Este año “Las madres”, para mí en particular, fueron tibias no por el amor que me ha sido profesado y del cual estoy agradecida, sino porque en estos días me duele el mundo.
Me duelen todas las madres del planeta que hoy están sufriendo lo indecible, como las madres palestinas, haitianas, yemeníes, sirias y tantas otras en muchos recovecos de nuestra Madre Tierra.
Me duelen las madres parturientas haitianas, las descendientes de haitianas, las desnacionalizadas, las apátridas, las dominicanas negras atrapadas por error en las mallas de la Dirección General de Migración. Mujeres que sufren debido a las políticas migratorias restrictivas y prácticas discriminatorias como son las redadas nocturnas y los operativos en hospitales, que ponen en riesgo sus vidas y las de sus hijos.
Me duele que se hayan tomado medidas injustificables que ponen médicos y enfermeras entre la espada y la pared, obligándolos a denunciar a sus pacientes luego de curarlas para que sean apresadas y deportadas.
Me duelen estas mujeres negras que han muerto, las que desde hace algunas semanas han parido en piezas insalubres y en los montes por falta de acceso a los hospitales y maternidades de la República Dominicana, tierra tradicionalmente hospitalaria.
Me duelen las deportadas quienes, en esta día tan importante, se encuentran desesperadas y separadas de sus hijos e hijas.
Me dan vergüenza la violencia institucional, los operativos que no respetan los derechos humanos y que dejan atrás a niños, niñas y adolescentes desamparados; adolescentes que se ven obligadas a buscar la “protección” de hombres mayores para sobrevivir en la jungla que estamos auspiciando en contra de nuestras propias leyes de protección de la niñez.
Soy un producto del genocidio nazi que me arrebató toda la rama materna de mi familia dejando huellas imborrables en mi vida y la de mis seres queridos.
Por este dolor mío me atormenta el drama palestino, la exterminación despiadada de un pueblo, de sus madres y niños frente a un mundo insensible cuando cada minuto importa. 70% de las víctimas son mujeres y niños según el Fondo de las Naciones Unidas por la Población (FNUAP). De las 50,000 mujeres embarazadas en Gaza, un promedio de 130 mujeres dan a luz a diario entre desperdicios y aguas contaminadas frente a un sistema de salud en ruinas.
Me duele que haya resurgido con fuerza un movimiento que defiende una supuesta supremacía blanca. La idea de una raza superior, que nos está arropando hasta en nuestra isla y que me hace recordar la frase de Franz Fanon: On est toujours le nègre de quelqu’un; es decir, “siempre somos el negro de alguien”.
La tesis de la supremacía blanca contradice directamente los ideales de igualdad racial al fomentar la división, la opresión y la desigualdad. En cambio, abrazar la idea de la unidad del género humano implica reconocer y erradicar los sistemas que perpetúan la opresión y el racismo. Es un compromiso con la justicia, la equidad y la paz.
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