¿Y si el fracaso de nuestras escuelas no es un fracaso en absoluto? ¿Y si es, en cambio, un éxito para unos pocos? Durante las próximas entregas, desvelare esa verdad incómoda en una serie de cuatro artículos. Esa entrega inicia hoy con una paradoja desoladora: a pesar de una inyección masiva de fondos desde 2013, los datos de PISA y las estadísticas nacionales e internacionales revelan un panorama desolador. Los estudiantes dominicanos siguen en los últimos lugares del mundo en aprendizaje, demostrando que el dinero no ha sido suficiente. Les invito a confrontar la evidencia de por qué este sistema, más que roto, parece diseñado para la mediocridad.

Recordemos por un momento la esperanza que recorrió la República Dominicana a principios de la década de 2010, mi hijo, que hoy es un adolescente de 14 años, aún no había nacido. Una movilización social sin precedentes, un clamor ciudadano que unió a toda la sociedad, logró una victoria histórica: consagrar por ley que el 4% del Producto Interno Bruto (PIB) se destinara a la educación. Desde 2013, miles de millones de pesos, una inyección masiva y sostenida de recursos, comenzaron a fluir hacia un sector que por décadas había recibido migajas, promediando apenas un 1.8% del PIB.

La promesa era transformar el futuro del país, cerrar las brechas de calidad y equidad, y ofrecer a cada niño la oportunidad de desarrollar su potencial. Más de una década después, esa promesa yace rota en el fondo de las clasificaciones mundiales. Los resultados son, sin rodeos, desoladores.

Este abismo entre la gigantesca inversión financiera y la indigencia de los resultados educativos no es un error de cálculo. Es la primera pista para entender una verdad incómoda y perturbadora. La tesis de mi análisis es que la persistente mediocridad del sistema educativo público dominicano no es un fracaso accidental. No es el resultado de la simple inercia o la falta de capacidad. Es, por el contrario, un componente funcional, si no explícitamente diseñado, de una estructura de poder que se beneficia de la desigualdad.

La mediocridad está diseñada para mantener un orden social estratificado, un mercado laboral que necesita mano de obra barata y poco cualificada, y una ciudadanía con capacidades limitadas para el pensamiento crítico. En resumen, y que esta frase resuene: el sistema no está roto; funciona precisamente como la estructura de poder lo requiere.

Un veredicto en cifras

El veredicto más claro y descarnado nos lo da el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, las famosas pruebas PISA de la OCDE. Mientras el discurso oficial celebró los resultados de 2022 como un "desempeño histórico" y un "alentador progreso”, un análisis sereno de los datos pinta un cuadro de emergencia nacional.

Veamos los hechos:

  • Matemáticas:Imaginen a 100 jóvenes dominicanos de 15 años. Según PISA, 92 de ellos carecen de las habilidades matemáticas más fundamentales para la vida. Solo un 8% alcanza el nivel básico, una cifra que choca brutalmente con el promedio del 69% en los países de la OCDE. Prácticamente ningún estudiante dominicano se ubicó en los niveles de alto desempeño.
  • Lectura:Tres de cada cuatro jóvenes de 15 años (el 75%) no pueden hacer algo tan simple como identificar la idea principal en un texto de longitud moderada. No pueden reflexionar sobre el propósito de lo que leen. El promedio de la OCDE para este nivel básico es del 74% de los estudiantes, no el 25% que logra el país.
  • Ciencias:La historia se repite. Más de tres cuartas partes de los estudiantes (un 77%) no pueden reconocer explicaciones correctas para fenómenos científicos familiares.

Presentar la ligera mejora desde los ya catastróficos resultados de 2015 y 2018 como un "éxito" es una manipulación del discurso público. Es una estrategia deliberada para neutralizar la indignación y evitar una rendición de cuentas real, una herramienta que perpetúa la misma mediocridad que dice combatir.

Una condena al futuro

Quizás el dato más revelador de PISA 2022 fue la evaluación de pensamiento creativo, la habilidad de generar ideas originales y resolver problemas, el motor del siglo XXI. Aquí, el fracaso es absoluto.

Con una puntuación media de 15 puntos, República Dominicana se ubicó entre los cinco peores del mundo, junto a países como Albania y Filipinas. El promedio de la OCDE fue más del doble: 33 puntos. Solo el 19% de nuestros estudiantes alcanzó un nivel básico de creatividad, en comparación con el 78% en la OCDE.

Estos datos demuestran empíricamente que el sistema no solo falla en enseñar lo básico. Es fundamentalmente incapaz de fomentar las habilidades superiores indispensables para el desarrollo económico y democrático. No estamos formando ciudadanos capaces de generar ideas, sino seguidores de instrucciones. No estamos construyendo una sociedad de innovadores, sino una de operarios. 

¿Dónde se fue el dinero?

Esto nos lleva de vuelta a la paradoja inicial. A partir de 2013, la inversión en educación dio un salto cuántico, estabilizándose en torno a ese anhelado 4% del PIB. En 2013, el presupuesto aumentó un 70% respecto al año anterior, un hito en la política pública del país.

Una década después, los resultados de PISA son la prueba contundente de una desconexión total entre inversión y resultados. El dinero se ha gastado, sí, pero en gran medida en infraestructura y en sucesivos y necesarios aumentos salariales. Sin embargo, el impacto en lo que realmente importa, los procesos pedagógicos y el aprendizaje de los niños, ha sido, en el mejor de los casos, marginal.

Esta incapacidad para convertir miles de millones de pesos en aprendizaje tangible es la primera gran evidencia de mi tesis. No es un problema de falta de recursos. Es la consecuencia de un diseño institucional que, permeado por el clientelismo y la falta de rendición de cuentas, absorbe el dinero sin alterar su lógica fundamental: la de neutralizar su impacto y perpetuar una mediocridad funcional. El dinero llegó, pero la calidad nunca lo hizo.

José M. Santana

Economista e investigador.

Jose M. Santana Investigador Asociado del Profesor Noam Chomsky de MIT. @JoseMSantana10

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