Los estudios realizados por el profesor Arthur Brooks, uno de los expertos de mayor prestigio de la Universidad de Harvard, comprobaron que las personas más felices son aquellas que nunca dejan de aprender, no por obligación, sino por curiosidad.
Partiendo de sus hallazgos, el profesor Brooks plantea que la felicidad tiene una relación directa con el aprendizaje continuo de cualesquier índole, al considerar que la curiosidad es un motor esencial para cultivar emociones positivas y gratificantes en la vida.
Al profundizar sus estudios sobre la curiosidad y la felicidad, el investigador de Harvard comprobó que las personas más felices son aquellas que siempre están tratando de aprender algo nuevo.
Como tales, las personas que siempre buscan aprender algo nuevo están motivadas a experimentar desafíos retadores para reafirmar que aún son capaces de seguir aprendiendo, sin importar su edad y su condición socioeconómica.
En tal sentido, la curiosidad no tiene edad y puede expresarse en cualquier etapa de la vida, especialmente a partir de los 55 años, edad en la que se espera que las personas ya hayan logrado estabilidad psicoemocional, familiar, laboral y económica.
Según los datos obtenidos por el profesor Arthur Brooks, cuando una persona alimenta su deseo o impulso natural por descubrir, ya sea mediante la lectura, explorando nuevos temas o experimentando cosas nuevas, se activa el interés, emoción que abre la puerta a un estado de satisfacción personal que facilita el aprendizaje.
De nuestro lado, los especialistas en higiene y salud mental hemos comprobado que, cuando una persona se deja llevar por el deseo de aprender y sorprenderse, se activan las áreas gratificantes del cerebro que regulan la recompensa (el núcleo accumbens y la corteza prefrontal), áreas cerebrales que realizan su trabajo en coordinación con la amígdala y la corteza cingulada anterior del cerebro.
Además, sabemos que cuando una persona mantiene interés por aprender o comprender algo nuevo, se produce una alegría desbordante que estimula la regeneración de células muertas que son claves para resetear y fortalecer la memoria, lo que a su vez, faci8ilita la fijación de los nuevos aprendizajes.
Por ejemplo, viajar a países o a lugares desconocidos, inscribirse en una escuela de baile, aprender a tocar un instrumento musical, hacer teatro, practicar un deporte nuevo, establecer nuevas relaciones interpersonales, entre otros aprendizajes nuevos más, estimulan las áreas cerebrales claves generadoras de la felicidad.
Asimismo, los resultados de los estudios realizados por el profesor Brooks refieren que, cuando una persona aprende algo nuevo sin expectativas técnicas, académicas o profesionales, experimenta una sensación de asombro, alegría y gratificación espontánea que fortalece el sistema inmunológico.
Por nuestra parte, los especialistas en higiene y salud mental sabemos, que cuando las personas descubren algo nuevo, son capaces de superar el aburrimiento, la dejadez y el cansancio y, a su vez, son capaces de autodesafiarse a sí mismas.
También sabemos que “la felicidad” es un estado de plena satisfacción y alegría personal que surge de las experiencias positivas que vivimos y experimentamos las personas, experiencias y emociones positivas que van acompañadas por la gratitud y una visión optimista de la vida, lo que influye en su resiliencia, sin importar los desafíos o los retos que han tenido que enfrentar.
Como se sabe, la resiliencia es la capacidad que tiene una persona de adaptarse a situaciones adversas, tales como traumas, estrés, dolor, ansiedad, tristeza y depresión y salir fortalecida de sus vivencias y experiencias traumáticas.
Por su parte, una persona feliz irradia un estado de ánimo contagioso que motiva a quienes están a su alrededor, especialmente de sus seres queridos, a sus amigos, a sus vecinos y a sus compañeros de tertulia y/o de labores.
Según nos consta, un aprendizaje sencillo no solo le genera felicidad a la persona que lo logra, sino que este nuevo aprendizaje influye en el estado ánimo de aquellas personas con quienes convive y se relaciona ésta.
Por lo que hemos visto en el cuerpo de este artículo, aprender plomería, electricidad, mecánica, bisutería, tocar piano, guitarra, saxofón, violín o aprender a pintar, nos alegra valor y nos produce bienestar y felicidad.
Atrévete a desafiar tu zona de confort y a descubrir todo el potencial durante los 365 días del año 2026, dejando a un lado las excusas: “yo no tengo tiempo”, “yo estoy muy viejo o viaja”, “ya yo no aprendo nada nuevo”, entre otras excusas más, y desafía tu cerebro y verás lo capaz que tú eres.
De nuestro lado, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que los nuevos aprendizajes nos permiten asumir un “pensamiento crítico e incorporar nuevas habilidades y destrezas” para prevenir y resolucionar los conflictos políticos, sociales, comunitarios y económicos que nos podrían afectar en cualquier etapa de nuestras vidas.
Finalmente, exhorto a los dominicanos a sacar el mayor provecho de las tecnologías de punta disponibles en el mercado, haciendo uso de la imaginación, la creatividad y la innovación, a partir del 1 de enero del 2026.
“Nunca es tarde para aprender algo nuevo en la vida” (ANONIMO).
Compartir esta nota