El momento en que el homo sapiens desarrolló la actitud de cuidar a otro ser humano marcó un hito esencial para la civilización. Cuidar a otra persona requiere una conexión empática para sentir lo que ella siente, interesarse por apoyarla y darle soporte de forma constante.
Evidencias arqueológicas de un fémur humano roto que pudo sanar, permiten establecer cuándo fuimos capaces de cuidarnos unos a otros. Porque alguien solitario al romperse una pierna se supone que tendría que morir, al no poder cazar ni valerse por sí mismo. Por lo que, si pese a facturársele el fémur no murió, se evidencia una evolución que hizo posible que pudiéramos llegar a las organizaciones o instituciones sociales actuales, que nos permiten vivir como vivimos.
Recordemos que una persona sola no puede construir un automóvil desde cero, por lo que se requiere que tengamos la capacidad de integrarnos como si fuéramos una familia para poder realizar grandes cosas.
Es indiscutible que tenemos cada vez más personas dependientes. Hace cientos de años, algunas enfermedades terminaban necesariamente con la vida humana, pero actualmente la persona discapacitada puede tener una larga vida y en ocasiones puede además ser productiva, como el caso del eminente físico Stephen Hawking, quien pudo sobrevivir gracias a sus cuidadores y a su espíritu de lucha.
Ciertamente cuidar enfermos supone una carga para la sociedad, pero mientras mejor calidad de vida tiene un pueblo, mejor protege a sus enfermos.
El cuidador hace posible que quien se encuentre muy limitado, pueda seguir viviendo, pero vamos a enfocarnos en la propia vida del cuidador.
Cuidar nuestra propia vida ya es un reto, porque las piernas del cuidador en vez de cargar un cuerpo cargan a dos (a veces más). Al relacionarse con los demás podría ser invisible, porque a menudo sólo le preguntan por el enfermo
Un médico puede trabajar en condiciones deplorables, pero lo normal es interesarse solamente por la salud del enfermo, no del médico. Aunque están surgiendo cada vez más iniciativas para promover la salud y bienestar del médico.
El Síndrome del cuidador, también llamado sobrecarga del cuidador o burnout del cuidador, se presenta en personas que asisten a familiares o pacientes con necesidades prolongadas, por ejemplo: personas con discapacidades, adultos mayores, pacientes crónicos o con déficits neurocognitivos. Pudiendo producirse un estado de agotamiento físico, emocional y mental que afecta a quienes los cuidan. Puede ocurrir tanto en cuidadores informales como en profesionales de la salud. Estudios realizados han determinado que alrededor del 40% al 60% de los cuidadores informales experimentan este síndrome.
Las demandas al cuidador a veces llegan a niveles muy altos pudiendo ocasionarle: fatiga crónica, depresión, ansiedad, irritabilidad, aislamiento social, insomnio y trastornos psicosomáticos. Suele presentar sentimientos de culpa por no poder realizar su labor de forma perfecta.
Algunas recomendaciones prácticas: tres respiraciones profundas antes de acercarse al enfermo, escaneos corporales, decir “me permito descansar 10 minutos” y aceptar ayuda sin culpa.
El mindfulness permite profundizar en la propia conciencia y hacer intervenciones favorables para el desarrollo mental, lo que ofrece estrategias que permiten controlar el estrés y reactivar y mejorar la calidad de vida de forma integral. Mediante una conciencia plena, se enfrentan los retos desde el momento presente y suprimiendo juicios innecesarios o errados que contribuyen a incrementar las cargas emocionales.
Al trabajar en tres niveles: cognitivo, emocional y fisiológico, utilizando una serie de elementos como: respiración consciente, escaneo corporal, conciencia plena en lo que estemos haciendo y observar nuestras vidas como si no fueran nuestras.
Se ha podido comprobar beneficios como: reducción de depresión, estrés, ansiedad e insomnio, por otro lado, incrementa empatía, resiliencia y paciencia. Se mejora incluso la relación con la persona dependiente.
De manera especial, permite al cuidador identificar signos de alerta en su propio organismo, realizar un reencuadre más positivo de la imagen mental que pueda tener del momento que vive y establecer rutinas de micro-momentos en los que durante el día se ocupará de sí mismo. Ciertamente a veces no es tan fácil y se requiere ayuda profesional.
Un ejercicio de conciencia plena es escuchar muy atentamente a la persona dependiente, sin interrumpirla ni darle “recetas”.
Lo que hemos expuesto no descarta el hecho de que el cuidador necesita apoyo de otros miembros de su familia.
Ha habido un aumento progresivo de lugares para dar atenciones a personas que no pueden valerse por sí mismas y en muchas familias es la única forma posible de garantizar el cuidado adecuado.
Cuidar a otro es un acto de amor, pero cuidarse a sí mismo también lo es. La calidad del cuidado solo puede mejorar cuando el cuidador también es cuidado
Referencias
Cuidum. (2023). Mindfulness: una técnica para aliviar el estrés de cuidar. Recuperado de https://www.cuidum.com/blog/mindfulness-una-tecnica-para-aliviar-el-estres-de-cuidar
Kabat-Zinn, J. (2013). Full catastrophe living: Using the wisdom of your body and mind to face stress, pain, and illness (Revised ed.). Bantam Books.
Incluyeme. (2022). Síndrome del cuidador: prevención y estrategias de autocuidado. Recuperado de https://www.incluyeme.com/sindrome-del-cuidador-prevencion-y-estrategias-de-autocuidado/
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