Beneficios que obtiene EUA por el dominio del dólar. Conviene aclarar que todo el dinero fiduciario que circula dentro de un país, incluido el dominicano, es fruto de un regalo que los ciudadanos le dieron al Estado. Esto así porque los ciudadanos le suministraron bienes y servicios y, a cambio de ello, el Estado les dio un papel que fabricó él mismo. Ese es el acuerdo tácito que firma la población con su Estado cuando decide crear su moneda propia (en nuestro caso, en 1947).dollar-6595767_1280-728x486

Pero el ciudadano hace eso gustosamente porque le conviene: primero porque es a SU Estado y se presume que los bienes y servicios son para provecho suyo; y, segundo, porque ese dinero se queda circulando en la economía, viabilizando las actividades cotidianas.

Ese privilegio que recibe el Estado tiene un nombre en el argot de los economistas, se llama señoreaje. Si es así, ¿por qué en vez de estar cobrando impuestos el Estado no cubre todos sus requerimientos emitiendo nuevos papeles? La razón es que, si se pasa, eso tiene efectos perniciosos para la sociedad, básicamente la inflación: demasiados papeles circulando dejan de tener valor.

Pero los Estados Unidos tienen la ventaja de que puede emitir dinero y cobrarle el señoreaje a la población de todos los países, aunque no sea SU Estado. Cada dólar en efectivo que alguien guarda en cualquier lugar del mundo es fruto de un regalo que se le dio al gobierno estadounidense, un financiamiento gratis. Para la República Dominicana tener US$15,000 millones en reservas, tuvo a ceder a EUA, del sudor de su gente, bienes y servicios por ese valor.

Y las personas ricas, las empresas, los bancos y los gobiernos suelen mantener sus reservas en dólares. Generalmente no los guardan todos en efectivo, pero tienen que invertirlos en dólares, comprando bonos del Tesoro estadounidense, acciones de empresas o bonos corporativos de ese país, lo que permite a la economía norteamericana recibir financiamiento gratis o más barato que el de otros países.

Tal condición, que algún presidente francés calificó de privilegio exorbitante y otro como la gran estafa, ha permitido a Estados Unidos vivir largo tiempo de lo que otros producen, absorbe el ahorro del resto del mundo, lo que alimenta la inversión y el crecimiento económico de ese país por encima de cualquier otra economía madura, al tiempo que puede mantener ejércitos y bases militares o desencadenar guerras por cualquier continente, pagado siempre con el esfuerzo de otros.

El que quiere moños bonitos… Pero Trump sostiene que es EE. UU. el estafado. La razón es que para un país disfrutar de ese privilegio tiene que emitir una gran cantidad de su moneda, más que lo que requiere su circulación interna, de modo que los otros países también tengan acceso, además de permitir la libre entrada y salida de capitales. En tanto los países no lo estén usando en el día a día, esa demanda de dólares para acumulación de valor presiona hacia arriba el precio del dólar, que es lo mismo que decir, hacia abajo el precio de las otras monedas, penalizando la competitividad de la industria estadounidense al hacer que resulte más barato comprar en otros países.

Ahora el equipo de Trump tiene una serie de objetivos contradictorios entre sí: por un lado, quieren que el dólar se devalúe para mejorar su competitividad, al mismo tiempo que lo sigan usando como moneda de intercambio y como reserva de valor. Pero, ¿contra quién se devaluaría? Será contra el oro, o contra el euro, pues su principal competidor, China, mantiene un tipo de cambio administrado, lo mismo que diversos países asiáticos, y han respondido devaluando sus propias monedas. El euro sí se ha fortalecido, lo cual ha atraído inversiones hacia las bolsas europeas, pero al costo de restar competitividad a la producción de esos países. Habrá que ver cómo hacen.

La idea genial que se les ha ocurrido en EE. UU. para conciliar fines tan contradictorios es cobrarles un impuesto a las reservas en dólares que mantengan los inversores extranjeros en bonos del Tesoro, o bien obligarlos a convertirlos en bonos frizados a muy largo plazo, a cien años, sin intereses, o bien pagarles intereses reales artificialmente negativos, de modo que la inflación evapore el valor de esa deuda. También se ha hablado de la posibilidad de default, de no pagar la deuda pública.

Las contradicciones intrínsecas de este cuerpo de ideas no asustarían a nadie de no ser porque el presidente Trump ha nombrado como su Asesor Económico a Stephen Miran, su exponente principal. Y como saben que ningún país les aceptaría que tranquilamente les frizen o les confisquen sus inversiones, piensan que pueden amedrentarlos con amenazas arancelarias.  ¿En qué universidad habrán estudiado economía?

Cree que los demás están obligados a aceptar esto debido a que el dólar es la única reserva internacional segura de la que pueden disponer. Pues aquí viene otro problema: si lograra unilateralmente aplicar altos aranceles de importación sin que los demás países respondieran en reciprocidad, la contracción de las importaciones en EUA presionaría las tasas de cambio justamente en la dirección opuesta a lo que quieren para equilibrar su balanza comercial.

Tales cosas están profundizando la incertidumbre global, restando confianza a inversiones en los EE. UU. e impulsando a muchos países a acelerar los aprestos por desprenderse de su exposición en dólares. Y si las próximas emisiones de deuda encontraran pocos interesados y eso provocara pánico y corrida, el Tesoro Norteamericano podría necesitar un rescate que ni el Banco Mundial ni el FMI podrían darle, ni tendrían el poder para imponerles un ajuste fiscal, porque esos organismos fueron creados para ir al auxilio y someter a la obediencia a países pequeños.

No hay que estar haciendo predicciones apocalípticas, pues aparecerán contrapesos institucionales que frenen a Trump, pero lo que sí es seguro es que la tendencia ya de por sí existente hacia el declive del dólar como moneda mundial no hace más que acelerarse.

Isidoro Santana

Economista

Ex Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-2019. Economista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.

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