yo no puedo regresar a mi país”, cuenta.
En todo este tiempo, Guadalupe ha sido el sostén de su madre y sus hijos, enfrentando largas jornadas laborales en empresas avícolas y de productos lácteos… y también prolongadas temporadas sin empleo.
La muerte de su padre en México fue uno de los golpes más duros que ha tenido que afrontar. No poder despedirse de sus familiares ni darles sepultura deja, a muchos migrantes, una herida profunda. Una pena ancestral que recuerda a Antígona en la mitología griega: el dolor de no poder enterrar a sus muertos.
No fue el único golpe que sufrió en Canadá. Un accidente laboral terminó con la amputación de uno de sus dedos. Sin cobertura médica por su estatus migratorio, enfrentó sola el sistema de salud.
“El médico que me atendió sabía que no tenía documentos y me ayudó a salir sin que me reportaran ante la policía. Ese doctor fue mi ángel”, recuerda.
En su búsqueda de apoyo legal y emocional, Guadalupe encontró en Solidarité sans frontières (Solidaridad sin Fronteras, SSF) un refugio, una red de justicia migratoria en Canadá. A través de la educación popular, incidencia política y movilización, han dado visibilidad a casos como el de Lucy Granados, arrestada violentamente y deportada a Guatemala. Años después, logró regresar a Canadá y obtener su residencia.
“El papel de países como Canadá debe ser el de proteger a los migrantes, sin condiciones de origen. Debemos acabar con la criminalización de la migración y con las cárceles para inmigrantes”, señala Anne*, antropóloga, filósofa y estudiante de doctorado en Antropología Social en la Universidad McGill.
“Aquí en Canadá también se detiene y deporta, pero en silencio y sin cámaras. Muchos viven invisibles, con miedo, y eso debe cambiar”, apunta Anne.
Roberto*, trabajador comunitario en Montreal, pide al próximo primer ministro priorizar la regularización de las personas sin estatus, recordando que, pese a su precariedad, sostienen comunidades con dignidad y esfuerzo. “No es solo una demanda, es una promesa incumplida por Justin Trudeau”, advierte.
¿Falta claridad en las políticas migratorias?
“Vivir con incertidumbre afecta nuestra salud mental, y así vivimos los migrantes. Necesitamos mayor claridad en las políticas migratorias del próximo Primer Ministro porque aquí las cambian todos los días”, dice a este medio Andrea Florez, colombiana de 28 años que llegó en 2023 con contrato de trabajo en Montreal.
Para Andrea, la integración ha sido difícil, sobre todo por el choque cultural. “En un país multicultural como Canadá, la adaptación es dura, convivimos personas de África, Europa, Asia, América Latina y nos genera incertidumbre las ambigüedades en las políticas migratorias”, comparte.
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“Una comunicación real entre provincias de cara a la migración”
Eddy Ramírez, abogada especializada en inmigración en Canadá, analiza para France 24 algunas de las medidas más controversiales implementadas recientemente y plantea prioridades para el próximo mandatario.
Explica que Canadá ajusta sus convocatorias migratorias en función de sus necesidades económicas y sociales. Aunque históricamente se ha priorizado a profesionales de sectores como salud, educación y construcción, los recientes cambios incluyen también perfiles como chefs y personal de cocina bilingüe, en respuesta a la demanda actual del mercado laboral.
Entre las decisiones más cuestionadas, Ramírez destaca la regulación que impide a las parejas de estudiantes internacionales renovar su permiso de trabajo en el país.
Además, critica que se dé prioridad a personas que aún están fuera de Canadá, desplazando a quienes ya viven, trabajan y contribuyen en el país.
Ramírez advierte que la disparidad de políticas entre provincias —unas cerrando sus puertas y otras reclutando masivamente— exige al próximo Gobierno coordinar mejor esfuerzos territoriales, especialmente para las familias migrantes que ya han invertido tiempo y dinero. Y añade que los estudiantes internacionales, quienes llegan a pagar hasta seis veces más que los canadienses, merecen no solo regulación para garantizar calidad, sino una integración real y sin trabas que evite experiencias frustrantes.
Los cambios recientes incluyen un límite de dos años en los permisos de estudio, requisitos más estrictos para el Permiso de Trabajo Post-Graduación y la residencia permanente, y un tope de 24 horas semanales de trabajo para estudiantes.
Para Ramírez, estas medidas, adoptadas sin una estrategia clara de integración ni un enfoque social, deberían evaluar el impacto real en las personas y no limitarse a cifras.
Los tiempos de espera
Kimya Abazari y Shayan Abedinzadeh son una joven pareja que decidió emigrar desde Irán a Canadá en busca de mejores oportunidades de vida. Llegaron en enero de 2021 y aún recuerdan con asombro la cantidad de nieve que cubría las calles a su llegada.
Provenientes de Rasht —una ciudad del norte de Irán, cercana al mar Caspio— aseguran que, aunque en su tierra natal existen estaciones, el clima no es tan extremo como el canadiense. Aquel invierno, uno de los más largos y rigurosos del calendario, los recibió con un frío que nunca antes habían experimentado.
Ingenieros de formación, Shayan y Kimya llegaron a Canadá como estudiantes: él para cursar una maestría en ingeniería de la construcción y ella para aprender francés, idioma clave en Quebec. Su lengua materna es el persa, que se escribe de derecha a izquierda, no tiene género gramatical y posee un alfabeto más extenso que el latino. “Lo más difícil de integrarnos ha sido aprender francés”, admite Kimya.
En cuanto a política migratoria, ambos coinciden en una petición clara al próximo primer ministro: “Debe priorizar y facilitar los procesos de residencia permanente, y reducir los tiempos de espera. Nosotros llevamos más de un año esperando una respuesta. Aunque tenemos empleo y cierta estabilidad, vivir en esta incertidumbre no es sano”.
Una política migratoria con enfoque de género
Colombianas en Movimiento es una organización impulsada por mujeres migrantes que nació en 2023 tras una convocatoria del Consulado de Colombia en Montreal. Lo que comenzó como un espacio de encuentro, se transformó en una red de apoyo para mujeres que llegan a Canadá en contextos marcados por la violencia, la precariedad y el desarraigo.
“La organización nace con la idea de reunirnos y sostenernos”, explica Paula Baracaldo, trabajadora social, feminista y directora del colectivo. Pero muy pronto, esas conversaciones revelaron realidades más profundas: mujeres que cruzan el Darién enfrentando traumas físicos y emocionales, madres solas, sobrevivientes de violencia. Así nació una red que hoy acompaña, escucha y trabaja por los derechos de las mujeres migrantes.
“Utilizar la migración para ocultar problemas estructurales, alimenta el racismo y la estigmatización”
Más de 20 mujeres integran actualmente el colectivo, que tiene presencia activa en movilizaciones como el 25N: Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujeres y colabora con redes como Le Réseau d’action pour l’égalité des femmes immigrées et racisées du Québec, (La Red de Acción para la Igualdad de las Mujeres Inmigrantes y Racializadas de Quebec, RAFIQ) para incidir en políticas públicas.
“Si Canadá quiere seguir llamándose un país de acogida, debe demostrarlo con hechos”, reclama Baracaldo. Pide un sistema de salud multilingüe con enfoque de género y sin barreras por estatus migratorio.
Tatiana Polanía, comunicadora con estudios en asuntos migratorios y también integrante del grupo, advierte sobre la creciente burocratización de los procesos migratorios: “Se corre el riesgo de usar la migración para ocultar problemas estructurales, alimentando el racismo y la estigmatización”.
Por su parte, la abogada Estefanía Vargas, experta en Derechos Humanos, alerta sobre señales preocupantes, como la reciente eliminación del Ministerio de la Mujer y la Igualdad de Género: “Es una decisión que pone en riesgo los avances logrados y envía un mensaje peligroso sobre las prioridades del gobierno en materia de derechos”.
En este escenario de tensiones sociales y con un debate electoral que apenas roza la verdadera dimensión del fenómeno migratorio, Canadá se encamina a unas elecciones cruciales en un momento complejo a nivel global.
Y la falta de una discusión profunda sobre el papel de las personas migrantes deja en evidencia un vacío que el próximo Gobierno se verá obligado a encarar. El cómo se decidirá también en las urnas.
*Algunos nombres fueron cambiados a petición de las fuentes.
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