Estados Unidos ejerce una presión inusitada sobre Venezuela en busca de un resultado que anule a Nicolás Maduro del tablero político.
Un ejercicio que se inició con voladuras de supuestas narcolanchas para bloquear rutas de tráfico de drogas ha escalado hasta la designación del Cartel de los Soles, según Washington comandado por Maduro, como Organización Terrorista Internacional, lo que activa alternativas de acción más agresivas por parte de Donald Trump.
Si la estrategia funcionara en esta oportunidad, son muchas las preguntas por responder sobre el escenario de una Venezuela fuera del control del chavismo.
El secretario general de la Organización de Estados Americanos, Albert Ramdin, le dijo a ‘NTN24’ que esa entidad está preparada para apoyar en una eventual transición en Venezuela, y probablemente sean muchos los actores que estén transitando la misma vía.
“La OEA siempre está lista para apoyar a un país en un proceso de transición. La pregunta sería más bien: ¿está Venezuela lista? ¿Está el pueblo venezolano listo?”, cuestionó Ramdin en la entrevista.
Esa misma pregunta se la hizo el presidente Donald Trump durante su primer gobierno, cuando apoyó la figura del “interinato” de Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional entonces controlada por la oposición, a quien reconoció como presidente legítimo, una estrategia que no dio frutos.
Documentos desclasificados a los que tuvo acceso el ‘New York Times’ revelaron los resultados del simulacro de 2019 de una Venezuela sin Maduro. Esos ejercicios anticiparon un caos generalizado, con grupos militares y bandos políticos disputándose el control del país.
Primera alcabala: el control de los recursos
El pasado mes de octubre, el Grupo de Crisis Internacional, una organización independiente que tiene como función la prevención de guerras, actualizó el escenario del día después de Maduro para Venezuela.
El resultado parte del análisis de los estrechos lazos que gobierno y mandos de las fuerzas armadas han forjado en torno a economías ilícitas, como la corrupción, el narcotráfico o el control de los cuantiosos recursos minerales del país.
“Las fuerzas armadas fueron reestructuradas tanto bajo Chávez como Maduro para ‘protegerlas de golpes’, fragmentando el mando y el control y fomentando la competencia interna basada en la lealtad política”, explica el informe.
Bajo ese esquema, los mandos militares necesitarían “garantías claras de inmunidad” para estar dispuestos a renunciar a la simbiosis con factores del gobierno y facilitar una transición en Venezuela.
Otro elemento que analiza el estudio es el uso de las llamadas “milicias bolivarianas”, escuadrones civiles integrados en muchos casos por ancianos y militantes chavistas sin formación militar.
Su uso como primera línea, como escudos humanos, agregaría un elevado costo político a cualquier acción de fuerza por parte de Estados Unidos, que tendría que explicar la legalidad de operaciones que conduzcan a bajas dentro de este grupo.
El ejercicio también contempla la perspectiva de que mandos militares reticentes a la transición “puedan rebelarse e incluso librar una guerra de tipo guerrillero contra las nuevas autoridades”.
El panorama se agrava si se toman en cuenta los colectivos armados que operan en los barrios populares. Estos grupos ya han dado muestra de su fuerza y la letalidad de su despliegue, bien sea cumpliendo funciones de orden público para acallar protestas (como las que se suscitaron tras las elecciones de 2024) o en operativos policiales como el que redujo al oficial rebelde Oscar Pérez en 2018.
La cohesión de la oposición
La lideresa María Corina Machado, que llevó adelante la campaña electoral de la oposición en los comicios de 2024, asegura que cuenta con un plan para lograr una transición fluida.
Queda sin aclarar quién quedaría al frente de ese proceso. ¿Sería el diplomático Edmundo González Urrutia, que según las actas recolectadas por testigos electorales de la oposición, y validadas por varios gobiernos, se impuso con más de dos tercios de los votos?
¿O sería la propia Machado, la Premio Nobel de la Paz que dominó con más del 90% de los votos en las primarias opositoras, aunque luego el Consejo Nacional Electoral no admitió su inscripción?
Y la pregunta más importante: ¿está la oposición venezolana lo suficientemente cohesionada como para convertirse en gobierno?
La respuesta parece ser un no rotundo. Varios de los partidos más emblemáticos del escenario político venezolano, como Acción Democrática o Primero Justicia, han sido sometidos a procesos judiciales que han despojado a sus líderes naturales de los símbolos y la autoridad, y han cedido estos a actores más dispuestos a la convivencia con el Gobierno de Maduro.
Pero incluso entre los que siguen enfrentados al oficialismo, como el excandidato presidencial Henrique Capriles Radonski o el expreso político en el exilio Leopoldo López persisten profundas diferencias con el liderazgo de Machado.
Primero Justicia, antiguo partido político de Capriles, publicó este 24 de noviembre un comunicado en el que solicitaba la renuncia “inmediata” de Maduro, “la salida total de su grupo” y la instalación de un “gobierno de unidad nacional”.
Además, pidió que se dé “reconocimiento pleno” al liderazgo de Machado, González Urrutia y la coalición opositora Plataforma Unitaria Democrática.
Eso no significa que todas las fuerzas contrarias al Gobierno de Maduro estén necesariamente remando para fortalecer la posición de Machado, incluso a pesar del amplio respaldo internacional del que goza, aunque da señales positivas sobre la voluntad de cohesión de este sector.
La opacidad económica
¿Cómo es gobernar un país sin presupuesto conocido? Esa respuesta seguramente solo la conoce el oficialismo en el poder en Venezuela, que ha aprovechado la falta de contrapesos institucionales para saltarse compromisos elementales como la discusión de una ley de presupuesto por parte de la Asamblea Nacional.
Aunque ha habido actos oficiales en los que el parlamento controlado por fuerzas leales a Maduro vota a favor del proyecto del gobierno, desde hace varios años no se conocen públicamente detalles del plan de gastos, y con esa opacidad tendría que manejarse un eventual relevo en el poder.
Venezuela se encuentra sumida en una crisis humanitaria compleja, reconocida por la ONU, con un colapso económico y de servicios que se ha agravado por la inflación, la corrupción y las sanciones internacionales sobre el petróleo.
Estas seguramente serán eliminadas de producirse una transición, pero el resto de las circunstancias persistirán, con lo que el nuevo liderazgo se vería obligado a “volar por instrumentos”, sin conocer realmente el terreno sobre el que se mueve, con la obligación de mostrar resultados tangibles en el corto plazo.
De no hacerlo, podría enfrentar la conflictividad social en un marco de profunda penetración del chavismo en estructuras populares que cuentan con protocolos muy claros de activación.
¿Pero hasta qué punto podría un nuevo gobierno reactivar el aparato productivo en medio de una crisis de servicios como la que atraviesa Venezuela? La precariedad de la red eléctrica ha obligado en los últimos años a reducir el horario laboral en polos industriales como Carabobo, y ese no es un problema que se pueda resolver a corto plazo.
La conversación con Trump
Donald Trump ha anunciado a sus asesores que está listo para una conversación directa con Maduro, como informó el medio digital Axios, citando fuentes de la Casa Blanca que agregaron que no hay fecha definida para ese diálogo, porque los términos del mismo están en “etapa de planificación”.
Mucho de lo que suceda en los próximos días en Venezuela dependerá de esa conversación y los acuerdos que se deriven de ella.
“Tenemos operaciones encubiertas, pero no están diseñadas para matar a Maduro. Están diseñadas para detener el narcotráfico. Pero si Maduro se va, no derramaremos ni una lágrima”, dijo una de las fuentes, que habló bajo condición de anonimato.
Por supuesto que ese acercamiento se llevaría a cabo con el ominoso telón de fondo del despliegue naval estadounidense más grande desde la Guerra del Golfo en aguas internacionales frente a Venezuela.
Una de las fuentes consultadas por Axios desmiente la versión de que la presión sobre Maduro ha sido instigada por el secretario de Estado Marco Rubio, afirmando que “el halcón en Venezuela es Trump”, una frase que da pistas sobre los términos en los que podría desarrollarse esa conversación.
A diferencia de 2019, cuando los “juegos de guerra” mostraron un escenario de caos si Maduro salía del poder, hoy Trump cuenta con una estructura operativa dispuesta a ir más lejos, y Axios asegura que Rubio ha purgado el Departamento de Estado de las voces que objetan el estilo agresivo del presidente en materia de política exterior.
Con Reuters, EFE y medios locales
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