Los líderes comunitarios están llamados a levantar la bandera política que se ajuste cada vez más a los intereses de la comunidad. Una neutralidad respecto a las autoridades gubernamentales. Si no, perderán el santo y también la limosna.
Los comunitarios deberían ver los escenarios políticos en tiempos electorales como una tribuna para defender lo que rinde beneficio a sus comunidades. Los políticos —subidos en esa tarima— harán lo que sea para sacar la mayor tajada.
Porque los políticos —hay que decirlo siempre, sin descansar— defienden contra viento y marea los intereses propios. Y también los de sus partidos.
Los líderes locales, por lo regular, se pliegan a lo que dicten los políticos. Son convencidos con argumentos baratos y dádivas arrebatadoras de la dignidad. Obran contrario a los suyos.
Pero la bandera que les corresponde, por lo contrario, es la de defender los intereses de sus comunidades. Luchar por la creación de proyectos que contribuyan al desarrollo local.
Pareciera, según lo anterior, que los dos sectores —comunitario y político— tienen intereses encontrados. Para nada. Más bien, sus intereses se complementan uno al otro.
Se dijo antes, el partido político se crea sobre la base de propiciar el desarrollo del país. Y ese desarrollo nacional se consigue mediante la intervención de las comunidades a lo largo y ancho del territorio nacional. Aportando un chin aquí y otro chin allá.
O sea, el país se desarrolla solamente cuando las potencialidades de las diferentes comunidades se aprovechan desde su contexto hacia lo nacional. Un proceso de desarrollo que vaya de lo local a lo general.
Las agrupaciones comunitarias y sus líderes, en consecuencia, son las depositarias de la defensa a la comunidad. Los políticos, en cambio, les toca defender el país: compuesto por la totalidad de las comunidades. Por lo anterior, resulta normal una alianza transparente para que el partido y la comunidad logren sus objetivos de origen.
Uno y otros —partido y comunitarios— constituyen el dúo perfecto para que comunidad y nación se enrumben por el camino del desarrollo mutuo.
¿Puede un grupo comunitario o un partido político lograr sus propósitos esenciales cada uno por separado?
Puede ser que consigan cumplir sus objetivos cada uno por su lado. Pero el logro durará menos que una paja en un gallinero.
La energía utilizada en conseguir sus propósitos, a la larga, resultará un desperdicio hijo de la tozudez de los líderes de ambos bandos. Políticos y comunitarios. Mientras más dure la gloria, mayor será el trauma producido por el derrumbe.
Pero conseguir la simbiosis de estos dos sectores sociopolíticos requiere: primero, desaprender las costumbres de tramposería y manipulación heredadas de la colonia.
Y Segundo, aprender el manejo de métodos y herramientas específicas. Entre las principales están: la planificación por resultados, técnicas de trabajo social, análisis de la realidad, evaluación permanente, etc.
Tanto los líderes comunitarios como los políticos deberán aprender a construirse bajo valores fundamentales. Por ejemplo, la solidaridad, el respeto, la colaboración, la tolerancia y el dialogo.
Estos valores son clave para la convivencia humana. Porque los seres humanos —según Paulo Freire— se liberan en comunión. Organizados.
Cuando esos valores se conviertan en costumbre, podrán entonces los políticos y los líderes comunitarios convivir como lo que son: una familia nacional. El diálogo aportará la flexibilidad que facilite deponer los intereses particulares en favor de los intereses generales.
Así que, si la limosna se distribuye con justicia, la bendición del santo será abundante. Llegará a moros y cristianos.
Corresponde a comunitarios y políticos emprender la acción social orientada en valores como justicia, libertad, igualdad, tolerancia entre otros.
En suma, a los líderes comunitarios no les luce andar ondeando la bandera de unos candidatos advenedizos. Políticos que aparecen cada 4 años. Tienen que entender su papel, consistente en defender su asociación, su comunidad y su municipio.
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