“Cuanto más automaticemos el tratamiento de la información, más oportunidades tendremos que crear para una comunicación eficaz”. (Peter Drucker).
Cuando hablamos del macropoder estamos visualizando los distintos tipos de poder que se bosquejan en sociedades como la nuestra, en el punto más alto de la seducción, coacción o influencia. Estamos hablando hoy en día del poder político, del poder de la riqueza y del poder de la influencia (ideológico), esto es, de los medios de comunicación. Sin embargo, la definición del poder se puede categorizar como la capacidad de actuar, influir sobre otros, o los demás.
En nuestra sociedad hemos derivado poder como sinónimo de política. En gran medida ocupa el mayor espacio. No obstante, el poder silencioso está configurado por lo que hoy denominamos actores estratégicos (empresarios, iglesias, medios de comunicación, sindicatos, asociaciones y entidades comunitarias). Dicho de otra manera, el poder trasciende a la política como parte medular de la existencia del ser humano, como un animal social.
Cada uno de los diferentes poderes contiene un poder potencial, que significa la capacidad para hacer y un poder en acto, que es ejercicio de producir y cambiar cosas, hechos, fenómenos. El poder tiene como clave, pues, seducir, reducir y conducir (prestigio, fuerza y riqueza). Formas de poder y factores de poder se conjugan en los distintos tipos de poder para crear el ecosistema de poderes en una sociedad determinada, donde se configuran, se entrecruzan, según los distintos niveles y grados de conflictividad con que opera una formación social dada.
En un análisis de corte longitudinal, vemos, por ejemplo: de 1966 a 1978 el poder militar jugó un rol protagónico como factor de dominación. A partir de 1978, con la primera transición de la sociedad moderna o que dio lugar a la eclosión de una vida más democrática, de mayor cualificación, la triada del poder mutó un tanto, no en la esencia, empero, si más en el poder ideológico (iglesias y medios de comunicación).
Desde 1968 hasta 1996, la fracción de clase más dominante de la elite económica era la manufacturera o industrial. A partir de esos años, el sector financiero conformó un corpus dominante, aunque la parte del poder de la riqueza se movía en una combinación de las distintas fracciones de la burguesía (industrial, comercial, financiera, agrícola). A partir de 2004 la burguesía, en sus diferentes divisiones, acusó una mayor importancia y protagonismo en las decisiones de quienes podían ganar el poder político.
A partir de ese periodo comienzan a jugar un rol mayor y con más autonomía hacia el poder político. En clave no distintiva, pero si diferenciada, poder político y el poder de la riqueza se recreaban claramente como poder dominante. Ninguna se ponía reglas ni límites. ¡Solo se tocaba lo que convenía a esos poderes! Las condiciones estructurales (económicas y sociales) en las relaciones de poder que se derivaron han cambiado, en tanto que el poder tiene que ver en como confluyen la dinámica interactiva en que esta se produce. Esa dinámica social que dimana del poder, como influencia, seducción, imposición o reducción, ha transformado, empero, no significativamente. Es una expresión deliberada y máximamente proactiva. Los cambios estructurales (desigualdad, modelo económico, salarios, equidad competitiva, justicia distributiva, etc.) se precisan hoy más que nunca.
Así que el poder, en la categorización weberiana, como dominación social, el poder como dominación en el ejercicio del poder y, la visión conflictualista, donde ve el poder como el eje desiderátum de los fenómenos o procesos sociales. En nuestra sociedad, tanto el poder económico como el poder político, no han tenido la comprensión, internalización y asunción de ver, en el marco funcionalista, las funciones sociales del poder, en otras palabras, el macropoder no ha sido capaz, en los últimos 29 años, de orientar, como decía Talcott Parsons, el uso de “determinados recursos socioculturales con miras al logro de determinados fines sociales”. Una burguesía anémica, famélica, que no se proyecta en el tiempo, más allá de la riqueza, de la rentabilidad y la ganancia, como el ente social de contenido real de la economía de mercado.
Las distintas franjas de la burguesía ayudan sostenidamente a los actores políticos con más posibilidades de llegar al poder. Lo que aportan guarda el sello y el signo de mayor opacidad, por lo que la ciudadanía no sabe del comportamiento de esta a partir de sus aportes. Somos el país con la más escasa transparencia del dinero privado a los partidos políticos según el estudio investigación de Participación Ciudadana.
El macropoder se mueve hoy como si el tiempo no pasara, no transcurriera. Desde la perspectiva del análisis estratégico del poder, no entienden que el poder no es una atribución personal, sino que es medularmente una propiedad cónsona, inherente a las relaciones que ellas entrañan, conllevan y conducen. La asimetría no es siempre la misma ni comporta la misma fragua de poder. El macropoder político es en esencia el mismo, dado que ninguno de los actores políticos del sistema de partidos tiene un proyecto de país, un proyecto de nación.
De ahí que vemos un Código Penal de 1884, esto es, de 141 años, promulgado en el Siglo XIX. Tiene 20 años en el Congreso y que desde el 1962 ya Juan Bosch hablaba de la necesidad de modificarlo. Por eso vemos el anteproyecto de la nueva Ley de Compras y Contrataciones que tiene más de dos años en el primer poder del Estado, donde el PRM tiene una representación del 76% en la Cámara de Diputados y de 90% en el Senado. Por igual, vemos el barrilito, creado en el 2006, esto es, tiene 19 años. Actualmente, solo un senador no lo recibe (Antonio Taveras); anteriormente no lo recibieron Eduardo Estrella y Faride Raful.
Un macropoder económico y político desertificado y con una certificación de calidad penosa y descalabrada éticamente y moralmente. Así lo atestiguan Foro Económico Global, Transparencia Internacional, Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Tenemos una evasión del ITBIS de 43%. Evasión del Impuesto corporativo por el orden de 60%. En ambos casos, duplican el promedio de evasión de la región Latinoamericana y del Caribe, sin graficar que reciben más del 4% del PIB de exenciones, equivalente a RD$350,000 millones de pesos; y, son los que han creado, conjuntamente con el poder político, toda la problemática de la migración haitiana como fuente de acumulación y alta plusvalía.
El desalentador accionar con el gris ejercicio del ente legitimador del macropoder, se desliza en todo el andamiaje del tejido del micropoder. Los pequeños poderes, que se dibujan como copias juntillas, diluida, que como decía alguien “el modo como usted vea que se use o abuse del poder, es lo que los demás hacen”. Por eso, el poder es intrínsecamente social, opera y se irradia en tanto que producto social. El micropoder es la fuente del hilo conductor del macropoder. Penetra y permea en cada rincón donde existe una relación social, grupos sociales, individuos, en busca de una necesidad, de una oportunidad o de un logro. Ese micropoder está instalado en el cerebro de cada uno de nosotros como parte de un aprendizaje determinado, de una formación, de un desarrollo y del alcance de nuestra personalidad.
Encontramos un micropoder pasmosamente negativo, que se irradia y parecería como que en el ambiente existe un líquido radiactivo que consume la vida humana del dominicano. Nos encontramos con micro poderes como:
- Los guagüeros que se pasan en rojo y se paran en medio de la calle.
- Los AMET o DIGESETT que deciden qué hacer con tu vehículo y duran hasta 10 minutos dándole paso a una calle. Allí donde hay semáforos.
- El profesor que abusa de los alumnos. En las escuelas los viernes les dicen a los estudiantes que no vayan, sin que el Ministerio haya suspendido oficialmente la clase.
- El médico que no asiste a su trabajo. Que llega a las 10 de la mañana y se va a las 11, dejando 20 pacientes sin atender y que llegaron a las 4 de la mañana, haciendo cita en un cuaderno.
- Los médicos, a través de su sindicato, que deciden hacer una huelga porque no le han aumentado a los pensionados/jubilados.
- La ADP de San Francisco que decide parar todas las escuelas de la provincia porque hay una que ha sido afectada por fumigación.
- El padre que abusa de los hijos y quiere disciplinarlo desde su propia autobiografía, de autorreferencia, el como yo era, desconociendo el contexto, la generación y los nuevos modelos de aprendizaje.
- El esposo que cree que su pareja es “suya”, que ella no puede decirle que no quiere seguir la relación y que no puede llegar “tarde”. La visión del “machismo” lo lleva a la violencia verbal, emocional, psicológica y hasta física (feminicidio).
- La vergüenza de tener cientos de niñas embarazadas con edad entre 9 y 15, donde los hombres le llevan 10, 15, 20 y hasta 30 y 40 años. El micro poder negativo, nefasto y el macropoder no juegan su papel.
El micropoder se irradia en el cuerpo social dominicano, lo grave es que en esa irradiación se encuentra que es un poder contaminado por la radiactividad, de la emanación de un poder disfuncional a lo largo del tiempo. Un micropoder que es el flujo espasmódico, inflado y con flatulencia socorrida y con ello, del sentirse fuerte por la simbología, el prestigio: el poder. El poder de la diferenciación, en gran medida del puesto. Lo coyuntural nos enferma.
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