Todo tiene su momento,
y cada cosa su tiempo bajo el cielo
(Eclesiastés, 3:1).
La terrible noticia se divulgó con rapidez en la madrugada del martes 8 de abril del 2025. El techo de la discoteca colapsó, había mucha gente adentro, era la fiesta de los lunes con la orquesta del artista Ruby Pérez. Fue activado vía el 911 todo el despliegue de las autoridades para atender la emergencia.
Todos estamos impactados desde entonces. Tanto dolor compartido entre tantas personas, empleados, músicos, público de la fiesta. El Centro de Operaciones de Emergencia lideró los esfuerzos en el lugar y transmitió las informaciones sobre el estado de las personas.
El presidente de la República declaró 3 días de duelo nacional, del 8 hasta el 10 de abril 2025. Pero el dolor que embarga a la familia dominicana no cesa, así que decidió extender el duelo nacional hasta el 13 de abril. Nuestra bandera seguirá a media asta y suspendidas las actividades públicas de celebración. Los dominicanos hemos recibido los mensajes de solidaridad desde el extranjero, y hemos visto la triste noticia recorrer el planeta.
Algunas personas viven el suplicio de haber perdido familiares y amigos directos en ese momento. Otras personas, físicamente heridas, luchan por sus vidas en los centros de salud. Los sobrevivientes están emocional y psicológicamente traumados, luchan por recuperar su normalidad. Los rescatistas y personal de salud extenuados y necesitando apoyo psicológico también.
Es tiempo de llorar, de sentir este terrible dolor, de vivir en duelo.
También es tiempo de compasión. De eso trata este artículo.
La Real Academia española define compasión como el sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien.
El lema elegido por la Santa Sede para el viaje apostólico del papa Francisco a Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur en septiembre del 2024, en su mensaje a los obispos, sacerdotes y demás personas consagradas es “Fe, fraternidad, compasión”.
El papa reflexiona que “la compasión significa padecer con el otro, compartir sus sentimientos”.
La compasión nos identifica como cristianos, es la manifestación de nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo.
La reflexión papal nos invita a permitir que la compasión nos acerque unos a otros, abrazar, levantar, dar la mano y devolver la esperanza a los otros. También a no temer a la compasión, puesto que la misma no es una debilidad (como sugirió Nietzche en “Así habló Zaratustra”), sino que facilita ver lo que nos rodea “con los ojos del corazón, a la luz del amor”.
En el precitado mensaje apostólico, el papa Francisco se refiere principalmente a la pobreza; yo he querido extender la reflexión en este artículo a todas las personas afectadas por la tragedia del derrumbe en la discoteca.
En este artículo prevalece la connotación cristiana de la compasión, no obstante, esta actitud no es exclusivamente cristiana, ni siquiera religiosa. Posee una dimensión humana que propende a cualificar como virtuosa nuestra convivencia con otras personas. Alcanzar esa mirada fraterna con las víctimas del derrumbe de la discoteca y sus familiares en medio de tanto dolor, nos vincula como seres humanos.
La tragedia del derrumbe nos permite atestiguar la profesionalidad en medio de la tragedia recientemente acontecida. Los miembros del 911 y del Cuerpo de Bomberos, los rescatistas de la Defensa Civil y del COE, voluntarios y empleados, todo el personal en los centros de salud estatales y privados, funcionarios públicos de todos los niveles, periodistas locales y extranjeros informando a la ciudadanía, los voluntarios de la comunidad que se acercaron con agua y alimentos para los rescatistas y familiares. Intuyo que es muy posible que estos hechos hayan llenado de compasión los corazones de estas personas, su sacrificio no debe pasar desapercibido.
En adición a la tragedia del derrumbe, en nuestro mundo observamos que hay tantas actitudes inhumanas, de división extrema, discriminación, violencia, agresión, negligencia, injusticia que causan mucho dolor a la gente, que contrastan con actitudes de generosidad, desprendimiento, compasión, empatía, cariño, respeto, dignidad, amor.
Cuando alguien actúa de forma cínica o irrespetuosa con el dolor ajeno, se le solicita empatía, que según la Real Academia Española significa identificarse con alguien o compartir sus sentimientos, lo que popularmente se llama colocarse en los zapatos del otro.
Tanto la empatía como la compasión son valores humanos positivos, siendo la empatía el camino que conduce a la compasión. Siento que, quedarnos en la empatía podría mantenernos en nuestra zona de confort y resultar insuficiente; debemos abrir nuestro corazón para que la misma nos conduzca a la comprensión del sufrimiento y necesidades de los demás, para transitar hacia la actitud compasiva que nos reclama actuar para servir a los vulnerables.
Las diferencias de ideas, culturas, maneras de ver la vida y la realidad, de decisiones sobre la vida, constituyen la esencia de la naturaleza humana. También es parte de esta naturaleza el reconocer que podemos estar o no de acuerdo con estas diferencias, incluso podrían disgustarnos o provocar nuestro rechazo total.
En estos casos la llamada es a combinar la tolerancia, con la empatía y la compasión. Se define tolerar según la Real Academia Española, llevar con paciencia, permitir sin acordar, transigir, soportar, respetar las ideas creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Visualizo como una escalera las actitudes de tolerar, empatizar, compadecer y amar y les propongo el siguiente esquema:
Fuente: creación propia, Ejercicios espirituales San Ignacio de Loyola, mensaje evangélico Papa Francisco Indonesia septiembre 2024, Diccionario Real Academia Española
Y es que no podemos quedarnos indiferentes ante el dolor humano, nuestra naturaleza nos llama nos llama a dar la mano a las personas en dificultad, escuchar a las personas en sus circunstancias y realidades, asistirles, defenderles.
La compasión es más que una emoción o un sentimiento lastimero o de pena, es más amplia que la caridad; nos mueve desde el interior a vivir plena y activamente, sintiendo con amor el sufrimiento de las personas que nos rodean, y siendo emplazados a la acción.
Ser compasivos es una actitud de vida en comunión con las demás personas, que nos empuja a darnos a los otros con amor, que debe ser practicada constantemente.
Siento que la compasión, se enriquece con la presencia de Dios y su amor. De eso se trata el misterio de vivir amando a Dios y amado por Dios; esta sintonía nos hace cada vez más sensibles a la realidad, y nos conduce a amar progresivamente a nuestro prójimo.
Me propongo, y les propongo dejarnos interpelar por los efectos de esta tragedia que deja a tanta gente en estado de indefensión, por ejemplo, menores de edad en situación de orfandad, familias sin las personas productivas del hogar, sobrevivientes que podrían quedar en situación de incapacidad, empleados del establecimiento que se quedaron sin trabajo.
Es muy posible que no sepamos qué hacer en este momento, sin embargo, seguramente nuestro interior nos mueve a hacer algo. Y si no fuera el caso, oremos para que la compasión y el amor de Jesús nos mueva.
Y aquí retomo la amplitud del mensaje del Papa Francisco de mantenernos orantes y dejarnos interpelar por las injusticias, la pobreza, el sufrimiento de tantas personas, proceder como haría Jesús, de forma compasiva y actuemos en consecuencia.
Es propicio el momento tan cercano a la Semana Santa, que escojamos una persona para ejercitar nuestra compasión: conectando, acompañando, escuchando, dando la mano, abrazando, cooperando, ayudando, defendiendo de las injusticias.
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