Los 92 asientos del salón octagonal de la Universidad Católica de Santo Domingo fueron ocupados por artistas de ayer y de hoy, compositores, escritores, periodistas del área cultural y artística, y amigos y cómplices de Félix Jiménez (Felucho), en el lanzamiento de su más reciente título: El Bolero en Iberoamérica,

Ese fue el lugar seleccionado para la cita con el bolero y su historia la noche del pasado jueves 18. Asientos ocupados por personas de la talla de Fernando Casado, Rafael Solano, Sergio Sarita Valdez, Juan Carlos Mieses, Ellis Pérez, Jorge Ramos, Ángela Hernández, José Mieses, Orión Mejía, Rafael Peralta Romero, Héctor Olivo, Peter Croes y Ana Melba del Rosario, por citar solo algunos.

La presentación del libro estuvo a cargo de Mario Díaz, un compositor de reconocimiento, luego de una introducción del doctor Valentín Ramos.

La presentación de Mario Díaz

Mario Diaz presenta El Bolero en Iberoamerica. A su lado Rafael Solano, Felix Jimenez, y Valentín Ramos.

Díaz, quien también es periodista, ofreció una intervención tan creativa y fresca que no será fácilmente olvidada por el público. Resumió la labor que en favor de la cultura, en especial de la música, que ha desarrollado Felucho Jiménez. Además, jugó hilando títulos de boleros con la emotividad de la noche.

El Bolero en Iberoamérica, el título más reciente de Felucho

Díaz ha concedido autorización a Acento para compartir sus palabras:

"Quienes estamos aquí no solo somos amigos del autor, sino que amamos el bolero. Por eso, esta reunión constituye un motivo especial para celebrar el nuevo aporte a la bibliografía musical dominicana hecho por nuestro querido y talentoso amigo Félix Jiménez, a quien todos conocemos como Felucho.

Su amor por la música viene desde su niñez y ha estado ligado a ella a través del tiempo, como ciudadano común y como funcionario público. Desde la Fundación de la Refinería Dominicana de Petróleo produjo siete colecciones que contienen 118 CD y 3 DVD, entre ellas 'Un siglo de música dominicana', 'La canción romántica dominicana', 'Cantos a nuestros pueblos' y 'Clásicos dominicanos', así como 'Orquestas y conjuntos dominicanos del siglo XX', 'Voces de ayer y de siempre' y antologías musicales dedicadas a Luis Kalaf, Bullumba Landestoy, Mario de Jesús y Billo Frómeta, entre otros aportes.

No es mi intención hacer un desglose de cada capítulo, pues sería como contar la película y provocar que el cinéfilo deseche la taquilla y se pierda la inversión de los dueños del cine.

De todos modos, es oportuno destacar que el autor se sumerge en los vericuetos del origen y la evolución del bolero, cadencioso ritmo que con tanto acierto ha fotografiado los encantos, misterios e inconvenientes amorosos, enfocándolos con la magia del lente musical y transportado por voces imperecederas.

Felucho nos brinda una panorámica sobre los ritmos que antecedieron al bolero en los países donde se consolidó como dueño y señor de las velloneras, la radio, la televisión y los espacios destinados para la diversión bailable y, quiérase o no, aromatizados con sorbos de licor.

Con una agradable presentación, redacción ágil y apelando a una rica documentación, Felucho nos invita a recorrer los senderos de la fundación de conservatorios de música, soporte esencial para la formación musical de importantes pioneros del popular género, y a escudriñar las huellas que con el paso inapelable del tiempo ha dibujado el bolero en la mente y los corazones enamorados y, por igual, en los presidiarios del despecho.

Asimismo, resalta el rol determinante que desde el principio desempeñó la guitarra, como instrumento melódico por excelencia para desplegar, desde los rincones más recónditos de la inspiración, sentidos boleros. Guitarristas con muy poca o ninguna instrucción, pero con enorme talento y destreza para transmitir lo que la canción necesitaba. Así vimos surgir trovadores, dúos, tríos, cuartetos y otras formaciones donde el protagonismo de la guitarra es innegable. La cosa dio un giro enorme cuando al bolero arribaron los pianistas, quienes lo enriquecieron y elevaron su nivel de elegancia y musicalidad.

Mostrándonos el paisaje de la evolución y desarrollo del bolero (sin obviar los subgéneros del ritmo) y otorgándole la debida importancia a los medios que lo difundieron y contribuyeron a su popularidad e internacionalización (radio, televisión y cine), Felucho cita a los primeros boleristas antillanos y mexicanos, con una relación de sus obras principales y los años en que surgieron tales canciones.

Pero no podemos soslayar que el bolero gira en torno a una temática primordial: el amor entre el hombre y la mujer. Y es que tanto en Cuba como en Puerto Rico, México y República Dominicana, quienes abrazaron el bolero como parte de su identidad artística lo hicieron apelando a contenidos que salpicaban de cariño, engaño, desencanto, recuerdo, olvido, ensueño, nostalgia, ausencia, promesa, juramento, arrepentimiento, vehemencia y una cadena de sentimientos que nos han repetido al oído que 'sin ti no podré vivir jamás', porque 'tu amor es mi espina y por las cuatro esquinas hablan de los dos', que 'mi paraíso eres tú' y que por eso te canto con 'esta guitarra que llora sonora y doliente', preguntándote '¿y qué hiciste del amor que me juraste?'.

Esas canciones nos han servido como escudo para poderle hablar con voz y palabras ajenas a la persona amada. Muchos de nosotros estamos aquí gracias a los versos de algunos boleros que aguijonearon a nuestros padres (y, como a ellos, a nuestros abuelos).

Esas canciones nos facilitan las cosas para decirle a quien amamos que 'sin saber que existías, te deseaba y antes de conocerte, te adiviné', o que 'estando contigo me olvido de todo y de mí', que 'como única dueña estás en mi corazón', porque 'solamente una vez amé en la vida', así que 'perdámonos donde nadie nos encuentre nunca, nunca'.

Señoras y señores: esas canciones nos conducen a decirle a la persona amada o pretendida: 'Júrame que, aunque pase mucho tiempo, no olvidarás el momento en que yo te conocí', que 'oigo tu voz en cada amanecer y un beso tuyo el sol me va a traer' porque 'usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos', 'un imposible amor que me está matando sin piedad' y que 'no sé decirte cómo fue, pero de ti me enamoré', además de que 'si vivo cien años, cien años pienso en ti'.

Esas canciones nos dejan 'ciego de amor' por el 'amor perdido' a quien extrañamos porque 'es la historia de un amor como no hay otro igual', y que comparamos con un 'capullito de alelí', soñando con que 'ahora seremos felices' escuchando 'campanitas de cristal', pero 'allí donde tú sabes', porque igual que con 'aquellos ojos verdes de mirada serena', 'en la vida hay amores que nunca olvidarse'.

Esas canciones nos dicen que 'si me comprendieras, qué feliz sería', afirman que 'cómo dejar de quererte si no estás conmigo', pero 'en la oscuridad, donde nadie va', 'quiero entregarme a ti en una forma total, no con un beso nada más', porque 'tú no podrás olvidar' que eres esa 'india soberbia que inspira mi canto' y que, aunque 'lo tuyo es puro teatro', 'si no estás conmigo hay tristeza' y es mejor 'que pare la vida'.

Felucho distingue a los grandes autores, compositores e intérpretes del bolero también en otros países iberoamericanos y en Estados Unidos, encaminándonos por las páginas de la hermosa historia de este género musical inmortal y, de un modo u otro, poniendo sobre la mesa una tarea: no dejemos morir el bolero, porque los corazones románticos siempre laten con más pureza y sensibilidad.

Señoras y señores: con El Bolero en Iberoamérica, tenemos otra prueba de que el alma de Felucho es el alma de un artista que vive entre las rejas del cuerpo de un político y economista".

El Bolero en Iberoamérica, el título más reciente de Felucho

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