Los mitos regularmente tienen un final trágico. Quizás la acumulación de tantas victorias suele pasarles factura en el tramo último de sus batallas.

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Si una imagen queda prendida, como una vela encendida en mi interior, en la figura artística de Mario Vargas Llosa, es la de un hombre contradictorio en su vida personal, pero coherente en sus pensamientos. Uno podía estar o no de acuerdo con él en muchos de sus vaivenes, sin embargo se sentía obligado a seguirlo en su sendero sinuoso y lleno de curvas, a veces arriesgadas y valientes.

Vargas Llosa nunca rehusó enfrentar a la inmensa mayoría cuando tuvo que defender lo que el consideraba su verdad. Amó la libertad como a esa amante a la que supo mantenerse fiel, incluso en los momentos más álgidos en los que muchos hubieran podido abjurar de ella. Sabía quedarse solo en medio de la contienda y desafiar a todos los bandos al mismo tiempo con entereza. Giró trescientos sesenta grados en sus posiciones políticas, pero el cordón umbilical que lo ataba a ciertos preceptos jamás traicionó sus creencias, sobre todo su concepto acerca de las libertades individuales, que mantuvo inalterable incluso en los momentos que le fueron más adversos.

Siempre he pensado que era el último escritor para el que la palabra tenía un valor intrínseco e insobornable. Su defensa de los inmigrantes, su distanciamiento frente todo fanatismo, viniera este de dónde viniera, le hizo ser centro de venenosos dardos. Se equivocó y lo hizo en muchas ocasiones eso es indudable, pero jamás desistió en su lucha.

A pesar de ese aire de dandy que cultivó hasta el último minuto de su existencia no se dejó seducir por la banalidad a la hora de emitir juicios. Lo cierto es que el glamour y las primeras planas lograron deslumbrarle y podemos, tal vez,  condenar dicha actitud, pero lo que no podemos negar ni pasar por alto, es que estuvo en el centro de todo debate importante en las horas críticas del mundo, dando la cara como el intelectual de cuerpo entero que fue. Su ausencia se va a sentir de modo inexorable, no me cabe duda. Siempre fue un espécimen distinto, raro y lo cierto es que no veo a lo lejos ningún otro que consiga igualarle en estos momentos tan necesitados de personas que señalen caminos nuevos

David Pérez Núñez

Escritor

Poeta, narrador y ensayista. El autor está situado desde siempre al margen de movimientos literarios. De difícil ubicación nunca formó parte de ningún taller de literatura y poesía, no se unió a grupos ni a corriente alguna. Independiente, escritor desde la periferia, se le puede describir como un punto tangencial en el universo de las letras de su país.

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