Hay un país en el mundo, colocado en el mismo trayecto de lo risible y lo real, un país de cocos y palmas, un país de tierra rota, un país donde los cocos caen del cielo como un acto mecánico y las palmas se alzan en tarros reciclados, no es difícil imaginar que el arte florezca de las maneras más inverosímiles, bajo la frágil capa de la moda, la superficialidad y el deseo de reconocimiento. La Bienal de 2025 celebraba ese país, donde incluso la palma en su tarro reciclado parecía poseer un significado profundo, aunque no fuera más que una respuesta vacía a la necesidad de llamar la atención, de estar presente en el mercado del arte, no es un país donde el arte nace de la tierra, sino donde la tierra misma se convierte en una metáfora, una caja de sorpresas diseñada para deslumbrar a los jueces más snobs.

Y entonces uno se pregunta: ¿es este país el mismo del que habla el poema? «Hay un país en el mundo, colocado en el mismo trayecto del sol, oriundo de la noche» —un país cuya tierra cruje bajo las huellas de los campesinos, que se disuelven con el esfuerzo de labrar una tierra que no les pertenece, que no les nutre. En esta tierra real, la palma no es un símbolo de triunfo, sino una planta que lucha por sobrevivir. No hay tarros reciclados ni ficciones de innovación; hay sudor, hay cansancio, hay un hombre «desterrado en su tierra»

La tierra es algo tangible, no un concepto abstracto para una galería. Es «fluvial, frutal, y material», pero también «tórrida y pateada», como las esperanzas de los participantes que tardaron meses e invirtieron dinero en una propuesta, para ser burlescamente derrotados por un simulacro de idea. En la Bienal, el arte parece transformar todo lo que es tangible en algo etéreo, en una propuesta que debe ser ambigua y pretenciosa para alcanzar la validación. Sin más rodeos, aquí les traigo la segunda entrega de mis propuestas para conquistar la Bienal 2026, acompañada de un extra muy especial: enemas para el alma.

Propuesta artística No. 5, para la 32.ª Bienal Nacional de Artes Visuales, 2026. Obra: «Colgando la Nada, instalación en perchas y vacío existencial» 10 perchas, una tabla, clavos del alma y trajes ausentes para una sociedad que sólo se viste para la mirada del otro.

Aquí, sobre un palo rústico —quizá resto de una puerta vieja, quizá cruz inconclusa— se alzan diez perchas de plástico, clavadas con puntillas proletarias, sosteniendo con gran dignidad… la nada vestida de todo.

Una obra que no muestra, sino insinúa, y en esa insinuación grita más fuerte
que cien maniquíes en una boutique iluminada por egos.

Descripción de la obra:

  • La tabla o palo: No es simplemente soporte. Es la columna vertebral del absurdo, una viga emocional sobre la que descansa el peso invisible de una sociedad que valora más el traje que el cuerpo,
    más la marca que el ser.
  • Las perchas de plástico: Transparentes o de colores chillones, no importa: todas representan la fragilidad de lo que “sostiene” nuestra imagen.
    Plástico barato que imita la elegancia, como tantos discursos en horario estelar.
  • Las puntillas: Ahí están, sin disimulo, sujetando con violencia esos ganchos vacíos. Porque la apariencia no se mantiene sola:
    hay que clavarla, forzarla, martillarla con publicidad, filtros y falsos diplomas.
  • Los trajes invisibles: Sí, están ahí. Son los trajes del éxito falso, de la moral impostada, del progreso anunciado pero nunca sentido.
    Como en el cuento del emperador, todos fingen verlos,
    porque admitir su ausencia es arrancarse el disfraz.

Lectura simbólica:

Esta obra representa a la perfección la lógica de una sociedad que prefiere parecer antes que ser, que vive para la vitrina y muere por dentro.

Donde cada percha vacía es un alma colgada, un cuerpo que se quedó sin nombre por no tener el traje correcto.

Presentación sugerida

Montar el palo con sus perchas en posición vertical, como un tótem o poste de los lamentos. Una iluminación cenital generará sombras largas de nada,
proyectando en la pared los trajes ausentes para que el espectador se pregunte: “¿Dónde están los cuerpos?” ¿Dónde estoy yo?”

Performance opcional: Durante la muestra, un performer podrá pasar frente a la instalación colocándose distintos sacos invisibles, desfilando con aire de importancia, mientras una voz en off recita currículums falsos, logros inventados y frases motivacionales huecas.

Epílogo visual: «Colgando la Nada» no necesita colores. El color es el reflejo de quien la mira. Y si no ves nada, quizás es porque estás viendo demasiado.

Propuesta artística No. 6, para la 32.ª Bienal Nacional de Artes Visuales, 2026.  Obra: «Senderos Ardidos: instalación en goma y fuego» Clavos, tabla chamuscada y chancletas Samurai como mapa espiritual del país que camina descalzo pero sigue en pie.

Aquí yace, clavada en la historia, una obra de arte que no se expone: resiste. Una instalación de andar y ardor, de goma barata y mística barrial: presentamos con solemnidad tropical la pieza titulada «Senderos Ardidos».

Descripción de la obra

Dos chancletas Samurai —modelo de la resiliencia nacional— han sido crucificadas con un clavo de zinc sobre una tabla sobreviviente de un incendio doméstico. La madera aún huele a humo y derrota, pero sostiene con dignidad a sus inquilinas de goma fundida.

Una de las chancletas ha perdido la lengüeta delantera, esa pieza insignificante que, al romperse, convierte al calzado en símbolo definitivo de la decadencia.

Lectura poética del conjunto

  • Las chancletas Samurai: No son calzado, son ideología.
    El uniforme no oficial del dominicano promedio. Con ellas se barre, se friega, se baja al colmado, se sobrevive a ciclones y a recibos de luz impagables. Aquí, se presentan clavadas, no por blasfemia, sino como reliquias del pueblo crucificado por su propia pobreza.
  • El clavo de zinc: No une, hiere. Es la herramienta de la precariedad,
    el símbolo del “resuelve” nacional. Donde falta pegamento, ahí va el clavo. Donde falta dignidad… también.
  • La tabla quemada: No fue elegida: sobrevivió. Fragmento de una casa que ya no existe, madera negra como la memoria de un país incendiado por la indiferencia. Es suelo, es altar, es tumba y testigo.

Presentación sugerida

La pieza será montada sobre el suelo de la sala de exposiciones, rodeada de cenizas esparcidas simbólicamente. Una luz tenue parpadeará encima,
como bombillo de galería que depende de una planta eléctrica compartida.

Performance opcional: Durante la inauguración, un performer podrá intentar caminar con la chancleta rota, hasta tropezar. El público aplaude o reflexiona. O ambas cosas.

Mensaje final

«Senderos Ardidos» no camina, ya caminó. Y ahora, como el país, reposa —carbonizada, rota, clavada— pero no desaparecida. Porque hasta una chancleta destruida tiene más historia que un muro lleno de lienzos vacíos. 

Propuesta artística BONUS TRACK, para la 32.ª Bienal Nacional de Artes Visuales, 2026. Obra: «Enemas para el Alma» — instalación de purificación ancestral y toxinas espirituales.

En un tiempo no tan lejano, cuando la medicina aún era un acto de fe y la sabiduría popular cabalgaba sobre recetas transmitidas entre generaciones, existía un remedio profundo, casi mágico, el lavado estomacal, un acto ritual de purificación del cuerpo, como si el alma se pudiera desintoxicar a través de un tubo que penetraba la carne, haciendo fluir soluciones curativas de agua, vinagre, sal y bicarbonato hacia lo más hondo de los intestinos. Una limpia que los abuelos juraban necesaria, pero que hoy nos resulta tan ajena, como si el tiempo hubiera lavado también la memoria de esos remedios olvidados. Hoy, tras el veredicto de la reciente Bienal, todos aquellos que hemos perdido el tiempo enfocándonos más en los errores que en lo positivo, deberíamos someternos a una buena dosis de enemas para el alma, con la intensión de purificar nuestras expectativas y eliminar las toxinas de la crítica vacía que tanto nos consume. PD: Me dan el número 7 por superstición. 

Descripción de la obra

Sobre un pedestal de madera envejecida, en una mesa de hospital que aún guarda la fragancia de la desinfección pasada, se exhiben tres recipientes transparentes, cada uno lleno con la solución de un purificador de almas:

  1. Agua y jabón que arrastra las impurezas, como si las mentiras se pudieran disolver con un frotado cuidadoso.
  2. Agua y vinagre que, al igual que las palabras amargas, limpia las entrañas pero deja un retrogusto de quemadura.
  3. Solución salina que refresca el alma en su estado más crudo, un líquido salado que recuerda las heridas del cuerpo y del corazón.

Cada uno de estos recipientes está conectado por finos tubos de plástico translúcido, como venas modernas, que se enlazan en una red simbólica, formando un circuito de purificación donde las toxinas espirituales viajan a través de las entrañas del ser. Una manguera vieja, cubierta de polvo, se extiende desde un extremo de la instalación, como si invitara al espectador a introducirse en la máquina del tiempo, a volver a un pasado donde la limpieza no solo era del cuerpo, sino también del alma. 

Lectura simbólica

La obra propone una reflexión sobre el vínculo entre la sanación física y la emocional, el cuerpo y el alma, esos dos territorios que hoy, en nuestra era de pastillas rápidas y soluciones instantáneas, se nos escapan entre las manos. La enema, como procedimiento de "lavado", se transforma en un ritual que expulsa las toxinas del espíritu; el vinagre de la amargura, la sal de las cicatrices y el jabón de la falsa pureza. Cada solución es una metáfora de los tratamientos que buscamos para sanar lo que no vemos, una sociedad llena de residuos emocionales, donde la limpieza del alma se convierte en una tarea olvidada, tan antigua como nuestros abuelos y la necesidad de premiar una maseta de palma. 

Presentación sugerida

La instalación debe ser montada sobre una mesa de acero, como si fuera un espacio quirúrgico, con luz fría que proyecte sombras largas, creando una atmósfera clínica, casi aséptica. Los tubos de plástico deben estar conectados a un sistema que permita la circulación de las soluciones, como si estuviera vivo, respirando y purificando.

El espectador será guiado a través de esta instalación, invitado a observar la dualidad del remedio: por un lado, la promesa de curación, y por otro, la advertencia de los efectos secundarios de la imposición de la limpieza, de la purga que nos vacía, pero nunca nos llena.

Performance opcional

Durante la exposición, un actor vestido como curandero o médico de antaño recitará un monólogo en el que describe, con voz grave y solemne, las antiguas recetas de purificación del alma, invitando a los espectadores a "participar" en una limpieza simbólica. El curandero ofrecerá pequeñas dosis de "purificador espiritual" a los asistentes, utilizando cucharas de plata, mientras habla de la toxicidad del mundo moderno y de la necesidad de regresar a la medicina ancestral cando en las bienales se premiaban verdaderas obras de arte.

Epílogo visual     

«Enemas para el Alma» es una obra que no solo purifica, sino que también deja una sensación de vacío, cuando las decisiones del premio han sido colocadas rectalmente sin utilizar la enema. La ausencia de lo verdadero en la medicina moderna se siente en la solución transparente, un fluido que no termina de curar y que apunta a que en la próxima bienal haremos filas con plantas de diferentes especies en tarros de supermercado a ver si corremos con la misma suerte. Las mangueras, conectadas a recipientes vacíos, sugieren que la limpieza espiritual no llega jamás al final, y que lo que realmente necesitamos no es el enema, sino la paciencia de un remedio que solo la memoria ancestral puede proporcionar tratando de que se use la transparencia y la coherencia al momento de curar los premios.  Como en el arte, como en la vida, el cuerpo puede ser limpio, pero el alma, tal vez, nunca lo estará después que nos han dado hasta con el cubo del agua. 

Propuesta artística No. 7, para la 32.ª Bienal Nacional de Artes Visuales, 2026.  Obra: «Purgante Nacional (o cómo nos hicieron tragar una mata de palma y aplaudir)» Una mano de pilón, cáñamo de plátano, tusas secas y baquetas de cañafístola como receta ancestral para aliviar el empacho del alma… y el mal gusto premiado.

Advertencia para estómagos delicados. Esta obra contiene ingredientes naturales, recetados por generaciones de abuelas, curanderas y artistas hastiados. No apta para quienes aún creen que una mata de palma en un tarro es el clímax del arte nacional.

Descripción de la obra

En el centro de la instalación se encuentra una mano de pilón de majar café, objeto sagrado del hogar campesino, símbolo fálico, mágico y gastronómico a partes iguales. No tallado por escultores de renombre, sino por el tiempo, el uso y la fe en el sabor amargo que cura.

A esta mano de pilón se le ha amarrado con cáñamo de plátano — no cuerda industrial ni nylon gringo— sino fibra de la tierra, con la que antes se amarraban las cargas y ahora se amarran los recuerdos.

El cáñamo sostiene con firmeza un paquete de:

  • Tusas secas (las cáscaras gloriosas del maíz ya digerido por el fogón),
    y Baquetas de cañafístola, esas ramas amargas como un lunes sin café,
    usadas ancestralmente como purgante natural para expulsar lo que el cuerpo no debió haber tragado.

Lectura poética y simbólica

Este conjunto de objetos representa una metáfora visual de la limpieza espiritual del pueblo, y una denuncia visceral al empacho estético que nos han hecho tragar con ciertas decisiones curatoriales recientes.

Porque así como la cañafístola barre los intestinos, esta obra busca barrer el criterio artístico disuelto en palmas ornamentales.

  • La mano de pilón: fuerza campesina, identidad que golpea y transforma.
  • El cáñamo de plátano: unión de lo sencillo, lo útil y lo resistente.
  • Las tusas: lo que queda cuando se extrae lo esencial —como el arte sin alma.
  • Las baquetas de cañafístola: dosis de realidad amarga que nos recuerda que no todo lo natural es noble, y no todo lo premiado es arte.

Colocar la mano de pilón en posición vertical, como si fuera un tótem rural.
El paquete de tusas y baquetas debe pender firmemente, atado con el cáñamo en una tensión poética: como quien amarra el juicio para que no se le vaya del cuerpo.

Al pie, una tarja que diga:

“Si esta obra te da náuseas, no es casualidad. Es parte del tratamiento.”

Performance sugerido

Un actor vestido de curandero o artista folclórico leerá en voz alta el acta del premio a la mata de palma, y luego ofrecerá dosis simbólicas del purgante al público, servidas en tapitas de ron.

Como bien sabemos, cualquier disparate envuelto en un velo poético puede parecer sublime a simple vista. Pero el arte —el verdadero arte— exige algo más que discurso, demanda riesgo, pensamiento, y una voluntad de desdibujar las formas hasta tocar la médula. No podemos seguir celebrando el simulacro, ni premiar con trescientos mil pesos la enésima mata en un tarro con pretensiones conceptuales. Si el arte ha de ser revelación, que no sea un disfraz bonito de la nada, sino un temblor que incomode incluso al que lo crea. PD: Para ganar la próxima bienal, cada participante deberá interpretar la tercera sinfonía de Rachmaninoff con un pito de tráfico.

EN ESTA NOTA

Esteban Tiburcio Gómez

Investigador y educador

El Dr. Esteban Tiburcio Gómez es miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Licenciado en Educación Mención Ciencias Sociales, con maestría en educación superior. Fue rector del Instituto Tecnológico del Cibao Oriental (ITECO), Doctor en Psicopedagogía en la Universidad del País Vasco (UPV), España. Doctor en Historia del Caribe en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), entre otras especializaciones académicas.

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