“Difícil seguir siendo emperador en presencia de un médico y difícil también preservar la propia cualidad humana. El ojo del médico no veía en mí más que una masa de humores, triste amalgama de linfa y sangre, le hace decir la escritora Marguerite Yourcenar al emperador Adriano”. Tania Crasnianski: Locura y poder).

Toda acción humana trae su consecuencia, es inevitable, aun sin tomar una decisión. Lo importante es develar el contexto y lugar en que ocurre el radio de acción de las decisiones y el ser humano que aborda la problemática u oportunidad. ¿Qué nos lleva a tomar acciones/decisiones, más allá de los intereses económicos, políticos, familiares, personales que gravitan sobre los demás?

Dirigir, sobre todo por un largo periodo, deja una secuela, un sedimento, que va configurando una patología, esto es, una disfunción, de un desequilibrio en el ser humano. El puesto de dirigir a otras personas y distintos recursos le va creando un síndrome, un hybris. El poder, sin importar su naturaleza, genera trastorno, afición, incluso, determinadas alteraciones en la personalidad. Se acuna en el ser que dirige de manera permanente “la condición de predestinado”.

La patología del poder cobra cuerpo y sentido cuando vemos los actores involucrados en un proceso recurrente de mandar, de querer ser el protagonista, de no ceder nunca “el sitial” que la historia le tiene reservado. La patología se erige en un campo mayor, cuando esos seres humanos no tienen el más mínimo cantor del juicio de la historia, cuando su empuje por el poder no glorifica la organización, la empresa o un país determinado. La patología del poder se yergue en diferentes ámbitos y dimensiones, dada la naturaleza social de un país: la personalidad de los sujetos interactuantes, esto es, los trastornos de personalidad y las enfermedades mentales y físicas que tiene los actores involucrados; los factores éticos que se dan en el tramo cultural, institucional, de una formación social determinada; los factores sociales, estructurales que convergen en una sociedad, en cada época y circunstancia.

Esto quiere decir que las patologías del poder tienen que ver, en gran medida, como nuestras acciones, decisiones repercuten en las diferentes dimensiones de la vida social, de la existencia humana. Los efectos que pueden generar en lo social, político, económico, institucional, en la dignidad humana, en la justicia, en la igualdad. De ahí la necesidad de construir regulaciones en el Estado para evitar los efectos perniciosos, perversos, dañinos, sobre el conjunto de la sociedad. El contrapoder es inexorable allí donde hay seres humanos, y este, si hay ausencia se sobredimensiona sobre los demás sujetos e instituciones.

Si el ejercicio del puesto, del cargo en aquellos que dirigen no opera con adecuadas regulaciones, la obviedad del mal resalta y el axioma y corolario es la exclusión y la violencia en todas sus formas y manifestaciones. Como decía John Dalberg Acton “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. ¿Cómo se verifican, se advierten las patologías del poder en los hombres y mujeres que dirigen?

  1. Ocurren transformaciones de personalidad que se expresan en arrogancia, narcisismo, megalomanía, la simulación, el cinismo, la hipocresía. Obsesivo compulsivo, anti social, histriónico. Se creen por encima del bien y del mal hasta querer negar los demás poderes del Estado, en la praxis.
  2. Síndrome de Hybris, que es aquel que produce trastorno emocional, que está caracterizado por un exceso de confianza y un desprecio por la opinión de los demás. Aquellos que no reconocen sus errores y en su largo ejercicio del poder, nunca le han dicho al pueblo sus errores del pasado. Es más “filtran psicológicamente” su pasado nefasto, critican a otros sobre determinados hechos, cuando ellos fueron peores en X o Y indicadores sociales, económicos, institucionales. Hoy, la tecnología (Internet, Google, inteligencia artificial) son sus principales adversarios. Hablan y se expresan como si no hubiesen pasado por el poder en la dirección del Estado ¡Se creen omnipotentes!
  3. Las patologías del poder, dilatadas en el tiempo, desarrollan una violencia estructural, que se expresa en más desigualdad en todo lo concerniente a lo social y económico. Fragua la flagelación social, la crisis de movilidad social intergeneracional y con ello, la enorme exclusión y aporofobia.

Hay una estrecha correlación entre las patologías del poder y los 6 indicadores de gobernabilidad:

  1. Voz y Rendición de cuentas.
  2. Estabilidad política y ausencia de violencia/ terrorismo.
  3. Eficacia del Gobierno.
  4. Calidad Regulatoria del Estado.
  5. Estado de Derecho.
  6. Control de la Corrupción.

A más patologías del poder, peor son los indicadores de gobernabilidad; mientras mejores son los indicadores, menos patologías del poder se advierten y se visibilizan. Está claro que las patologías se erigen en el tejido individual de cada sujeto y al mismo tiempo en el espacio de lo colectivo: institucional, económico, social-cultural- ideológico. Allí donde el individuo empuja el carro de la historia o propicia el retroceso o desde lo social– colectivo permea a la persona, lo poda, para bien o para mal.

En República Dominicana las patologías del poder tienen un enorme peso, dado que gran parte de la vida política, social, ha sido dominada bajo la esfera de un poder altamente vertical, laceradamente autoritaria, dictatorial. A 181 años de la Independencia Nacional hemos tenido menos de 54 presidentes y 67 periodos de gobierno. De esos 181 años solo hemos tenido 60 años de vida democrática. En 181 años 8 presidentes han ocupado 112 años en el solio presidencial. Hemos tenido 54 personas en el Poder Ejecutivo. La perpetuación en el poder ha sido la norma, con toda la flagelación social, política e institucional que ello produce.

La prolongación en el poder, que deriva cuasi en unas series de patologías, conduce a una pobre movilidad de las elites, produciéndose un entramado societario que termina por gravitar, como una dinámica en la manera de gobernar y en el hiperpresidencialismo, que hoy como ayer nos caracteriza. Aquí hemos avanzado un poco en el orden institucional, empero, con tres poderes del estado: Legislativo, Ejecutivo y Judicial siguen siendo un mero enunciado y un marco ficcional.

La autonomía financiera, del Poder Judicial y del Poder Municipal, es una mirada para posar en las leyes que rigen un simple enunciado (10% para los Ayuntamientos y 4.10%, al Poder Judicial conjuntamente con la Procuraduría). Todo esto según la Ley 194-04 de fecha 28 de junio del 2004. Son, en gran medida, las patologías del poder que devienen, como acción, en una alta centralización del poder, donde el Poder Ejecutivo cuasi lo determina todo.

De ahí es que vemos cómo en la patología del poder, los presidentes van cambiando, incluso, se van verificando transformaciones de personalidad en la medida que pasa el tiempo. Mientras más dilatados se experimentan en el ejercicio del poder, más obtusos y tercos se convierten. Con el tiempo en el poder van perdiendo el sentido de la realidad, se van enajenando. Es como si la esquizofrenia y la paranoia se apoderaran de ellos, y la hipocondría fuera su fuente para no entender la realidad.

Si objetivizamos la historia reciente, nos encontramos que, de los 12 años del presidente Fernández Reyna, los mejores fueron los 4 años de su primer mandato. Del presidente Medina Sánchez, del 2012 al 2016, gobernó más horizontalmente y con más oído. Su segundo mandato desconoció que la sociedad, a partir del 2017, había cambiado por la rampante corrupción. Llegó a decir en el Palacio: “Cuál corrupción, dónde está la corrupción. Yo les he dicho a ellos que me digan”. Con su rostro muy enjuto, la corrupción estaba en el mismo Palacio, como la verdolaga en el campo.

La patología del poder ignora los límites, las normas, las regulaciones y saca a relucir todo lo que de verdad somos. Por ejemplo:

  • El funcionario que tiene 5 guardaespaldas encima, en una sociedad con ausencia de violencia/terrorismo.
  • El Código Penal que aprobó el Senado es la expresión más elocuente de patología del poder, que viola los artículos 5, 7, 38 y 42 de la Constitución, que atribuye la dignidad humana como el elemento fundamental. El Artículo 5: Fundamento de la Constitución. La Constitución se fundamenta en el respeto a la dignidad humana. El 7: Estado social y Democrático de Derecho… fundado en el respeto de la dignidad humana, los derechos fundamentales. El artículo 38: Dignidad humana. El Estado se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona y se organiza para la protección real y efectiva de los derechos fundamentales que le son inherentes. La dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable, su respeto y protección constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos.
  • Artículo 42: Derecho a la integridad personal. Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psicológica, moral y a vivir sin violencia. Tendrá la protección del Estado en casos de amenaza, riesgo o violación de las mismas. Tiene 3 numerales que puntualizan más la dignidad humana.
  • Funcionarios, sobre todos de los organismos descentralizados, que se indexan anualmente los sueldos desde hace más de 12 años y tienen un sistema de repartos en su seguridad social, que nos dice en la categoría sociológica que eso se llama: violencia institucional. Con 4, 7, 9 y 12 años se pueden ir para su casa con RD$300,000; 400,000, 500,000, 600,000, 700,000, RD$1, 0000,000.
  • Muestra al canto, nos encontramos con ex funcionarios que hace 9 años y ya cesaron en sus funciones y siguen con choferes y guardaespaldas del Estado
  • La más indescriptible, como parte de la patología del poder, es ver a una misma persona ser ministro de 3 y 4 Ministerios distintos. ¡Puesta en definición de que el poder lo puede todo!
  • Lo más visible, insólito, como expresión de la patología del poder, es comprobar la Ley de Residuos Sólidos. Un desaguisado con una enormidad que es penoso. Es inconstitucional la aprobación por el Congreso de esa posible Ley de Residuos Sólidos. Uno se pregunta, como es posible, que un Congreso apruebe una ley sin tomar en cuenta a los sectores involucrados, que no resiste el más mínimo análisis técnico y legal.

¡Es la patología del poder, tan anclada en el pasado que genera la flagelación social en que nos encontramos en esta apesadumbrada anomia social!

Cándido Mercedes

Sociólogo

Sociologo. Experto en Gerencia. Especialidad en Gestion del Talento Humano; Desarrollo Organizacional y Gerencia Social y Sociología Organizacional. Consultor e Instructor Organizacional. Catedrático universitario.

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