El presidente de la Junta Central Electoral (JCE), Román Andrés Jáquez Liranzo, dictó la conferencia titulada: “Sistema Electoral en América Latina: desafíos y oportunidades para la democracia”, en la que contextualizó el nacimiento del modelo latinoamericano y detalló ocho desafíos que enfrentan los órganos electorales de la región y resaltó cinco pilares para enfrentarlos.

Durante su disertación en el “Foro nacional de expertos para conocer sobre el sistema político electoral de la región de América Latina y el Caribe”, el presidente del órgano electoral explicó que en años recientes surgió un repertorio de amenazas sofisticadas y difíciles de anticipar, que exigen fortalecer los mecanismos de protección institucional y adaptar la función electoral a un entorno más complejo y volátil.

Precisó que el primer desafío que enfrentan los órganos electorales son las estrategias de presión y deslegitimación institucional que buscan incidir en su desempeño y limitar su capacidad de acción tales como: la imposición de restricciones operativas, retrasos en la aprobación de recursos esenciales y propuestas legislativas dirigidas a modificar atribuciones o alterar la forma en que se designa a sus autoridades.

Citó como segundo desafío, los agentes de desinformación e inteligencia artificial. Indicó que la desinformación y el uso malicioso de tecnologías basadas en inteligencia artificial constituyen uno de los mayores desafíos para las autoridades electorales, debido a su capacidad de distorsionar información, confundir al electorado y alterar la conversación pública.

“La inteligencia artificial generativa facilita la producción de contenidos falsos altamente persuasivos. Los deepfakes de audios y videos permiten imitar voces y rostros con precisión, mientras que las manipulaciones simples o cheapfakes se viralizan con facilidad”, precisó.

Como tercer desafío mencionó los riesgos presupuestarios y operativos. En ese sentido, sostuvo que la falta de recursos suficientes y oportunos constituye uno de los peligros más críticos para el desarrollo adecuado de los procesos electorales, ya que cuando los fondos se aprueban tarde o de manera incompleta, los organismos deben adoptar medidas de contingencia que afectan la logística, la capacitación y la calidad técnica de las elecciones, así como la insuficiencia de capacidades para fiscalizar y sancionar infracciones.

En cuanto al cuarto desafío, indicó que las amenazas a la integridad física y moral de los funcionarios electorales tras señalar que cuando las presiones institucionales y los riesgos operativos se combinan con ataques directos hacia quienes ejercen la función electoral, el impacto sobre la democracia se vuelve aún más grave.

Como quinto desafío, citó los ataques al diseño electoral latinoamericano, lo que se refleja en los intentos de modificar o reducir competencias esenciales de los órganos electorales que buscan desconfigurar el modelo extrapoder “clave para garantizar la imparcialidad, estabilidad y profesionalismo en la administración electoral”.

En el sexto desafío planteó la violencia política contra las mujeres y la lucha por la paridad, en ese aspecto, dijo que a pesar de que América Latina impulsó importantes reformas de representación, las mujeres continúan enfrentando agresiones, expulsión deliberada, ataques en redes sociales y campañas de desprestigio que buscan intimidar, silenciar o forzar su retiro de la vida pública y se agravan en el entorno digital.

Como séptimo desafío, destacó el financiamiento político ilícito y riesgos para la democracia. En ese sentido, consideró que la infiltración de recursos provenientes del narcotráfico, el lavado de activos y otras economías ilícitas se ha convertido en uno de los riesgos más graves para la integridad de los procesos electorales.

Finalmente, como octavo desafío, señaló el abstencionismo y apuntó que el aumento sostenido de la abstención constituye uno de los desafíos más preocupantes para los sistemas electorales de la región, tras señalar que la participación electoral tradicionalmente es un indicador de la vitalidad democrática y en la actualidad muestra una tendencia descendente vinculada a la desafección política, pérdida de confianza institucional, incertidumbre económica y saturación informativa “lo que dificulta la toma de decisiones”.

Pilares que fortalecen la función electoral

El presidente del órgano electoral, Román Andrés Jáquez Liranzo, expuso que los cinco pilares que fortalecen la función electoral en la región y ofrecen una hoja de ruta para enfrentar los desafíos son la confianza, la profesionalización técnica y académica, la transparencia activa y comunicación institucional estratégica, así como la resiliencia institucional; la cooperación regional y el acompañamiento internacional, y el papel de la sociedad civil, la cual se convierte en una aliada estratégica para las instituciones electorales.

Añadió que estas iniciativas crean un entorno de cooperación donde la sociedad civil no solo observa, sino que incide, acompaña y respalda el trabajo de las autoridades electorales.

“La democracia es un esfuerzo cotidiano. El único sistema político capaz de garantizar convivencia pacífica, respeto a la dignidad humana y canales legítimos para resolver nuestras diferencias. Y aunque sea imperfecta, sigue siendo el marco más seguro para proteger nuestros derechos, asegurar alternancia y construir un futuro basado en reglas compartidas, puntualizó.

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