Guapo: de tal palo, tal astilla.

Entender a Plinio es entender una idiosincrasia personal que se aloja en palabras y comportamientos que se hunden en las entrañas de la comunidad.

Y, entonces, es preciso, conocer la historia, las costumbres y los rasgos fenotipos de los lugareños en el ambiente local. En general, en Tamayo se tenía a los Matos como una familia formada, en su mayoría, de machos guapos.

Ser guapo es no temer al enfrenamiento físico y personal con alguien. Ser guapo en Tamayo, en la época de la infancia de Plinio, era un valor positivo excepcional.

En el español general, el vocablo guapo equivale, más bien, a bien parecido; mientras que, en el español dominicano registrado en algunos diccionarios de dominicanismos, es sinónimo de valiente. Y en ese sentido,  lo contrario de guapo es cobarde, ruin.

Carlos Esteban Deive registra la palabra guapo en su Diccionario de dominicanismos con la principal acepción de alguien muy bravo o valiente, ejemplo: guapo como abeja de piedra; privar en guapo es dárselas de valiente.

Sin embargo, recuérdese que ningún diccionario puede sustituir el uso común de la lengua, y en particular, el uso popular, que siempre aporta elementos enfáticos que no figuran en los registros establecidos.

Tampoco los usos comunes sustituyen los comportamientos individuales como el de Plinio, quien no solo era guapo en el plano personal sino también rebelde ante cualquier autoridad, incluyendo la de su padre, don Fabián, quien no jugaba en el momento de castigar a sus hijos.

Esa imagen de Plinio estaba vinculada al perfil de don Fabián, cuya más visible y frecuente manifestación era la expresión siempre presta a lanzar a cualquiera en forma airada: ¡Hombre del diablo!

Son numerosas las anécdotas sobre la bravura y el mal genio de don Fabián . El compueblano periodista Emiliano Reyes Espejo recoge algunas de las anécdotas que reflejan ese rasgo de don Fabián en su texto: “¡Mi revólver, carajo, dame el revólver…! ¡Pásame la escopeta que voy a matar a este maldito…!”

“Fabián resulta herido

Refiriéndose a la incidencia del señor Matos en el contexto histórico de Tamayo, Pérez dijo que: “En la lucha para obtener que la Sección Hatico fuera elevada a la categoría de Distrito Municipal se destacaron los señores Fabián Matos de la Paz, Pedro Mesa y Alfredo Brito, quienes sostuvieron varias reuniones con el Coronel Blanquito, quien estaba dispuesto a ayudar a los hatiqueños en esta causa”.

“En esas bregas el señor Fabián Matos fue herido estando en el Cuartel de la Guardia, que era la casa de Doña Avelina (Avelina Pin, esposa del Capitán Pin) en la calle Duarte número 2.

-“A pesar del percance sucedido al Señor Fabián Matos, la lucha continuó, de modo que los comisionados hatiqueños aprovecharon una visita que hizo Trujillo el 10 de marzo de 1943 a Palma Dulce, de Duvergé” para hacer la petición, relató Pérez.”

“En una ocasión, Fabián, que siempre se trasladaba en su inseparable mula armado de un revólver “cañón largo”, una escopeta y un filoso puñal, sufrió el dislocamiento (torcedura) de un pie. Descuidó el tratamiento y empeoró la dolencia, en razón de que se resistió a ir a tiempo al médico.

A Fabián, de contextura voluptuosa y con algo de sobrepeso, comenzó a hincharse su pierna derecha. Ya casi no podía caminar y no tuvo otro remedio que ir donde  “Papacito”, conocido “ensalmador” del pueblo que vivía en el barrio Alto de Las Flores, donde acudía todo pueblerino que sufría lesiones en sus piernas, pies y brazos.

Ante la ausencia de la medicina tradicional en el poblado, los parroquianos se atendían donde Papacito para sanarse mediante oraciones, “ensalmos”, “sobaderas”, “jalones”, hoja de “mamón” y sebo de flande. Cuentan que cuando Fabián llegó a la casa de Papacito, el primer sorprendido fue el curandero.

-“Usted por aquí, no esperaba este privilegio Don Fabián; en qué puedo servirle…”, expresó de forma amable esta vieja expresión quiropráctica tamayense.

–“Entre, tome asiento Don Fabián, coja sus armas y enganche las mismas allá arriba, encima de ese armario, hágame el favor”.

La reacción de Fabián fue enfática, los hombres no se despojan de sus armas. Alegó que no era “un hombrecito” de esos que al menor jalón de pie “gritan como chivos” o “lloran como niños”, cuando se realizan ensalmos.

-“Usted está loco, y esa falta de respeto, yo no dejo mis armas, olvídese. ¡Soy un hombre, carajo! Jale el pie ese, respéteme Papacito, respéteme, jale el pie y déjese de pendejadas”, reaccionó algo molesto, pero Papacito insistió en que tenía que enganchar las armas encima del armario” (Emiliano Reyes Espejo febrero 9, 2021).

Un niño guapo y rebelde

En ese ambiente y con ese padre, Plinio es, desde su niñez y, lo ha sido toda su vida, lo que se dice un hombre guapo.

En su infancia, en el entorno local y a nivel de las peleas entre muchachos, Plinio no salía a buscar pleitos a la calle, pero el muchacho que lo buscaba, lo encontraba y de mala manera.

Como cuando se estaba bañando con amigos en el rigodón de la finca de caña del ingenio azucarero Barahona, a la altura del poblado La Cuaba, que dejaban la ropa en la orilla, y que de repente se aparecía un grandulón revejido y la embadurnaba de ají montesino.

Eso no. Eso yo no lo perdonaba. Lo desafiaba, le iba encima, y ante esa fiera hecha persona, el bellaco corría despavorido.

Por igual cuando una banda de muchachos lo interceptaba camino a la propiedad de su padre cultivada de plátanos lo agredía. Él se iba tranquilo a su casa, pero al otro día volvía con su banda de amigos, y libraban una batalla campal armados de puños, patadas, mordidas y cabezazos.

La madre doña Rita lo recibía llorando al verlo llegar con la camisa deshecha y la cabeza rota.

Antes del ajusticiamiento de Trujillo, el entorno ecológico (natural y social) en que Plinio emergió, era en el plano de las costumbres igual de limitado que en lo económico y lo social. Se vivía en un mundo asfixiado por una moral muy rígida y llena de tabúes. Ninguna licencia era permitida.

En el plano político, la niñez de Plinio fue víctima de las represiones y constreñimientos que imponía la Era de Trujillo. Nació y me crio en un mundo marcado por la represión trujillista, aunque no estuviera en edad de entender la política.

Se temía mucho a la autoridad, que por doquier nos observaba y perseguía. Pero, Plinio fue un niño muy inquieto. No era obediente. Desde la infancia fue rebelde. Eso preocupó siempre a don Fabián.

El único sentimiento que Plinio manifestaba era el temor de que el padre supiera que él había peleado otra vez con los Melo, con los hijos de don Melo, quien era un señor amigo, con quien no quería enemistarse por pleitos de muchachos, porque, además, su finca y la suya colindaban, y eso complicaba las relaciones.

A don Fabián le preocupaba que Plinio desatendiera la escuela y no cumpliera los deberes del trabajo en la finca, por estar buscando pleito en el pueblo.

Era un padre muy recto, sus hijos debían ser obedientes, nada de vagar por el pueblo, marotear en fincas ajenas y perder tiempo. Tenían dos deberes de los cuales ninguno podía escapar: asistir a la escuela y trabajar con él en la finca y en los negocios.

No todos los hijos de don Fabián eran guapos como Plinio, pero entre los treinta hijos había algunos con fama de muy guapos.