Francina Mercedes Bernechea Delgadillo, la número 4 en la lista del colegio, fue siempre la más resiliente entre todos nosotros. Mientras nosotros jugábamos, propio de la infancia y adolescencia, Francina -quien también jugaba- enfrentaba retos que ponían a prueba su integridad y fortaleza. Parecía ser mayor, pero nunca -ni siquiera de adulta- dejó de ser esa niña de buches tiernos, buena y servicial. El testimonio de su hermana mayor, Paola, lo corrobora: “a pesar de ser la más chiquita, Francina era el sostén, la de la del temple, la de las decisiones, fáciles o difíciles”. Previsora, en un acto cargado de simbolismo, se encargó de dejar a su sobrina su regalo de los quince años que cumple en octubre: una yegua para que siga saltando obstáculos.
En su vida estudiantil, además de la más completa (máximos honores académicos en todos los ámbitos), Francina fue la más solidaria. Brindó a todos no solo su amistad y humanidad, sino que siempre puso sus capacidades al servicio de los demás. En el colegio y en la universidad Francina fue el sol en torno al cual orbitábamos todos: su casa en la avenida Anacaona se convirtió en la sala de tarea colectiva y ella en tutora de muchos de nosotros. Era el último resorte de esperanza para muchos que dejaban el estudio para el día antes del examen. “Voy para donde Francina a estudiar” era una excusa que generaba ilusión hasta en nuestros propios padres. Desde niña tendía su mano siempre, pero te dejaba ser. Se encargaba de propiciar las condiciones para que pudieses descubrir tus capacidades y construir tu propio camino, para que fueras mejor. La luz de su mamá -Thelma-, luz de sus ojos, nos sirvió en las lecciones de química y matemática que Francina, sin necesitarlo, se empeñaba en darnos hasta entrada la noche.
Las anotaciones de los cuadernos de Francina parecían hechas y diagramadas a computadora. Su caligrafía impecable adornaba todo en cuanto se posaba. En 2021 publiqué mi libro ‘Régimen jurídico de la concesión para explotación de obra eléctrica’ y quería que cada ejemplar tuviera un toque de Francina. Le pedí que numerara, de su puño, cada uno. A las 7.00 p. m. llegó, contenta, a mi oficina y se sentó con su paz, su paciencia y un bolígrafo. Yo me senté a contemplarla y le hice la foto [nunca mostrada a nadie, ni siquiera a ella] que acompaña este escrito. A las 9.40 p. m. me escribió el siguiente mensaje: “gracias por pensar en mí y saber que contabas conmigo. Los mejores deseos siempre. Feliz de verte contento y con sueños por cumplir”.
En su vida profesional Francina siempre puso el bienestar colectivo como meta. Impregnó a las iniciativas que lideró la determinación y resolución que le caracterizaron desde niña. En su velatorio encontré a una joven que trabajó con ella en Phoenix Calibration. Entre lágrimas me confesó que lo que estaban haciendo hoy en esa empresa y -más importante aún- lo que ellos eran -más de 5 años después de la salida de Francina- se lo debían a ella; que ella fue quien creyó en muchos de ellos y les dio la oportunidad. Como directora de Transformación Digital del Banco de Reservas, en 2024 puso en ejecución los únicos cuatro productos puestos en servicio por el banco, incluyendo la cuenta digital y el certificado digital. Esa era Francina: una ejecutora. Me lo reiteró, cenando en Bogotá, dos días antes de morir en Jet Set. Me dijo que era la primera vez en la historia que BanReservas, un banco de capital público, era pionero en productos digitales en el mercado dominicano, que era la primera vez que eran los primeros. Me contó que haber roto esa barrera había inflado el ánimo de su equipo, que lo había empoderado como nunca y que eso era de mucho orgullo para ella. Esa noche, después de haber reconstruido el país en nuestro diálogo, terminó diciéndome “el regreso es más grande que el revés”, frase que utilizó en su última foto publicada en Instagram.
Su familia ha perdido a una columna, sus amigas a una hermana, el país a una grandiosa servidora. Quiero imaginar que Francina se fue bailando ‘Color de Rosa’ del maestro Rubby Pérez, la hermosa canción que este interpretaba al momento del colapso del techo de Jet Set. Quiero imaginar que se fue sin sufrimiento extendido. La despido con la idea de que si algo nos legó Francina, si en algo podemos resumir su paso por esta tierra, es en esa capacidad increíble de transformar. Impactaba a todo cuanto se cruzaba en su camino. Marcaba a todos con quienes se cruzaba. Dejó una huella en muchos de sus amigos y amigas. Francina transformó en vida, y espero que su ida sea también para transformar. Y espero que esa transformación perdure, tanto como perdurarán su recuerdo y el amor de todo el que la rodeó.
P.S. Mi abrazo a sus amigas Laura, Julissa, Fraysis, Claudia, Ania, Jenny, Judith, Gema y sus amigos José María, Guillermo, José Manuel, Vladimir, Francis, Rilder, Albertico, Manuel de Jesús, Manuel y, en ellos, a todos a los que acompañaron a Francina en este corto trayecto y a su familia en este duro momento.
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