Nuestra sociedad viene presentando una serie de eventos sociopolíticos significativos desde hace 2 años: no paramos de tener diariamente un escándalo o una tragedia social que nos llama a reflexionar sobre la vida, la muerte y nuestro compromiso como ciudadanos, en un mundo posthumano y en una sociedad manipulada, plena de carencias, donde pareciera que estamos en plena deconstrucción de lo social.

Tras la tragedia del Jet Set, el 8 de abril de 2025, una tristeza profunda —aún presente— se apoderó del país. Ahora nos toca SENASA… Independientemente de nuestra histórica y desarrollada corrupción, la indignación nos arropa. Este fraude nos afecta a todos por las características del mismo: la salud de los pobres robada por los ricos, destruyendo uno de los proyectos más ambiciosos y emblemáticos del gobierno.

Hoy, la vida nos brinda la oportunidad de ver el daño profundo que la corrupción viene haciendo a nuestra sociedad, poniendo en riesgo todo y convirtiéndonos en observadores participantes, afectando desde los afiliados al sistema de salud hasta el sistema político, la democracia, las organizaciones públicas, privadas, religiosas, etc.

Nos estamos jugando la esperanza, la fe, los sueños, las ilusiones. Nos están robando la posibilidad de creer en los que nos dirigen o sueñan con dirigirnos, enlodando a toda la clase política y parte de la clase empresarial.

No obstante todo esto, tenemos la extraordinaria oportunidad de actuar, de preguntarnos si realmente queremos cambiar, si queremos una sociedad decente, con instituciones sólidas y creíbles, si queremos políticos capaces, serios, al servicio de la ciudadanía.

Si queremos realmente convertirnos en actores sociales capaces de respetar las reglas del juego para vivir en sociedad, observando el contrato social, asumiendo la condición de ciudadanos responsables.

Esta es la gran oportunidad de preguntarse: ¿Qué hago yo para que este país sea mejor? ¿Es realmente la corrupción parte de nuestra idiosincrasia, como piensan algunos?

Esta puede ser la ocasión de vernos en nuestra indolencia social, en nuestra apatía existencial, en nuestra glotonería de la corrupción; vernos en esta frágil seguridad del tiempo de lo inesperado, donde todo puede suceder en un instante.

Nos estamos jugando la esperanza, la fe, los sueños, las ilusiones. Nos están robando la posibilidad de creer en los que nos dirigen o sueñan con dirigirnos, enlodando a toda la clase política y parte de la clase empresarial.

¿Cuál es mi papel en este espectáculo, en este show de la vulgaridad y banalización del mal?

Es oportuno observar cómo SENASA ha suministrado material a los medios periodísticos, influencers, comentaristas de fortuna y demás indignados, que han replicado el tema sin final, con declaraciones inéditas, verdaderas o falsas, pues nadie conoce la dimensión de la tragedia que nos toca, a unos más que a otros.

Este es el momento de empezar a limpiar la casa, sacando a todo aquel que esté enriqueciéndose desde el gobierno, que ocupe un puesto sin trabajar, con conductas inaceptables de ostentación y despilfarro. Es tiempo de hacer un mea culpa y quitarnos de en medio si no podemos aportar. Hay mucha gente seria que sí quiere colaborar gratuitamente.

Es tiempo de practicar la meritocracia, brindando oportunidad a los que saben servir con profesionalismo, apegados a la ética. Es tiempo de pedir auditoría a todas las instituciones y poner de lado al que salió mal en la prueba. Es tiempo de tener una estrategia educativa para sacar a la población de la ignorancia. Es tiempo de reformar las administraciones públicas, eliminando duplicidades y teniendo un Estado más moderno, sano y eficaz, que rinda cuentas, acorde con los retos de la humanidad.

Es tiempo de que los partidos sean reglamentados y sancionados en su accionar, captación de fondos y aceptación de sujetos para posiciones y representaciones públicas.

Dejemos ya de envilecer al ciudadano común con prebendas y ofrecimientos baratos, comprando conciencias y complicidades. Es tiempo de que la justicia sea igual para todos, sencillamente justa y coherente.

Nuestro país tiene hombres y mujeres de valía, capaces de servir con honestidad y rigor. No sigamos haciéndonos tanto daño; reaccionemos, ya que aún estamos a tiempo.

Amanda Castillo

Antropóloga

Investigadora social, especialista en Estudios Latinoamericanos y Caribeños, con trabajos sobre migración, reforma del Estado y violencia. Doctorado en Antropología - Universidad de la Sorbonne (Paris, FR). Profesora en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).

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