Por otra parte, el desdoblamiento, es decir, la mención explícita generalizada de los dos géneros, anula la utilización de ese recurso en aquellos contextos en los que sí tiene relevancia, como cuando: a. se busca poner énfasis en la idea de la totalidad; b. se quiere establecer una comparación entre los integrantes de ambos sexos. La Real Academia Española cita los siguientes ejemplos a este propósito: a. ‘En las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas’. b. ‘La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente’. Se puede concluir, por tanto, que la moda ‘no sexista’, además de producir unas construcciones sintácticas enrevesadas y extravagantes, también conlleva un empobrecimiento de la capacidad expresiva de la lengua.
¿Y qué decir de casos como la presidenta, frente al tradicional la presidente? A pesar de que la Real Academia ha incorporado ya la forma presidenta, conviene realizar algunas precisiones a este respecto. En español, existen los llamados participios activos, que hacen referencia al agente de la acción que expresa el verbo. Del verbo atacar, el participio activo es atacante (‘el que ataca’); de salir es saliente; de florecer es floreciente; de dibujar, dibujante; de existir, existente. Resulta claro que la noción de ‘agente (o sujeto) de la acción (o estado) verbal’ es indicada por medio de la terminación –nte. Así, el que habla es hablante; el que cree, creyente; lo que huele, oliente; el que camina, caminante, independientemente del sexo del que realiza la acción. De una señora que canta no se dice que es cantanta, ni la que oye se llama oyenta.
Los casos de presidenta, asistenta (y algún otro) pueden considerarse excepcionales. Sin duda, la presión social (o ¿la corrección política?) han logrado convencer a la Academia para crear un efecto en el interior del sistema, introduciendo y haciendo sonar pasable y normal, una variante morfológica que altera la estructura fonológica original del sufijo español –nte.

Es significativo que el diccionario académico no reconoce estudianta, hablanta, pacienta, importanta, independienta, influyenta, simpatizanta. Pero algunos partidarios del ‘no sexismo’ han llegado al extremo de decir miembros y miembras, portavoces y portavozas, millones de hombres y millonas de mujeres. A este respecto, hace poco la prensa española se hizo eco de la dura respuesta con doble sentido que dio la Real Academia Española en su cuenta en Twitter a una pregunta capciosa de una lectora que escribió esto:
«Me di cuenta que puedo decir que una correa es negrA, pero no que es marronA. ¿Por qué? ¿Estamos discriminando a las marronAs? Gracias por tu atención».
La respuesta académica fue severamente clara: ‘Hay adjetivos de dos terminaciones, como «rojo, -ja», «amarillo, -lla» o «listo, -ta», y otros de una sola terminación, válida para el masculino y para el femenino, como «marrón», «azul» o «imbécil».’
Cabría preguntarse si se acerca el momento en que el uso antietimológico se generalizará, y se aceptarán como estándares las variantes estudianta, simpatizanta, hablanta, independienta, pacienta, residenta, e, incluso, capilla ardienta. Por la vía de la mención explícita de ambos géneros, lo coherente sería, desde el punto de vista del género masculino, asumir otras consecuencias, como la de contraponer también, formalmente, el artisto–la artista, el turisto–la turista, el dentisto–la dentista, la víctima–el víctimo, el oculisto–la oculista, el pediatro–la pediatra, el pianisto–la pianista, el periodisto–la periodista, y muchísimos casos por este estilo.
En un intento por evitar las repeticiones (los niños y las niñas), algunos han propuesto la creación de un ‘género neutro’, con la utilización de ciertos símbolos no alfabéticos, como @ y #:
amig@s, trabajador@s, compañer@s, señor@s; amig#s, trabajador#s, compañer#s, señor#s. Como es obvio, aparte de extravagante y ridícula, esta ‘solución’ solamente tiene aplicación en la escritura, porque los símbolos @ y # no representan ningún sonido y, por tanto, no son pronunciables. No menos extraño y problemático es el uso de la letra x, con los mismos fines, provocando combinaciones aberrantes, también impronunciables:
amigxs, trabajadorxs, compañerxs, señorxs. Se ha planteado, además, la inclusión de la vocal /e/ como marca morfológica del pretendido ‘género inclusivo’:
amigues, les trabajadores, compañeres, les señores. Probablemente, y con razón, a mucha gente le resultará patéticamente risible observar la oración “Los niños están contentos” convertida en: “Les niñes están contentes” o en “Lxs niñxs están contentxs”.
Para unos cuantos casos, se ha recurrido, sin mucho éxito, al uso del sustantivo abstracto o el colectivo correspondiente: la ciudadanía, en vez de los ciudadanos; las amistades, en vez de los amigos; el personal o la plantilla, en vez de los trabajadores; el profesorado, en vez de los profesores; la prole, en vez de los hijos.
Conclusión
No hay dudas de que en el nivel léxico es legítima la incorporación de los femeninos catedrática, jueza, médica y otros similares que en el pasado solo se usaban en masculino porque dichas funciones se consideraban exclusivas de hombres. En estos casos, se recurre al uso de una oposición morfológica existente, normal: masculino –o (o cero): niño, Luis; femenino –a: niña, Luisa. El español, como cualquier otra lengua, es suficientemente flexible para poder asimilar las innovaciones causadas por la transformación de las circunstancias históricas y sociales de la comunidad que lo utiliza. Pero un asunto muy distinto, que carece por completo de sentido, es que, por ignorancia acerca del funcionamiento de la lengua, en el terreno morfo-sintáctico se pretenda desvirtuar la función genérica del masculino, equiparando erróneamente la noción de género gramatical con la de sexo y desconociendo, por otro lado, el carácter morfológico de no marcado que define al género masculino.
La lucha por la igualdad de hombres y mujeres, así como la eliminación de la violencia contra la mujer, errónea y torpemente llamada violencia de género por muchas personas, deben ser una meta de todos. Pero el problema tiene que ser atacado en sus causas y en sus verdaderas manifestaciones, sin malgastar el tiempo en cursilerías absurdas e inútiles. Porque empeñarse en la utilización de los desdoblamientos de género (los dominicanos y las dominicanas, los niños y las niñas), no es más que una recreación de la fantasía de Don Quijote, al confundir los molinos de viento con el enemigo.
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