En la teoría macroeconómica del tipo de cambio, cada divisa se mueve al compás de la oferta y demanda internacionales. Políticas proteccionistas como los aranceles recíprocos presentados por el presidente Trump alteran esa dinámica; menos importaciones, como consecuencia de la pérdida de competitividad generada por el aumento de los precios, llevan a una aparente fortaleza nominal de la moneda, pero también desatan incertidumbre en los mercados globales, generando una pérdida de confianza en la divisa que se traduce en la migración de los activos de los mercados a otras monedas que muestren aparente fortaleza en relación a esa divisa. El plan de abril de 2025 del gobierno estadounidense planteó un arancel base del 10 % a todas las importaciones (con exenciones provisionales para México y Canadá), sumando tasas adicionales de hasta 125% sobre productos chinos, aranceles del 25% para la Unión Europea y de 24% para Japón, utilizando la fórmula “milagrosa” (pero básica) diseñada por el gabinete económico del presidente Trump. En la práctica, esto generó volatilidad de titulares, debido a que los mercados, alterados, huían de Wall Street y llevaban su dinero a activos en euros u otras monedas que se fortalecieron frente a la divisa estadounidense.

Waldy Bocio Montero, autor de este artículo

La reciente caída del tipo de cambio dominicano en abril se explica mucho mejor por los choques internacionales de la guerra comercial que por cualquier otro fenómeno local. En ese mes, el dólar llegó a debilitarse casi un 9% frente a una cesta de monedas (euro, yen, colón costarricense, dólar canadiense, etc.). El yen japonés, por ejemplo, se fortaleció más de un 4% frente al dólar durante ese mismo mes, mientras que el franco suizo y la libra esterlina registraron apreciaciones superiores al 5%. Por su parte, la caída con respecto al euro fue tal que la divisa de la zona euro alcanzó un máximo en los últimos tres años, revalorizándose un 7.8%, apreciación que correctamente fue atribuida a la incertidumbre resultante de la pausa de los aranceles recíprocos y la fuga de activos en los mercados estadounidenses.

Con el billete verde perdiendo terreno, era previsible que nuestro peso ganara algo de fuerza. Un día antes del 2 de abril (día de la liberación), el tipo de cambio diario de venta se situó en 62.89; luego del anuncio y la posterior paralización de los aranceles el 5 de abril, el tipo de cambio empezó a descender abruptamente, sufriendo una caída de 5.11% para el 18 del mismo mes. La posición del peso dominicano continuó fortaleciéndose con las tensiones generadas entre Trump y el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, luego de que el primero amenazara a Powell con despedirlo, seguidamente de que este sugiriera que los aranceles podrían retrasar el crecimiento económico (como efectivamente sucedió) y aumentar el nivel de precios. Este debate agravó aún más la situación del dólar en relación con el peso, que se tradujo en una caída del tipo de cambio de casi 8% al cierre de abril.

Esta dinámica de falsa fortaleza monetaria (donde una divisa se aprecia por shocks externos, no por méritos propios) encuentra su explicación más completa en el modelo de overshooting de Dornbusch (1976). Según este laureado de la Economía, cuando los mercados financieros reaccionan más rápido que los bienes reales (como ocurrió con la fuga de capitales de Wall Street), las divisas sobrepasan su equilibrio de largo plazo. El dólar no solo cayó, lo hizo en espiral, arrastrado por ventas apalancadas de activos que amplificaron su debilidad. El peso dominicano, contrariamente, fue víctima de un overshooting inverso: la apreciación de casi un 8% en abril superó cualquier fundamento local, convirtiéndose en un mero efecto colateral de la política arancelaria del "Make America First".

Aquí surge una importante paradoja: las políticas proteccionistas diseñadas para proteger la economía doméstica terminan mermando la credibilidad de su propia moneda. Esto lo anticipó el célebre Paul Krugman en su teoría del Nuevo Comercio Internacional (1979), en la que postula que cuando un país grande altera las reglas comerciales globales, su divisa pierde el estatus de activo seguro. Los aranceles trumpianos (ese 125% a China que pretendía "reequilibrar" el comercio) actuaron prácticamente como un boomerang.

Así, la "fórmula milagrosa" de Trump logró lo que décadas de teorías económicas no pudieron: demostrar, en vivo y en directo, que el proteccionismo es el mejor aliado de las divisas ajenas. Mientras el dólar se hundía bajo el peso de su propia arrogancia geopolítica, el peso dominicano (sin hacer mérito alguno) navegó en la cresta de una ola que ni siquiera ayudó a crear. Este episodio no hace más que confirmar que, en la era de la globalización, hasta las monedas más periféricas como la dominicana se vuelven actrices en el drama de las grandes potencias.

Como diría Milton, el buen Milton Friedman, desde su tumba; los tipos de cambio libres son como el clima; pretender controlarlos solo garantiza que te arrastre el huracán. Al menos, tras este abril de 2025, República Dominicana puede consolarse con un pensamiento: su peso fue "fuerte"… aunque solo fuera por obra y gracia de los errores ajenos.

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