El observador en su visita al espejo de la vida social, lo hace enmarañado con los diferentes marcos epistemológicos con lo que se apoya para micro procesar todos esos infinitos hechos que resisten o no el escrutinio de una época; los cuales pasan al análisis histórico, ya de grupos especializados que legitiman el poder del conocimiento o mediante un riguroso trabajo de laboratorio que determinará una verdad avalada por la experimentación u otros que tienen por laboratorio a la sociedad. Estos últimos se mueven en el campo de las ciencias sociales.
No obstante, el observador social se ampara e iniciará su trabajo en el mismo espacio que observa, a través de registros y otros medios, como la tecnología. Los científicos sociales tienen una mirada acuciosa y se concentran en esos ratos de intercambios, conversaciones e interrogantes con las personas con las que tratamos. Ellos observan un mundo que está tejido por redes sociales y virtuales, para dar cuenta de las situaciones que vamos mirando y construyendo datos.
En este campo de acciones se hace necesario recorrer el camino de la hermenéutica. Es la sombrilla en la que nos amparamos para dar los pasos, a marcos interpretativos que permitan recorrer los distintos territorios que puedan ponderar, los escabrosos caminos que se presentan en los análisis sociales, económicos, culturales y políticos. En el campo de la antropología, vivimos un drama entre lo que observamos y los que se presentan como verdades en el marco de las teorías y de lo metodológico.
Los asuetos son mirados y la etnografía no puede despegarse de la colonialidad, ni de los absurdos personales de nuestras ideologías. Algunos tratan, pero quedamos en panfletos o repetimos las mismas historias o teorías que van construyéndose, a lo largo de nuestro campo de estudios. Hay que estar marcado por la genialidad para abandonar las teorías y marcos metodológicos a los que nos abrazamos.
Los antropólogos, tratan de retomar las ideas de la investigación como los hacían desde sus inicios sus padres y madres fundadoras. Es decir hacen uso de un viejo horno de galletas que se precalienta con las ideas teóricas, pero que se necesita azuzar con el fuego del observando en los lugares que son objeto de nuestro interés. El fenómeno debe ser estudiado hasta que encontremos, la saturación de la información y de lo observado, para que esto, nos permite tener en las manos una caja de galletas dulces que solemos llamar, una data. Para luego, pasar esos jueguitos de galletas y darle una interpretación, a la luz del fuego epocal.
Las variables recorrerán la mesa como platos apetitosos , al igual que los jugosos objetivos que nos planteamos, antes de realizar el trabajo de campo o de observación.
En una investigación de campo, no llegamos con una tabla rasa. Tenemos una mochila con ideas, preguntas y teorías que muchas veces no son inocentes. Así de repleto está nuestro morral. No hay observación que no están embadurnadas de nuestro propios platos de golosinas.
En estas condiciones realizamos investigaciones y pasamos a deconstruir, lo que no se nombra o no se tiene el permiso de hacerse visible. Algunos prefieren lo que ya se ha dicho y se ganan el sustento de cada día sin mucho esfuerzo.
En el mundo de las ciencias sociales vamos a la deriva tratando con todos los atrapamientos de las narrativas de lo que se dice y hace en un tiempo histórico. Esto nos convierte en unos repetidores de moralejas, relatos y cuentos de hadas. Entiendo muy bien, que no se puede crear algo nuevo, sin antes despojarnos de los marcos conceptuales que dominan el tiempo histórico que recorremos y observamos. ¿Cuántos lo pueden hacer?
Las narrativas son múltiples y las percepciones se amontonan para ser expresadas por los ojos acuciosos del observador. Las acciones y los comportamientos humanos se amoldan a los estándares diseñados desde los marcos de las redes, la cultura impuesta dentro de la familia y las escuelas, universidades y hasta del propio Estado. Todo esto condiciona, lo que se piensa, lo que se valora bajo la ética y lo estético, pues es lo que da forma al tiempo y movimiento a la vida societal.
Las máscaras son múltiples y pocas las posibilidades que nos permitan dar paso a un tratamiento novedoso, de lo que se observa y mira para construir un retrato particular de lo social y que se pueda romper las cartas botánicas. Entiendo que para crear una nueva narrativa que no esté enmarcada en esa viejas dinámicas y coordenadas que solo buscan las medidas de los hechos sociales es necesario romper con la modernidad. Tengo claro que existen límites. Se necesitan trazar nuevas líneas en el entendimiento de lo humano.
No existe, en ciencia sociales, una línea ideal, pero creo en lo personal, que hay que buscar nuevas pistas, dentro de un escenario revoltoso y de silencio para dar los pasos que permitan crear en colectivo nuevas percepciones. Creo que es necesario que surja una nueva epistemología que inunde los suelos y recodos del mundo y ayuden a entender y cambiar la época.
Es el silencio, una pista que siguió Foucault para visibilizar lo que estaba ocultándose. Será el bullicio del coro barrial o el de los intelectuales que podrán dar nuevas pistas. De verdad que no tengo respuestas. Pero en el silencio, creo que todavía se pueden recuperar palabras.
En el campo del bullicio se dieron los debates de las ciencias sociales. Este rico escenario fue el espacio para construir pensamiento. Hoy esos coros están ausentes de muchas universidades. Tal vez, lo ven como un peligro el ofenderse y pedir explicaciones. Los debates desaparecieron, porque no quieren alterar el nuevo orden.
Algunos prefieren las mentiras para no enfrentar las críticas. Estos son los recuerdos del escenario de la modernidad.
¿Se creará una nueva epistemología? Podremos recrear un camino para despojar a la observación de las tradiciones. Se abrirá una nueva comunicación con estos nuevos sujetos cibernéticos. ¿Qué implicaciones tendrán para los observadores dentro del campo de las ciencias sociales, los nuevos robots de la inteligencia artificial? Ya no necesitarán de nosotros, pues hay ojos por doquier para pasarlos a grandes ordenadores que interpretan el mundo.
Yo siento, que no podrán con los sueños, aquellos que no se cuentan. Serán los contadores de sueños, los que estarán perseguidos por estos nuevos juguetes del poder de unos pocos.
Yo pienso que la pista, como observadora, la quiero ejercitar observando la naturaleza de los sueños, la trampilla de los suelos que dejan caer los poderosos, los silencios de los humildes y los desheredados de la tierra. Yo quiero seguir mirando a los no conectados con la inteligencia artificial. Yo quiero observar la inocencia, la insignia de la dignidad del moribundo que sigue preguntándose qué pasó con la vida, con las cosas que acumuló, los amores que se fueron, o que nunca llegaron a concretarse.
Estoy dispuesta a mirar a los impropios que ya están enajenados, por las formas y concreciones estéticas y que no aguantan la bruma de las formas repetidas que ahorcan la libertad. Yo quiero mirar los ojos de las personas, de aquellos que se perfilan idiopáticos y trastornados por no entender este orden de las cosas y de esos instantes en los que la falta anuda la garganta y muestra la soledad que arropa a la especie.
En mi antropología quiero pensar en las cosas que no son congruentes, ni que se conforman con aquellos que solo se guían de la repetición del estatus. Yo quiero mirar las mentalidades que divagan con el poder que nunca tendrán en sus manos y de cómo van construyendo sus mentiras sociales y religiosas. En esa sintonía de bailes, yo voy mirando esos vacíos.
Me gusta mirar al niño construyendo sus divagaciones. Ellos son tutelados como las mujeres, por lo cual, todavía es una humanidad que se debe mirar, porque están siendo enhebrados con los brazos del poder patriarcal, estatal y colonial. Allí gestan en esencia esas formas socializadas para reproducir ideologías despersonalizadas, aparcadas de la libertad.
Yo pasivamente miro los juegos del homo sapiens con toda su tecnología peligrosa. Yo miro una fisura entre ellos y es un poco tosca y muy antigua y universal. Ellos quieren ser reconocidos por el otro, porque creen que eso es el poder.
Las armas son los brazos que se extienden buscando los abrazos que no pueden tener por la falta inconsciente de no saberse amados ni elegidos por ellos mismos. Ese objeto está perdido, la situación es tan antigua como la relación que se da entre padres e hijos. Es una fractura de la psique que al mirarse no se pueden reconstruir como humanos, sino como seres deformes que intenta ser definido por el otro. Ya lo pintaron los surrealistas en el siglo XX.
Con tantas armas de destrucción masiva, fingen que no necesitan reconocimientos. Es una blasfemia señalarlos. Ellos son los hombres de poder, nunca van a prescindir de la idiotez del espejo. Yo sigo mirando desde la soledad, a ese sujeto que se apasiona en ser reconocidos por sus teneres, mientras sigo caminando y preguntándome de dónde salió este humano petulante que está abrazado de manera feroz a ese abrigo de viaje.
En mis haberes, observo y reconstruyó desde las ruinas. Yo me alejo al pasado y vuelvo al presente con las mismas preguntas. Yo trato de seguir esos mismos lugares que caminaron otros, yo también trato de transitar otros recodos, para construir preguntas, de esas nuevas sensaciones y de los mismos sueños que ellos construyeron para explicar la condición humana.
He mirado y de verdad que no hay escape al desastre colosal de nuestro tiempo. Intento levantarme y seguir por otros caminos, esos que están en otros senderos del bosque. En esos devenires de sensaciones, interrogantes y silencios, yo tan solo vislumbro un largo camino que siempre me hace volver a los versos y prosas poéticas.
Entiendo que la poesía nos devolverá la esencia que da lugar y sentido a nuestra humanidad. El humano es en esencia una metáfora que debe ser contada. lo humano está marcado por el asombro y la contemplación. En el devenir de la información de la inteligencia artificial, poco importa lo que se ve, porque todo pasa tan rápido que se fractura el asombro.
En el mundo de la data, poco importan los sentimientos y los sueños. La disciplina es la vecina principal y la libertad del observador está comprometida, con los enunciados y el equipo material y humano que da credibilidad a la información que genera. Yo continúo caminando con una libreta de apuntes y un trasfondo de acontecimientos que no entiendo y que me parecen atenuados y con poca posibilidad de que me asombren.
Es probable que no obtenga explicación sobre lo que observo. Ojalá, no sea lo mismo que se cuece en el caldero del mago de Oz.
Me miró con incertidumbre y me abrazó con ciertos rebozos marginales, para darme cuenta de otras posibilidades que se ordenan en el patrón de las mentalidades. Es en esta filiación hermenéutica, la del asombro, a la que me adhiero, porque no creo en los instrumentos de probabilidades, ni en la naturaleza de los filtros y los intereses de riesgo, simplemente tengo en las manos lápiz y papel y espero con calma que el acontecimiento y los sueños aparezcan en el escenario. Tal vez serán otros, los que puedan construir nuevos postulados, explicaciones o narrativas creativas que se abran a nuevas posibilidades y nos regalen una nueva epistemología.
Compartir esta nota