Concluyo este artículo transcribiendo esta relación epistolar entre Cecilio y Ricardo, padre e hijo en mi novela El retorno generacional*.
Capítulo 14
Semanas después de la visita de mi amigo Enzo, recibo esta carta de Ricardo.
Puvirnituq, Nunavik, 18 de diciembre de 2002.
Mi querido papá:
Te estarás preguntando cómo le estará yendo a Ricardo, perdona mi silencio, desde que llegué quise escribirte, pero estoy tan poco acostumbrado a hacerlo…
Pues te diré que me siento muy bien en este inmenso y aislado territorio, que afortunadamente no es reino de los humanos, sino de los majestuosos animales del Ártico: osos polares, bueyes siberianos y renos. Aquí tengo el privilegio de disfrutar de las maravillas de la naturaleza como nunca antes había podido hacerlo.
El trabajo es duro, pero no me quejo, creo que me conviene comenzar el ejercicio de mi carrera por su parte más complicada: intervenir en situaciones de crisis. En este centro de salud me paso los días lidiando con personas que llegan intoxicadas de alcohol y droga y mujeres golpeadas por sus cónyuges. Ya estaba informado de los problemas de alcohol, droga y violencia conyugal entre los autóctonos, pero nunca me imaginé que serían de tal magnitud, es realmente una epidemia.
Pero bueno, no es para hablarte de la complejidad de mi trabajo que te escribo. Estas palabras, que bien me hubiera gustado decirte cara a cara, como aquel día que sentados frente a frente y mirándonos a los ojos, te confesé lo que ya tú sabías: que tenías un hijo gay, son para que sepas que tengo un gran sentimiento de gratitud hacia ti por todas las cosas buenas que me has transmitido.
Yo sé que tú siempre me dirás que nada te debo, pero puedes estar seguro de que te debo todo. Cuando me sumerjo en mis recuerdos de infancia, me llegan a la memoria las alegres tardes que pasaba contigo en el parque jugando a la pelota o meciéndome en un columpio. Acababas de llegar cansado del trabajo, pero eso no te importaba, el placer de verme alegre te hacía olvidarlo.
Papá, nunca te he dicho lo suficiente cuanto te amo, soy avaro de palabras y creo que por eso tú no te das cuenta de todo lo que me has inspirado en mi vida cotidiana, con tu fuerza, ternura, comprensión, filosofía de vida. Creo que hasta con tu mirada profunda y momentos de silencio, que en ti hablan mucho, me has enseñado a ser mejor persona.
Por todo eso, quiero decirte: gracias papá.
Gracias por el padre que fuiste ayer y por el que sigues siendo hoy.
Gracias por haberme querido tanto durante mi infancia y por tener la paciencia de soportarme durante mi adolescencia. Gracias por no ser un padre perfecto, si lo fueras, yo nunca hubiera podido enamorarme de otro hombre, que es para mí la única forma de sentir y vivir el amor. ¿Cómo hubiera podido aceptar los defectos de otra persona, sin la tolerancia y compresión que tú me has enseñado? ¿Cómo podría yo gestionar las decepciones que con frecuencia uno confronta en la vida de pareja?
Comienzo a frecuentar otra persona y hasta ahora todo va muy bien. Me siento muy feliz, ya buscaré la ocasión de viajar a Montreal con él para que lo conozcas; es realmente un chico estupendo.
Gracias nuevamente papá por todo lo que me has enseñado.
Gracias por haber amado a mamá como la amaste. Gracias por aceptarme y amarme como soy.
Recibe un fuerte abrazo. Tu hijo, Ricardo.
Montreal, 29 de diciembre de 2002.
Mi querido Ricardo:
Me alegra mucho saber que estás bien. No sabes cuanta emoción me producen tus bellas palabras, sobre todo cuando me dices, con toda justeza, que no soy un padre perfecto; soy solo el mejor que he podido ser, en función de la persona imperfecta que soy.
Yo tampoco hubiera deseado un hijo perfecto. ¿Sabes a qué sabe el agua químicamente pura, sin un granito de polvo?
!A pura mierda¡
Hijo mío, quiero que sepas que no tienes nada que agradecer, ser padre es un deber; yo soy el que debe agradecer la dicha de tenerte.
En cuanto a la complejidad de tu trabajo, espero que los valores de tolerancia y respeto a la diferencia que te he inculcado te ayuden a no formarte una imagen prejuiciada de los autóctonos. Siento, sin embargo, la necesidad de explicarte lo siguiente:
El consumo de alcohol y droga entre los autóctonos es un problema socialmente estructurado por un conjunto de prácticas, leyes, políticas públicas e ideas que emergieron durante el periodo colonial y todavía hoy siguen siendo parte del paisaje institucional de este país. Entre las más nefastas de estas prácticas están la llamada ley sobre los indios y el régimen de pensionado, para solo citar unas pocas.
El excesivo consumo de alcohol y droga, considerado como “la desviación autóctona” e históricamente visto como un sello identitario y carencia moral de estos pueblos, ha dado lugar a una serie de controles sobre sus vidas, comenzando por una ley de 1874 que les prohíbe embriagarse y que culmina más adelante con la ley sobre los indios y sus diferentes cláusulas, interdicción de vender bebidas alcohólicas, interdicción de poseer, fabricar y comercializar estas sustancias en sus comunidades, interdicciones, interdicciones y más interdicciones.
Es con todas estas medidas restrictivas que históricamente el hombre blanco ha pretendido resolver una adicción al alcohol y a las drogas que está íntimamente relacionada con el desmantelamiento de sus estructuras tradicionales de gestión, desplazamientos territoriales, restricciones a la movilidad fuera de sus comunidades, exclusión de la economía capitalista, deliberado propósito de hacerlos olvidar sus lenguas ancestrales, criminalización de sus ceremonias religiosas, confinamiento de sus niños en los pensionados, amparado en una supuesta misión civilizadora. Con todas estas restricciones y atropellos, hijo mío, ¿qué otra cosa le queda a esta gente que no sea emborracharse?
Todas estas atrocidades las calla el hombre blanco, pero los efectos de sus abusos, la llamada “desviación autóctona”, la presenta como la causa de todos sus males y la utiliza como pretextos para marginarlos y excluirlos de la vida social, cultural, política y económica del país.
Espero, mi querido Ricardo, que esto te ayude en algo para ofrecer a los autóctonos toda la comprensión y compasión que merecen.
Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti. Cuídate mucho.
Recibe un fuerte abrazo. Tu papá, Cecilio.
*El retorno generacional, Amazon Publishing, 2022, páginas 185-189.
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