La noticia del ajusticiamiento del tirano Trujillo produjo un cisma en la familia Matos de Tamayo, entre trujillistas y antitrujillistas. Fue una división que atravesó el país de un confín a otro y se dio en muchas familias.

En un primer momento, esa noticia fue recibida con pavor y consternación en la población dominicana. Nadie imaginaba que un gobernante que por más de treinta años se había promovido como inmortal, de repente mostrara su cuerpo acribillado por las balas de los héroes de esa hazaña en primera plana del El Caribe y el Listín Diario.

Pero, un número reducido de dominicanos recibió esa noticia con algarabía y como un santo y seña de que, al fin, esa era de horror oprobio había terminado. Entre estos, se encontraba Plinio.

En ese momento cursaba el cuarto año del bachillerado en Barahona. Pero, de repente, se apareció a su pueblo natal, Tamayo en medio del desasosiego y temor de la comunidad.

Y, sin preámbulo, alborotó el avispero trujillista de la localidad; comenzando por el hogar del padre, don Fabián, el adepto del régimen más connotado en el municipio.

En el parque se reunió con amigos para celebrar la noticia y dio los primeros pasos del desmantelamiento de las estructura de la dictadura en el lugar , señalando y hostigando a los más odiosos representantes. Esa acción le valió la persecución por parte de los trujillistas amenazados y, del padre,  principalmente.

Alfonso Matos Ogando, el hermano más activo y virulento defensor de Trujillo rápidamente regresó de Santo Domingo y encabezó la cacería contra Plinio.

Perseguido y expulsado de Tamayo, Plinio regresó a Barahona, adonde la hermana Felicia Matos y su esposo Modesto Vargas;  padres, entre numerosos hermanos, del fallecido doctor Fabio Vargas Matos, exdiputado del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), luego del PRM, a quien conocían en Cabral y en Barahona como el “cirujano del pueblo”.

Esa familia tenía un finca de café en Paraíso, municipio de la provincia Barahona, y ahí se llevaron a Plinio. Ahí fue escondido y protegido durante aquellos días en que su vida corría peligro.

Pero, tan pronto como pudo reorientarse y acumular energías, Plinio volvió a la carga, sumándose a la lucha contra los remanentes trujillistas en Tamayo y en Barahona que, con redoblada efervescencia, se multiplicaba en todo el país.

En medio de esa conmoción llegó Plinio a Santo Domingo ya con el título de bachiller, con el propósito de inscribirse en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo y continuar luchando contra el trujillismo ya descabezado, pero todavía fuerte y amenazante bajo la presidencia d Joaquín Balaguer.

Inmediatamente después que arribó a la capital, se presentó en el recientemente abierto local del PRD frente al parque Colón, donde durmió por varios días y donde reconoció a Peña Gómez y conoció al locutor, su tocayo Plinio Vargas Matos :Captura-de-Pantalla-2024-03-03-a-las-6.29.34-p.-m.-728x417

Cuenta Plinio, refiriéndose a ese momento y a esos personajes:

“Es él mismo hombre(Peña Gómez) que conocí en San Cristóbal como profesor del Politécnico Loyola— Plinio era estudiante entonces en esa institución — pero ahora está más preparado, es locutor y a lo mejor ya se hizo abogado. Es el quien anima el partido junto a Plinio, mi tocayo (se refería al locutor Plinio Vargas Matos ,1935 – 2013).Es alguien muy cordial y sencillo, y de un excepcional inteligencia. De seguro, llegará muy lejos, ya es como la mano derecha de Bosch.”

Los sucesos se precipitaron y mucho antes de instalarse en un lugar fijo, Plinio se incorporó a la virulenta lucha callejera que recorría la capital en Ciudad Nueva, El Conde, la Avenida Mella, la Avenida Duarte, derrumbando los símbolos de la dictadura y castigando a claieses y esbirros, entre ellos, el principal, José Antonio Jiménez, alias, Balá, jefe de los “paleros” que, en las calles contraatacaban a los antitrujillistas.

En esas acciones Plinio conoció a destacados “antipaleros” como Eliseo Andújar, alias, Barahona, luego comandante Barahona; Rafaelito Bueno, oriundo de Tamayo; Otto Morales, luego alto dirigente del MPD.

También través de esas acciones entró en contacto con los sectores de izquierda y con toda la comunidad política y social que luchaba por la libertad y la democracia.

En el medio universitario y en el movimiento político de izquierda y progresista, en el PRD y en la Unión Cívica Nacional, sin distingo Plinio se hizo de amigos y compañeros, de colegas estudiantes de toda la vida. Y empezó a conocerse en la capital por su actitud radical antitrujillista.

Cuando Plinio se estableció en Santo Domingo no vino solo ni se encontró solo. Tenía el apoyo de los Matos, que, aunque, divididos circunstancialmente por la política, en los asuntos familiares siempre fueron solidarios unos con otros.

Don Fabián nunca le dio la espalda. Como padre, él tenía por lema: no tengo hijo grande ni pequeño, todos son mis hijos.

Nada sucedía en la familia sin que, de alguna manera, interviniera. Nadie escapaba a su mirada, mucho menos en circunstancias desesperadas, aunque no estuviera de acuerdo con la conducta de sus hijos.

Alfonso Matos, que vivía en la capital, no se desinteresaba de la suerte de su hermano. Y de seguro, don Fabián le pidió vigilar a Plinio y cuidarlo, si era necesario.

Otro hermano de padre, Guildo Matos Hernández((Eberto), también se había mudado a la capital y siempre acompañó y apoyó a Plinio.

Esa solidaridad manifestaba no solo en el caso de Plinio. Era efectiva cada vez que un Matos necesitaba de los demás en el aspecto material y o en cualquier otra necesidad.

Además de Plinio, toda la familia Matos Moquete emigró a Santo Domingo. Los otros hermanos varones de padre y madres, Fellito, Domingo y José Antonio, se habían mudado entre 1961 y 1962.

Luego , después de la guerra de abril de 1965, la madre, doña Rita, y las tres hermanas, Estela y Carmen y Ritica, junto a los sobrinos ya adolescentes Amiris, Siínthia, Fresia y Anny.

Y con el arribo de esas mujeres y los sobrinos se montó el hogar de los Matos Moquete en la capital, primero en San Carlos, luego en San Antón.

Hay épocas borrascosas que marcan la memoria histórica y definen los liderazgos como la del 30 de mayo de 1961 y en ese contexto Plinio se reencontró consigo mismo y contó con una amplia base primaria de apoyo en la capital y en el país que le permitió sobrevivir en los años posteriores.

En definitiva, la tropa de los Matos y los Matos Moquete, principalmente, fue la mejor estructura que sirvió de apoyo Plinio desde los años sesenta hasta aquellos terribles años de hostigamiento y persecución del período de los Doce Años Balaguer.

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