Cuando el sujeto creador asume la lengua desde su función estética, entra a un estado de transformación espiritual y subvierte la realidad, para imponerse sobre su propia sombra, hasta convertirla en otra realidad, entrando, entonces, al mundo de un posible absurdo que, al final, se constituye en una realidad sentible, aunque sublime, es mirable y olfateable.
Y es que la construcción de lo estético se convierte en acto creativo, desde la pintura, desde la música o desde la poesía. Eso es lo que sucede en una obra como "El rey de la muerte", como resultado de las
"El rey de la muerte" (Poemario de la colección "Museo salvaje", Nueva York Poetry Press, editor Francisco Trejo). Autor: Héctor Geager, 2024. 102 págs.

En esta obra, la lengua, en su estado de acción y creatividad, hace de la palabra su base de anclaje estético, para dejarnos aquello que el sujeto-autor visualiza, huele, asume y acoge o rechaza como parte de su vivir.
Es la experiencia emocional de la cotidianidad del ser lo que transcurre en estos versos, para dejar traslucir la experiencia vivencial del sujeto-autor.
La voz del poeta se nos convierte en eco de una experiencia sentimental o de algún transcurrir por los laberintos del existir.
El absurdo es parte de esta poética del desencanto que el sujeto-autor nos deja traslucir en su canto. La mujer se nos muestra aquí como eje temático de un poetizar que fluye entre la melancolía y el llanto que provoca el abandono.
Aquello que transcurre entre el amante y su amada se deja fluir aquí como parte de una trama lírica, manifestada desde el poema.
Deseo y lo indeseado confluyen en una misma vertiente temática, para servir de pauta expresiva ante los desahogos del amante.
El poeta deja traslucir su angustia amorosa en estos versos, convirtiendo su voz poética en el decir de la experiencia soñada o del suspiro intimista vivido o desvivido.
Hay en estos versos una tonalidad de angustia y tristeza, como si el amante buscara diluir su angustia en su decir. La palabra es aquí la vía de escape de la soledad del poeta. Veamos:
(…)
Facilidad de acceso al olvido/Aplicación de inteligencia artificial/Sin entendimiento de su funcionamiento/Después de alcanzar la singularidad/Reformateas disco oscuro/Pero mantienes el mismo sistema operacional/Sin actualización alguna, vas a volver a colapsar/¿Pero si eres un virus troyano?/Tú misma te autodestruyes en las sombras/Reproduciendo quien no eres/Creyente de tu propia ficción de remolacha/
(…)
(Ver poema titulado "Poema de la mujer araña", pág. 41. Obra citada).
La muerte queda plasmada aquí como inseparable porfía del humano. Y es que no hay forma ni manera de escapar de su galope indetenible sobre el tiempo.
El vacío o la ausencia se muestran como ejes temáticos en esta obra, induciendo al sujeto-autor a manifestar su delirio desde el recuerdo de los matices de la amada.
Es este un poemario de la melancolía, donde el desamor se impone sobre la mirada de quien reclama ser amado, quedando sumergido en la nada.
La muerte, reitero, más que una temática humana apegada al sujeto, se asume aquí como una alternativa del vivir, a la que el sujeto-autor se apega, como espacio final de la agonía particular del poeta.

En el poema que lleva el título de esta obra, "El rey de la muerte" (págs. 43/44), el sujeto-autor detalla la configuración de la posible imagen de la muerte. Veamos:
"Los huesos se caen/Nos llenamos de hoyos/El caballo con ojos en las rodillas/Las miradas óseas diciendo 'abandonen el alba'". No volteen la demesura y la exageración dailiana. Acepten su embobamiento de surrealismo tóxico Y languidezcan relojes hasta la separación del alma y el cuerpo, cuando calaveras cabalguen caballos de huesosllenos a tiempo.
(Fragmento del poema "Rey de la muerte").
Es que el vivir no es sin su contrapartida, el morir, y el poeta hace suya esta aparente dicotomía para dejarse desplazar por los bordes de la palabra, en búsqueda del espacio que le permita levantarse sobre su propia desventura.
En conclusión, en esta poética de cotidianidad, el desvivir por los vacíos provocados por la ausencia de la amada conlleva al poeta a formar su refugio existencial en los resquicios de la palabra hecha imagen, símbolo y armonía. Hecha rítmicidad, desde el poema.
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