Las explicaciones hechas en la columna de la semana pasada pueden ayudar a entender mejor el problema. En realidad, la utilización del masculino para designar la clase, o sea, a todos los individuos de la especie, solo busca eficiencia, y no tiene una intención discriminatoria de la mujer. No implica, en absoluto, ‛una ocultación de la mujer a través del lenguaje’, como suponen los defensores del no sexismo. Parece olvidarse que el uso genérico incluye también a los animales. En una oración como ‘El ladrido de los perros no nos dejó dormir’, no se exonera de culpa a las perras, por lo cual resulta innecesario especificar que el ladrido es producido por ‘los perros y las perras’. Tampoco se excluyen de la referencia las gatas cuando se expresa que ‘En el barrio hay muchos gatos’. Pero a pocas personas se les ocurriría pensar que en estos casos hay sexismo lingüístico y que, por algún tipo de conspiración machista, el hablante está dando preponderancia y prefiriendo a los animales machos sobre sus parejas hembras.

El masculino: género NO MARCADO

En español, como se indicó anteriormente, el género es una categoría gramatical propia del sustantivo y de sus dependientes que se manifiesta mediante una oposición morfológica binaria. El sistema lingüístico diferencia con gran claridad los dos miembros de la oposición, el femenino y el masculino, por medio de la presencia o la ausencia de una marca funcional:

femenino (+)    masculino (–)

Hay evidencias de que el femenino es el elemento marcado de la pareja, casi siempre con la señal morfológica –a: Manuel–a, doctor–a. Por su parte, el masculino se considera el género no marcado, y normalmente se reconoce por no tener el signoa. Esta ausencia de –a, o no –a, puede consistir en nada (profesorprofesora, LuisLuisa), o también en una –o (niñoniña), en –e (esteesta), y en formas menos frecuentes. El carácter no marcado del masculino se pone de manifiesto en la nominalización, cuando se convierte una oración o una palabra en un sustantivo. Por ejemplo, al emplear preposiciones, conjunciones, adverbios y otras unidades que no tienen género gramatical como si fueran sustantivos, la concordancia se realiza siempre con el masculino: El de las niñas; No le pongas tantos PEROS; En el texto hay demasiados PARAS; Le respondió con un NO rotundo. Lo mismo pasa cuando se nominaliza una oración: El que lo diga mucha gente no significa que sea verdad.

Esta condición de no marcado morfológicamente es lo que le confiere al masculino un valor general, genérico, no específico. Le otorga mayor extensión semántica y, en consecuencia, más indeterminación que la que tiene el femenino. Este, por estar marcado, se refiere de manera particular y exclusiva al valor para el que ha sido señalado o designado. Sin embargo, por no poseer una señal (una marca) específica, el masculino tiene una facultad doble, según el contexto en el que sea utilizado: hacer referencia únicamente a los individuos de su género o englobar a los de ambos géneros, a la totalidad. Se trata del mismo mecanismo lingüístico que actúa en la categoría morfológica de número. La propiedad del singular como término no marcado de la oposición, frente al plural, resulta evidente cuando se comparan parejas como mesamesas, árbolárboles. El plural se indica con una señal: con –s o con –es; el singular se expresa por la ausencia de marca. Esto permite al singular ser utilizado con un valor global, inclusivo del plural. Así, todo el mundo entiende que en la oración ‘El perro es el mejor amigo del hombre’ no se hace referencia a un perro y a un hombre en particular, sino a los perros y a los hombres en general, a las especies completas, a la canina y a la humana, respectivamente. De acuerdo con lo anterior, para ser coherentes desde una perspectiva lingüística, la lucha contra el uso del masculino con valor genérico debería ir acompañada de otra que rechazara el uso del singular con valor general. No parece justo combatir la ‘desigualdad’ o ‘exclusión’ del género femenino y no exigir lo mismo con respecto al número plural.

En síntesis, y por si vale una comparación, podría decirse que el género masculino y el número singular se comportan, guardando las diferencias, como un agente de policía encubierto que, al no llevar el uniforme que lo identifica externamente como policía, puede ser considerado y, de hecho, pasa ante los ojos del público como un civil cualquiera sin dejar de ser policía.

Consecuencias negativas del ‘lenguaje inclusivo’

La primera consecuencia indeseable del llamado uso inclusivo o no sexista de la lengua es la de crear verdaderas piruetas lingüísticas. Se producen repeticiones engorrosas y unas estructuras sintácticas innecesariamente complicadas a la hora de aplicar la concordancia. Una oración como ‘Los hijos de mis vecinos chilenos están enfermos’, tendría que reformularse aproximadamente del siguiente modo: ‘Los hijos y las hijas de mis vecinos chilenos y de mis vecinas chilenas están enfermos y enfermas’. Y el dicho antes citado se convertiría, más o menos, en este esperpento: ‘El perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga del hombre y de la mujer’. A propósito, vale preguntar cómo se resolvería el problema planteado en una oración como esta: ‘Nadie salió satisfecho de la reunión’. ¿Habría que decir ‘Nadie salió satisfecho y satisfecha de la reunión’?

En un excelente artículo escrito por el académico Ignacio Bosque en 2012 y suscrito por 26 académicos de número (‘Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer’), el investigador critica las ‘guías de lenguaje no sexista’ publicadas hace unos años por diversas instituciones. El lingüista argumenta que, ‘si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar’. En realidad, las normas del llamado ‘lenguaje inclusivo’ suponen, como muy bien indica Bosque en su trabajo: «que los cambios que se solicitan han de afectar únicamente al lenguaje oficial. Se aplicarían, pues, a los textos legales o administrativos (lengua escrita) y a los discursos públicos, las declaraciones, las ruedas de prensa y otras manifestaciones de la lengua oral. Dicho de una manera más clara: se ve como algo enteramente natural que la autoridad, el responsable o el gestor que desdobla usuarios y usuarias o ciudadanos y ciudadanas se olvide de su desdoblamiento cuando ya no esté delante de un micrófono o de una cámara. Una vez abandone la tribuna o el estudio de grabación, dirá queva a cenar con unos amigos”, sin intención de excluir a las mujeres, o quetiene que ir al colegio a recoger a sus hijos”, sin que hayamos de suponer que no tiene hijas. Hablará, en una palabra, como todo el mundo

Continuará…

Orlando Alba

Linguista

Orlando Alba es un lingüista dominicano, socio de Honor de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, ALFAL, miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y académico correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua. Fue condecorado por el Estado dominicano con la Orden de Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Comendador. Ha sido catedrático de la PUCMM y de Brigham Young University. Su bibliografía incluye numerosos artículos en revistas especializadas y más de una docena de libros que analizan, principalmente, temas relativos al español dominicano. Con motivo de su jubilación, un grupo de colegas reconoció su carrera académica de más de 40 años con la publicación del libro ‘Estudios de lengua y lingüística españolas – Homenaje a Orlando Alba’ (Ed. Peter Lang SA).

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