“Plinio está en la Historia”

Hace algunos años, en mi caminata matutina en Santo Domingo conocí a una buena señora que,  cuando me le presenté, “Manuel Matos Moquete”, me sorprendió con esta pregunta:

—¿Hermano de Plinio?

—Sí, hermano.

—¿ Y por qué conoce a Plinio?

La perplejidad se apoderó de mí ante la respuesta de la señora:

—Plinio está en la Historia

Cuando me despedí de la señora me quedé pensando en su aseveración, “Plinio está en la Historia”. Esa afirmación es la mejor justificación para escribir este y otros artículos sobre mi hermano Plinio.

Es cierto, Plinio está en la historia, pero él no es un caso raro. Son muchos los dominicanos que pertenecen a esa estirpe y eso debe saberse.

Pues, para mal o para bien, quizá sin ellos el país no fuera lo que hoy es y ni usted ni yo fuéramos lo que hoy somos.

Al correr de los años los testimonios tejidos en torno a Plinio se han hecho interminables. El más reciente llegado a mi conocimiento es este intercambio de versiones sobre Plinio a través de Facebook el 27 de diciembre de 2023:

Luly Cabrera : Me alegro ver a Manuel (Luly se refiere a mí, Manuel Matos Moquete) ya que pensé que había fallecido. De Plinio sé que está muy enfermo y que vive en la calle proyecto en Villa Agrícola.

Lizet Rodríguez (mi esposa): No señor, Plinio vive en Gazcue y no está enfermo. Y Manuel está bien vivo. Y esta información sí puede difundirla porque es cierta.

(Efectivamente, Plinio vive en ese sector de la capital y este año cumple 83 años.)

En ese intercambio de informaciones hay versiones comunes y diferentes. Ambos interlocutores concuerdan en que Plinio está vivo.

Pero, para Luly está “muy enfermo” y “vive en la calle proyecto en Villa Agrícola”, mientras que, para Lizet  “Plinio vive en Gazcue”.

Como esas, son numerosas las expresiones que nos dicen que Plinio es una persona real cuya trascendencia a nivel nacional es indiscutible. Pero, como sería el caso de Luly, usted se encuentra con él en la calle y no se entera.

Tal vez ese héroe de la izquierda revolucionaria de los años setenta es aquel humilde viandante que lleva gorra, tenis y jean. O el señor aquél que, al igual que el común de la gente, se está tomando un trago en el colmado de la esquina.

No son pocos los que hablan de Plinio con admiración y desde el recuerdo. Diariamente se cruzan en mi camino y me interpelan: Manuel, ¡Qué hombre fue ese! Ya no hay hombres así. Son muchos los que lo acompañaron.

No escasean las manifestaciones sincera de admiración llenas de nostalgias hacia Plinio, el héroe de aquellos tiempos; aquel perseguido y acorralado por el gobierno de Balaguer que durante siete años puso en jaque a todos los cuerpos de seguridad del Estado.

Los testimonios se multiplican: lo conocí y lo ayudé a escapar atravesando el río Nizaíto…

Lo escondí por unos días en mi casa, aunque me estaba cagando de miedo…

Le presté ropa para que se disfrazara, le di de comer y de beber y le ayudé a trasladarse en mi vieja camioneta Ford, cuando de repente un amigo se apareció con él, armado hasta los dientes, en mi finca de Baní…

Otros, movidos por la natural curiosidad inquieren siempre; pero otros comentan socarronamente, quizá, haciéndose eco de la comidilla años atrás difundida por el enemigo:

¡Ah! ¿Cómo está de salud? ¿Está bien de la cabeza, luego de tantos golpes y desasosiego en su vida? ¿Qué habrá sido de él?…

Ese es Plinio, un hombre que ha vivido en la tormenta de la lucha y las contradicciones. Y es al mismo tiempo realidad y leyenda.

En los años de persecución recelaba el peligro al instante en los lugares por donde se movía. Sabia pasar desapercibido y se escabullía entre la gente.

Así se defendió circulando en la población como el pez en su agua; así permaneció clandestino desafiando la persecución de la guardia y la policía desde 1967 al 3 de noviembre de 1973, cuando fue apresado. Solo la traición pudo vencerlo.

Grandes mártires y héroes nos dejaron.  Debemos rendirles homenaje y guardarlos en la memoria. Ahora más que nunca, necesitamos ejemplos heroicos igual o más que alimentos para la subsistencia.

También, tenemos grandes luchadores que aún viven. Unos se reciclaron en el nuevo escenario público; otros se retiraron al hogar y al trabajo privado, una vez superadas las circunstancias que motivaron sus impactantes actuaciones.

Todos merecen respeto y cariño y ser reconocidos como valores de patria; sobre todo si no buscaron explotar los créditos que podrían derivarse de sus actos, traficando con sus ideales.

Plinio pertenece a estos últimos. Nunca ha aceptado ni solicitado redituar beneficios de algún tipo por sus luchas y sacrificios.

En 2008 escribí el libro , El regreso de Plinio El Mesías Relato legendario, en el cual, para muchos lectores, narro la historia de mi hermano Plinio. Pero no. Esa obra es una recreación de Plinio Ventura Rodríguez, alias El Mesías.

Entre 1961 y 1962 Plinio y León Romilio Rodríguez, conocidos como “Los Mellizos de Palma Sola”, movilizaron en Palma Sola, comunidad de San Juan de la Maguana, a miles de creyentes en torno al culto a Olivorio Mateo, muerto en 1922 por tropas estadounidenses que ocupaban el país.

“Palma Sola” generó conmoción y pánico en los estamentos políticos y religiosos. Se convirtió rápidamente en una crisis política en el país.

Los sectores conservadores, particularmente la prensa convencional, la Iglesia católica en las Fuerzas Armadas, actuaron prontamente para desactivar la insólita e inesperada manifestación de religiosidad popular.

Y lo que fue una simple congregación de creyentes culminó en la tragedia conocida como “ La matanza de Palma Sola”. El movimiento fue brutalmente reprimido. Los cabecillas fueron perseguido ,encarcelados, hubo cientos de muertos, entre ellos Plinio El Mesías.

El relato El regreso de Plinio El Mesías fue inspirado por mis raíces sureñas y por las vivencias que en mi adolescencia tuve de aquel acontecimiento.

También fue el producto de la lectura de la obra Palma Sola: Opresión y Esperanza, de Lusitania Martínez y a quien está dedicada mi obra por ser la autora más importante en torno a un tema central de nuestra cultura que ha motivado y aún debe motivar cuantiosos escritos y reportajes.

Pero, sin duda, esa obra sobre Plinio El Mesías contiene elementos muy parecidos a la historia de mi hermano Plinio, aun sea por la homonimia de los protagonistas. Hay elementos propios de cada uno. Eso es innegable.

Pero entre ellos, lo que crea la confusión y, lo finalmente interesante, es que hay más elementos comunes que propios . Ellos encierran, sobre todo,  perfiles compartidos por todos los personajes caracterizados por el rol subversivo ante la ley y el estatus.

Sus espectaculares y desaforadas acciones convierten los de simples mortales en héroes populares. Ese tipo de personajes gozan de simpatía y veneración en un determinado sector de la población ; a menudo encarna el imaginario de la gente humilde, oprimida y marginada, virtualmente adversa a las autoridades imperantes .

Esos dos Plinio, El Mesías y Matos Moquete, son como los tantos perseguidos legendarios que han existido en nuestro país desde los tiempos de los manieles durante la colonia: los Enriquillo, los Lembá,  los gavilleros, los Liborio, los Enrique Blanco, los Desiderio Arias, etc.

En todos ellos resulta difícil separar la parte de la realidad de la parte de la ficción; la historia real y la leyenda coexisten con dos perfiles no siempre reconocibles, identificables.

En esos personajes se funden el del ser real e histórico y el del ser ficticio y legendario.

Así es el Plinio Matos Moquete de doble perfil que aquí narramos . Hay Plinio real limitado, por su finita bibliografía , como todos los humanos. Y un Plinio devenido en personaje legendario que, con el tiempo, se ha quedado y dimensionado en el imaginario de la gente.

Ese Plinio hoy por hoy desmiente la afirmación que se enarboló una vez como la verdad de la época: “La captura de Plinio Matos Moquete puso fin a una leyenda”(Revista Ahora, 12 de noviembre de 1973)

Todo lo contrario, con el tiempo, el Plinio legendario se ha proyectado hasta el punto de opacar y sustituir al Plinio real, en gran medida, se desconoce, y que guarda, de por sí, una vida llena de méritos.

Es lo que procuramos contar en esta historia perteneciente a los años terribles de nuestra democracia.