A mi entrañable amigo, académico e investigador de las ciencias sociales, Héctor Luis Martínez, a quien le agradezco el haberme regalado las obras completas de Alexis Gómez, entre otros importantes libros.
De los llamados poetas de la postguerra, dos sobresalen por su tratamiento expansivo y rebuscador de ritmos y sentidos, desde la lengua, al momento de darle cuerpo y forma a la palabra, configurando su decir estético a partir de la poesía.
Me refiero al fenecido e inolvidable académico, investigador, poeta y crítico literario Enrique Eusebio, a quien me une, aún más allá de este mundo, una inquebrantable amistad; y al también fenecido poeta del gozo y la ironía, Alexis Gómez Rosa.
En esta ocasión, he puesto mi mirada crítica sobre la poética de Alexis Amado Gómez Rosa (nació en Santo Domingo, R.D., el 2 de septiembre de 1950 y falleció el 29 de noviembre de 2019, a la edad de 69 años). Junto con el poeta Mateo Morrison, Tony Rafúl, Soledad Álvarez, Enrique Eusebio, el académico, crítico literario e investigador Miguel Aníbal Perdomo, y el también poeta, narrador e investigador Andrés L. Mateo, integra la llamada Generación de escritores de la postguerra.
Para abordar su poética, he elegido su obra titulada La tregua de los Mamíferos (escrita en las llamas de abril de 1965), primera edición de 2005, publicada por la entonces Secretaría de Estado de Cultura, bajo la dirección editorial de José Rafael Lantigua. Fotografías de Juan Pérez Terrero, con portada e ilustraciones del pintor Silvano Lora. Edición al cuidado del poeta, también de la postguerra, Miguel Aníbal Perdomo. Composición de Penélope Infante y con diseño y pre-prensa a cargo de Nic Brito.
Nunca he pretendido encasillar su poética dentro de la búsqueda experimental, por su abordaje lúdico o juguetón desde la lengua. Sin embargo, no es lo que yo, como lector, quiera o no decir sobre su poética, sino que debo asumir lo que el texto poético me dice, desde el diálogo que se establece, desde el mismo momento en que advierto y veo su portada, su color o colores y su arquitectura formal.
El texto le habla al lector y es eso lo que me ha sucedido, porque en este diálogo entre el texto poético y yo, como lector, se impone esa búsqueda experimental y juguetona del poeta, quien, en vida y más allá de su muerte, plasmó su reverencia cotidiana y vital sobre la poética y sobre la literatura.
En particular, en este libro, una vez más, el poeta justifica el no dejarse atrapar por la voz ideológica y militante que definió el perfil de la mayoría de los integrantes de la llamada Generación de escritores de la postguerra, en referencia a los surgidos inmediatamente después de la guerra de abril de 1965.
Aún estando en medio de la guerra, el sujeto autor profundizó en la ritmicidad del poema y traspasó lo ideológico, sin dejar de asumir su compromiso vital con la vida y con la literatura. Una muestra de esa osadía humanística está plasmada en La tregua de los Mamíferos (2005), obra desde la cual nos manifiesta que:
"Sale de mí un cuerpo a hurgar en el cuerpo del día / Crótalos / buitres / portaviones U.S. Navy / alunecen visibles en mi balcón de luna invisible / clausurado en mi cuerpo todo el azul de los días." (Ver pág. 11, obra citada)
"Árbol de instantáneos reflejos soñolientos. / Tatuaje grabado en la piel seca del muro." (Ver pág. 11, obra citada)
"Vistióse el alma de mujer, fue a presenciar / el bombardeo. // Llamémosle al alma Flor de Anacahuita y a la mujer Canarí." (Ver pág. 11, obra citada)
El poeta, en medio de la guerra, sale, mira y deja traslucir, desde sus versos, el trágico panorama del conflicto y sus desastres. Al mirar, fija sus ojos en aquellas mujeres que, blandiendo la luz de los espejos sobre los techos de las viviendas, también exponían su existencia por el ideal patriótico, dentro de los límites de los intramuros.
Desde esta obra, el poeta nos narra aquel discurso de metrallas en la madrugada, sobre el puente y las calles de la ciudad; pero no deja que su discurso se embote dentro de los límites de las posiciones ideológicas del decir, porque está consciente de su misión lúdica y creativa, desde la lengua. Es por eso que ritmo y acrobacia verbal se enlazan aquí para dejarnos la música del decir, sin dejar de poner sobre el tapete de la página en blanco aquello que nos mira, convertido en aullido, ceniza y fuego.
Aquí no importa tanto lo que se dice, sino cómo se dice. Ahí reside la técnica en la poética de este sujeto-autor, quien se convierte en una extraña voz poética de la postguerra. Allí reside gran parte de las marcas lingüísticas y estilísticas de este sujeto-autor, y su no apego a lo puramente ideológico y político, como estancamiento o límite del poeta ante la subrealidad vivencial.
Lo visual aquí se constituye en decir poético que espanta o asombra. El sujeto-autor asume una poética narrativa, desde la cual nos cuenta o nos dice aquellas transfiguraciones de imágenes estalladas que no solo escucha, sino que ve y siente, y las deja salir convertidas en musicalidad del decir, en armonía de las palabras.
Aquí fluye la ciudad convertida en campo de batalla, en agonía y en parlamento de guerra. Pero en la mirada y la voz del poeta, no deja de ser espacio para la ritmicidad poética de quien la asume como su refugio de esperanza.
No es extraño encontrarnos aquí con un Villa Duarte asombrado y en plena estadía de guerra. Lo mismo ocurre con el río Ozama, San Soucí y sus aguas, y la Ciudad Colonial, en ese momento convertida en refugio contra invasores, rodeada de laberintos de llamas, pólvora y muerte.
Aun así, la voz del poeta convierte ese tétrico panorama en metáfora que invoca a la vida y a la esperanza.
Desde esta poética, el sujeto-autor es el historiador de aquellos días, narrando lo que vio y vivió desde su espacio de niño, ante el ruido de los tanques de guerra y las metrallas, reclamando nuestro derecho a vivir ante la sombra del cuerpo invasor que impuso la sombra bélica bajo la careta de la paz. El poeta no silencia aquella patraña, sino que la convierte en acordes de la lengua y sus metáforas.
Por encima de las cenizas de la guerra, el poeta asume su canto, y, desde su potencial imaginario y creativo, deja fluir su soñar, o lo que es lo mismo, su poetizar, convertido en imágenes del decir, desde la metáfora. Veamos:
"¿Qué dice hoy la muerte? / ¿No pita el aire? / Apenas reconcilio en mi templo / pájaros de locura y ceniza / cáscaras de la luna hirviendo / en los acantilados carniceros / se han ido mis ojos a contemplar la ruta / que abrió el Mustang P-51 / ¿qué dice ahora la vida? / ¿murmura el agua?" (Ver pág. 23, obra citada).
Desde esta obra, lo visual y la expansión estética del poetizar de este sujeto-autor nos deja las marcas poéticas que lo distinguen de los demás creadores de su generación. Conscientes de que este sujeto-autor merece un estudio más detenido sobre su poética, hacemos este aporte para que se pueda discutir en nuestras academias y en nuestros espacios literarios, tanto dentro como fuera del país.
Nota extraliteraria, necesaria, para conocer de manera más amplia la madriguera poética de Alexis Amado Gómez Rosa
Alexis Gómez Rosa nació en Santo Domingo en 1950. Fue poeta, ensayista y narrador. Licenciado en Letras por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y tenía Maestría en Literatura Hispanoamericana por New York University.
Fue profesor de Lengua Española en la educación pública de New York e impartió docencia sobre Cultura Dominicana en The City University of New York (Hunter College).
En 1981 fundó la colección de poesía "Luna Cabeza Caliente". Ganó el concurso de Poesía de Casa de Teatro, en 1990 con "New York City" en tránsito de pie quebrado, y en 1996 con "Self Service Poems".
Además recibió dos Premios Nacionales de Poesía "Salomé Ureña de Henríquez": en 1991 con Si Dios quiere y otros versos por encargo, y en el 2005 con "Ferrybout de una noche invertebrada".
Premio del Concurso de Cuento Funglode (2008) y primer premio del Concurso de Cuento sobre el béisbol en el mismo año 2008.
Se desempeñó, también, como director general del Libro y la Lectura, director de Proyectos Especiales y director de la Editora Nacional. Publicó en poesía Oficio de post-muerte (1973); High Quality, Ltd (1985); Contra la pluma la espuma (1990); New York en tránsito de pie quebrado (1993); Si Dios quiere y otros versos por encargo (1996); Self Service Poems (2000); Adagio cornuto (2000); Lápida circa y otros epitafios de la torre abolida (2003); La tregua de los mamíferos (2005); Ferryboat de una noche invertebrada (2006); Marginal de una lengua que persigue su forma (2009); Prosas de un peso welter (2011); Máquina olandera y otras olas de lava & Lanman (2014) y Coartada, el poema (póstumo, 2020).
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