Para que se tenga una idea del impacto del mayor rendimiento de los bonos del Tesoro, se estima que este año está obligado a colocar en el mercado aproximadamente once billones (millones de millones) de dólares: dos billones para cubrir el déficit del año y nueve billones para reenganchar por los que se vencen, una parte de los cuales fueron emitidos para cubrir los costos de la pandemia.

Una gran parte de esta deuda está pagando intereses de entre el 2 y el 3 por ciento, pero el reenganche ahora obligaría a pagar entre 4 y 5 por ciento. Eso significa mucho dinero adicional que se iría agregando al ya de por sí elevado monto de intereses, pudiendo elevar el déficit fiscal a cerca de 2.5 billones dentro de un presupuesto de seis billones (del Gobierno Federal).

Como no hay señales de que el gobierno pretenda compensar ese gasto con nuevos impuestos, eso significaría agregar dos billones y medio nuevos cada año a una deuda que ahora ronda los 36 billones, la más grande del mundo.Dolares-bajo-el-colchon-728x428

Pero resulta que, desde la época de Reagan, el gobierno estadounidense se las ha ingeniado para hacer que los ricos ya casi no paguen impuestos. El propio impuesto sobre la renta, antes muy progresivo, ahora recae esencialmente en los asalariados y la clase media. El último recorte del impuesto a las ganancias se hizo en la anterior gestión de Trump, el cual, para convencer a los congresistas demócratas les prometió que el recorte era hasta el 2025, lo que indica que caduca este año, pero él ha prometido a su base de millonarios que será renovado, es decir, que no habrá aumentos de impuestos. Al momento de redactar este artículo, ya fue aprobado por la Cámara Baja del Congreso.

Dentro de su mundo de fantasía, Trump cree que se va a compensar con sus aranceles, pero aún los estimados más optimistas no creen que las recaudaciones por esta vía superen los RUS$150 mil millones.

El poder coercitivo del dólar. Si Estados Unidos ve que tiende a declinar el dominio del dólar por medios persuasivos, todavía piensa que puede mantenerlo para siempre por medio coercitivo. A Iraq y a Libia les resultó demasiado caro proponer que su petróleo les fuera pagado en euros. Pero ya las amenazas del Sr. Trump meten menos miedo que antes.

Por ejemplo, decir que impondrá aranceles de 100% a quienes promuevan monedas alternativas para abandonar el dólar como medio de intercambio o de reservas es algo disparatado, porque eso significaría pretender romper de golpe los vínculos con grandes economías.

Si los EUA no aguantó más de un mes su desvinculación solo con China cuando pretendió aplicarle arancel por encima de 100%, imaginemos que eso ocurriera conjuntamente con todos los países del BRICS. Tal cosa provocaría paralización de actividades comerciales y un caos de altos precios que terminarían minando su propio sistema democrático. Mucho más cuando ya la sociedad norteamericana tiene muchos motivos de crispación. Los conflictos internos podrían constituir un enemigo más formidable que el adversario externo.

Otro factor que ayuda a la pérdida de miedo a las amenazas estadounidenses por sustituir el dólar es la gradual erosión del monopolio norteamericano a los sistemas tecnológicos de comunicación y de transacciones económicas.

Por ejemplo, cuando, a raíz de la invasión rusa a Ucrania, una de las primeras medidas adoptadas por Estados Unidos y Europa fue excluir al sistema financiero de Rusia, y de quienes comercien con ella, de la plataforma de pagos SWIFT, todo el mundo anticipó el derrumbe de la economía rusa, dado que eso se había aplicado con efectos demoledores contra economías más pequeñas. Pero eso no ha ocurrido, sino que la misma ha tenido mejor desempeño que los propios sancionadores.

Para que se tenga una idea de la magnitud de esa sanción, vale la pena detenerse a examinar cómo funciona. Si una empresa de Brasil, por ejemplo, desea venderle pollo o trigo a una de Venezuela, mucha gente se preguntará con qué derecho puede Estados Unidos prohibirle que lo haga, si ni la compradora ni la vendedora es estadounidense. La explicación la hace con claridad el economista Paul Krugman, premio Nobel por demás, en un extenso artículo publicado en diciembre del 2023 en la revista Foreign Affairs denominado El estilo estadounidense de guerra económica https://www.foreignaffairs.com/reviews/american-way-economic-war-paul-krugman.

Dice que, independientemente de si las empresas se dan cuenta o no, sus transacciones de información y datos financieros serán casi con toda seguridad indirectas y probablemente pasarán por Estados Unidos o por instituciones sobre las que el gobierno estadounidense tiene un control sustancial. Cuando lo hagan, Washington tendrá el poder de supervisar el intercambio y, si así lo desea, de detenerlo de inmediato. De hecho, Estados Unidos podría impedir que dichas empresas comercien bienes en general, lo que literalmente decretaría su muerte.

La razón es que gran parte del comercio mundial se realiza en dólares. Aunque la empresa venezolana pague en bolívares y la brasileña reciba reales, en el medio interviene el dólar y con ello, uno o varios bancos estadounidenses. Es decir, los bancos venezolanos y brasileños deben tener acceso al sistema financiero estadounidense y deben seguir las reglas establecidas por Washington.

Isidoro Santana

Economista

Ex Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, agosto 2016-2019. Economista. Investigador y consultor económico en políticas macroeconómicas. Numerosos estudios sobre pobreza, distribución del ingreso y políticas de educación, salud y seguridad social. Miembro de la Academia de Ciencias de la República Dominicana. Miembro fundador y ex Coordinador General del movimiento cívico Participación Ciudadana y ex representante ante la organización Transparencia Internacional.

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