“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.”
Salmo 119:105

Natacha Féliz Franco.

Natacha Féliz Franco, en su nuevo poemario Palabras provocadas, nos sumerge en un viaje asombroso. En su lectura se percibe una mente interior, una exploración de las profundidades psíquicas del ser humano. El texto propone una invitación al viaje hacia adentro, lo que en términos psicológicos equivale al proceso de introspección: la mirada que se vuelve hacia sí misma para reconocer la trama invisible de emociones, pensamientos y memorias que conforman la identidad.

José Enrique Delmonte, en las palabras preliminares del texto, afirma que “en la brevedad encierra una dimensión oculta de lesiones infinitas”. Esta paradoja revela una idea esencial de la psicología profunda: lo fundamental no reside en la cantidad ni en la extensión, sino en la intensidad simbólica de la experiencia. En lo breve, en lo aparentemente simple, se condensan los grandes contenidos del alma.

La autora alude a cómo lo cotidiano, lo que parece banal o carente de sentido, puede tener un profundo impacto en la psique, dejando huellas duraderas que configuran el inconsciente personal. En sus apreciaciones, Natacha Féliz reflexiona sobre cómo el ser humano se desconecta de su mundo interior. La distracción, el automatismo y la superficialidad son síntomas de una conciencia fragmentada, dominada por lo externo. Frente a esto, el texto sugiere la necesidad de reconectarse con lo esencial: un retorno simbólico al Self, núcleo íntegro del yo que Jung describe como centro de totalidad psíquica.

El encanto de su verbo se transforma en una fuerza que estremece la moralidad y el discernimiento. Ella nos describe un fenómeno psicológico: la función transformadora del lenguaje. Las palabras, cuando nacen de la experiencia emocional auténtica, pueden penetrar en el inconsciente del lector, movilizar afectos dormidos y activar procesos de insight o autocomprensión. En este sentido, la literatura actúa como una forma de psicoterapia simbólica, capaz de reordenar la vida interior.

Parece gritarnos, en su poemario, su deseo de florecimiento humano. Expresa una apuesta por la integración psíquica: el movimiento de la conciencia hacia niveles más altos de coherencia, sentido y plenitud. Y es que el ser humano no puede limitarse al pensamiento instrumental o utilitario; necesita una mente elevada por la profundidad emocional y el valor simbólico de la existencia. Lo breve y lo simple pueden contener los símbolos más hondos del inconsciente.

La indiferencia es una forma de desconexión interior. El lenguaje, cuando es auténtico, posee un poder sanador y transformador. La introspección es el camino hacia la plenitud psíquica. El ideal humano consiste en una conciencia despierta y reconciliada con su propia profundidad. Este poemario puede leerse como una reflexión sobre el poder ontológico y espiritual de la palabra: una vía hacia la conciencia, una forma de tocar lo eterno dentro de lo efímero.

La brevedad del libro se convierte, entonces, en una metáfora de la paradoja de la existencia. En lo pequeño, lo simple y lo limitado habita una infinitud de significados. Lo finito (el texto, la palabra, la vida) se abre a lo infinito (la verdad, el sentido, la trascendencia). Este es un eco del pensamiento de filósofos como Heidegger, para quien el lenguaje es “la casa del ser”, o de Bachelard, que veía en lo poético una vía hacia lo esencial.

Hay, además, una crítica ética y existencial: vivimos distraídos por lo trivial y lo fútil, mientras la vida despliega señales y maravillas que pasamos por alto. Así, la obra de Féliz Franco representa una llamada al despertar, una filosofía de la atención hacia lo invisible, lo pequeño y lo profundo.

Natacha Féliz Franco.

Parecería decirnos en su narración:

Que se perpetre el fulgor, la zozobra que empieza, el logos extraviado y quien no es capaz de reconocerse a sí mismo.

Que se perpetre el regocijo, con su desventura enmascarada, su tapiz de diamantes explotados y su pintura oculta en la trampa de un viento seco.

Que se haga la quietud, la mansedumbre y el visaje bisoño del que no comprende, la posibilidad de estrechar mucho y continuar explorando.

Que lo que ha de ser, sea, en mérito de la existencia, en el perfume del prado más querido y en la celebración veleidosa de una madrugada oscura.

Y que perennemente haya niebla y no haya, el tiempo encantador, la conexión, el aire cálido, el gozo con sus meses de juerga y unas palabras en la mirada sumamente receptiva que provoquen, más que nada.

Natacha habla y sugiere una fe en la evolución espiritual del ser humano, en la posibilidad de que la literatura, y más ampliamente el pensamiento, sirvan como fuerza moral y transformadora. En este libro se celebra:

La palabra como energía creadora y reveladora.

La literatura como forma de despertar la conciencia.

Lo breve como símbolo de lo eterno.

El pensamiento humano como vía hacia una vida más lúcida, ética y bella.

En los primeros poemas: ‘’Estar’’, ‘’Lupa’’, ‘’Los demás’’, ‘’Eclipse’’, ‘’Despertar’’, ‘’Anhelo’’, ‘’Acertar’’, ‘’Destino’’ y ‘’Entrega’’ se percibe una idea central: la existencia como búsqueda del reflejo. El yo poético no existe en soledad; se reconoce en el otro, en la mirada, en el amor, en la distancia. Es una exploración del ser en relación, una noción profundamente heideggeriana y, a la vez, amorosamente humana.

“Eres todo lo que ves / Soy tu espejo.”
“Ir sin lupa, el camino se revela solo.”
“Sería maravilloso que la vida de los demás fuera nuestra propia vida.”

En conjunto, estos poemas trazan una travesía del alma que busca el sentido del amor no como emoción, sino como forma de conocimiento y trascendencia. El amor, según esta lectura, no es solo afecto, sino modo de existir en el mundo, de conocerse a través del otro, de reconciliar la conciencia con la materia, el azar con el destino.

El yo poético de Natacha parece decirnos: “Solo existo cuando amo, y solo amo cuando me entrego al ser.”

Ella teme al verbo, a la llama constante que acosa su ilación y porfía en ofrecerle soluciones que no la aprecian. Teme al desamparo. Teme desatender ese parecido subrepticio entre los escombros de esta ciudad, donde la ceguera a veces es ayudante y coartada impecable para desorientarse. Teme lo vano, ese escritorio inconsistente donde se mira el tiempo, con una cayena entre los dedos y una porción de errores, con una fatalidad extemporánea y una corazonada escondida.

Pero no le teme al desquiciado insolente con el puñal exacto para asestar la herida mortal: va borrándolo en un mar bravío, donde naufraga con sus vocablos confusos y el filo del puñal.

En sentido filosófico general, estos poemas recorren los grandes temas del pensamiento: la ausencia (‘’Vacío’’), el lenguaje y su límite (‘’Palabras’’), la banalidad cotidiana (‘’Colado’’), la iluminación (‘’Lux’’), la libertad (‘’Soy grande’’), el destino (‘’Al revés’’), el ciclo natural del ser (‘’Regreso’’), el amor (‘’¿Me quiere?’’), la muerte (‘’Epitafio’’), la unión trascendental (‘’Llamas gemelas’’), la elección (‘’Oportunidad’’) y el misterio del encuentro (‘’Inexplicable’’).

Su voz poética parece asumir una postura estoico-existencial, cercana a Pascal, Rilke o María Zambrano: aceptar la fragilidad, comprender el absurdo y, aun así, celebrar la luz que emerge del devenir. Cada poema es una meditación sobre la tensión entre lo finito y lo infinito, entre lo humano que duda y lo divino que habita en el asombro.

Estos textos configuran una constelación filosófica del ser. El amor, la ausencia, la palabra, la muerte, la luz y el retorno son facetas de un mismo enigma: la existencia que se busca a sí misma. Su voz poética piensa con la sensibilidad de quien habita entre la razón y la fe, entre el instante y lo eterno. El resultado es una poesía que no solo siente: reflexiona y se interroga, como si cada verso fuera un espejo donde la conciencia se pregunta: ¿Qué significa ser, amar, morir, volver y recordar?

Su serie poética es una antología del pensamiento contemporáneo en verso:
una crítica al simulacro (‘’Allante’’, ‘’Moda’’, ‘’Encubierto’’);
una defensa de la autenticidad (‘’Espartana’’, ‘’Jugar’’, ‘’Igualdad’’);
una reflexión sobre el poder y la existencia (‘’Relevo’’, ‘’Juzgar’’, ‘’Zona horaria’’).

El hilo conductor es la sabiduría de la resistencia: ser fiel a uno mismo, conservar la llama interior en un mundo donde casi todo se ha vuelto apariencia. Como una filósofa-poeta, su voz no describe el mundo: lo disecciona con ironía, compasión y lucidez.

Su ‘’Espartana’’ no lucha contra el enemigo exterior, sino contra la trivialidad, esa forma moderna del nihilismo. Estos poemas trazan un camino de iluminación interior:
aprender el desapego y la fortaleza (‘’Espartana’’);
buscar la autenticidad y la presencia consciente (‘’Con horario’’, ‘’Allante’’, ‘’Moda’’);
trascender la dualidad y el miedo (‘’Jugar’’, ‘’Pesadillas’’);
reconocer la igualdad y la esencia espiritual del otro (‘’Igualdad’’, ‘’Llamas gemelas’’);
transformar el dolor y las limitaciones en conciencia y sabiduría (‘’Jugar’’, ‘’Zona horaria’’).

El espíritu que emerge de su poética es valiente, lúcido y compasivo, capaz de resistir la banalidad del mundo y hallar lo sagrado en lo cotidiano.

En los últimos poemas de esta joya literaria observamos cómo el individuo transita entre el deseo, la acción y la reflexión, mostrando cómo la sed de sentido y conocimiento (‘’Recíproco’’, ‘’Memoria’’) enfrenta obstáculos externos e internos. La devoción, la fe y la búsqueda de protección espiritual (‘’Virgen de la Regla’’, ‘’Acuario’’) aparecen como guías éticas y morales. La ética del poder, la justicia y la autonomía (‘’Lord Vader’’, ‘’Gestión propia’’, ‘’Pelotón’’) se contrapone a la rutina y a la corrupción. La aceptación de la imperfección y la contingencia de la vida (‘’Idóneo’’, ‘’Horno’’, ‘’P’al carajo’’) refleja una filosofía que integra la limitación como condición inherente a la existencia.

En conjunto, sus poemas dialogan con diversas corrientes:

El estoicismo, por la fortaleza frente a la adversidad (‘’Recíproco’’, ‘’P’al carajo’’).

El existencialismo, por la búsqueda de sentido y la responsabilidad individual (‘’Un lugar’’, ‘’Hurto’’, ‘’Pelotón’’).

La ética y la política, por su reflexión sobre la justicia, la autoridad y la autenticidad (‘’Lord Vader’’, ‘’Gestión propia’’, ‘’Civilizados’’).

La estética filosófica, al valorar la imperfección y la singularidad de lo cotidiano (‘’Idóneo’’, ‘’Mi gato’’).

Su obra muestra un mapa psicológico del yo en interacción con el mundo, donde cada emoción, recuerdo o conflicto se convierte en una oportunidad de autoconocimiento, regulación emocional y desarrollo de resiliencia. Constituye una exploración de la psique humana ante la vida moderna.

El hilo conductor es la búsqueda de plenitud, autenticidad y armonía interior, enseñando que lo espiritual no está separado de la vida cotidiana, sino entrelazado con cada experiencia, emoción y acción consciente.

Y eso es precisamente lo que logra con su libro ‘’Palabras provocadas’’: fusiona los cristales y los transforma en líquido de mango. Vigila el pulso de las aguas, calcula los fulgores de la luna menguante en la montaña más alta. Llega al riachuelo que apaga la sed, dialoga con las aves, advierte a las palmeras que se cuiden de una probable tormenta humanitaria en el otoño impreciso que se aproxima. Une las piezas de un puzzle con los rayos del sol.

¿Tiene fe en que los cimientos de este planeta no sucumbirán? No rompe la mudez de muchos seres hundidos: lanza palabras, hechiza hortensias que no florecen y las envía en una travesía hacia las profundidades de la tierra, para implorarle que abra sus pétalos. Tal vez demore. ¿Pero sucederá?

¡Abrirse al mundo! Ella se abre provocando vocablos y los hace rutina. Natacha flexiona sus palabras y sus recelos, y los protege entre la serenidad y la bravura de sus poemas. Dobla el lenguaje del anhelo, no suelta el arrojo de un pliegue ni la vehemencia de unas sílabas liberadas. Engancha los bríos en una prosa de acero, entre intensas conjugaciones y oraciones firmes.

Aparta acentuaciones, paréntesis y puntos suspensivos con la esperanza —la ilusión azul— de una voz más contundente. Crea un abecedario a prueba de carcoma, de termitas: no permite que devoren sus letras potentes. Fusiona su lenguaje desde las vísceras y provoca un clamor que escribe distinto, en el verbo de las cosas sencillas y precisas.

Como el agua que se sostiene en las manos y se bebe de prisa sin que se derrame una gota, ella provoca tanto en su narrar como en sus silencios.

Evelyn Ramos Miranda

Poeta y narradora

Evelyn Ramos Miranda. Nació en Santo Domingo un 9 de febrero. Obtuvo una licenciatura en Educación Inicial y una maestría en Administración y Supervisión de Programas de Educación Inicial en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Catedrática de Educación en varias universidades. Ha sido funcionaria en diversas instituciones públicas como coordinadora de Educación en (MINERD, CONANI, IDSS y subdirectora de la Estancia Infantil de la UASD). Es Gestora Cultural. Labora como Coordinadora en la Casa de la Rectoría de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Sus poemas han sido publicados en revistas culturales y periódicos e incluidos en varias antologías, destacando Al filo del Agua, del Taller Literario César Vallejo de la UASD; Sororidad, Poesía y Narrativa (2020). Y Antología: Colección Poética Lacuhe (2022), Antología (poesía y narrativa) Detrás de las máscaras (2023). Tiene dos libros publicados: Al filo del vuelo (2023) y El País de los Dulces (2023). Ha participado en diversas Ferias Internacionales del Libro en Santo Domingo, New York, Colombia y Venezuela, como conferencista y poeta. También en diferentes tertulias y recitales del país y Puerto Rico. Es miembro del grupo poético Mujeres de Roca y Tinta. Egresada del Taller Literario César Vallejo de la UASD.

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