Los procesos de inducción se organizan y desarrollan para favorecer un ejercicio actualizado y eficiente de la función docente. Por tal motivo, se han de poner todos los medios que estén al alcance para que los participantes se comprometan con el proceso. De ser así, podrán desarrollar habilidades, formas de pensar y de hacer que cualificarán su trabajo y su participación social. Estos procesos de inducción han de estar orientados al aprendizaje. En consecuencia, han de presentar al docente de nuevo ingreso oportunidades concretas para avanzar en su formación y en el ejercicio de la función docente. El proceso indicado ha de poner especial cuidado a la formación de una visión educativa estratégica, a la articulación teoría-práctica y al análisis de los saberes propios. De igual modo, ha de poner énfasis en la formación de un estilo educativo horizontal, en una nueva comprensión del significado del aula y en la alfabetización en Inteligencia Artificial.

Posibilitar una visión educativa más estratégica requiere de los formadores habilidades y metodologías que motiven a los docentes a revisar críticamente su forma de acercarse a la realidad educativa. Esta postura facilita la construcción de una visión educativa analítica ante las oportunidades, los riesgos y los desafíos que impactan su práctica educativa. El docente, en este proceso, ha de aprender a gestionar los problemas del presente con más inteligencia y practicidad. A su vez, debe realizar esfuerzos para comprender y actuar, teniendo en cuenta, también, las demandas del futuro. Al actuar de esta forma, asume la gestión de los tiempos presente-futuro como herramientas para resituar su práctica y enriquecerla con un sentido estratégico. En la construcción de la visión educativa estratégica, los antecedentes cuentan; por lo cual, el tiempo pasado, también, tiene un significado. Esta visión permitirá a los participantes una acción comprometida con la transformación de las situaciones que mantienen la educación del país en estado vulnerable.

El análisis de los saberes propios es otro de los procesos que la inducción debe trabajar a fondo en la formación docente.  Los participantes en el proceso de inducción necesitan apoyo para identificar sus conocimientos y los mecanismos que emplean para pensar, producir y actuar. Han de tomar conciencia de los saberes previos que poseen y, a partir de estos, apropiarse reflexivamente de los nuevos que van construyendo. Es importante que los docentes adquieran seguridad de los conocimientos que poseen y de las carencias que debilitan sus aportes en el campo de la educación. Asumir sus fortalezas y debilidades cognoscitivas les permite mantenerse abiertos a otros saberes y a otras posibilidades. El análisis de los saberes propios favorece el desarrollo de una mayor capacidad para la revisión crítica, no sólo de la calidad de los saberes, sino, también, de la pertinencia y de la inconsistencia de los mismos.

La articulación teoría-práctica requiere, también, un cuidado importante. La teoría tiene su identidad propia; esto mismo le sucede a la práctica. Ambas dimensiones se han de mantener interrelacionadas para poder obtener resultados efectivos. Los docentes que se forman en el proceso de inducción han de entender y concretar la interdependencia existente entre la teoría y la práctica. Toda teoría induce a una práctica determinada; y toda práctica tiene como base unos lineamientos teóricos. Por ello, la distancia entre ambas dimensiones fragiliza la función docente y obstruye la construcción de conocimiento de forma integral. La vinculación orgánica entre teoría y práctica garantiza un ejercicio docente coherente y claro.

Otro proceso que demanda un cuidado prioritario es la formación de un estilo educativo horizontal. La horizontalidad se refiere a un estilo docente que, sin desconocer su formación, su trayectoria y la madurez que lo diferencia de los estudiantes, suscita y sostiene una relación –comunicación pedagógica motivadora y cercana. Es capaz de crear ambientes dinamizados por el deseo de aprender, de participar y de colaborar, en el contexto del aula, del centro educativo y de la comunidad. El estilo educativo no apuesta a la fuerza y a la diferencia que distancia. Opta por la creación de condiciones que despierten capacidades rezagadas y hagan despuntar focos creativos, innovadores y necesarios para el desarrollo de la comunidad educativa. De este modo, el estilo educativo se convierte en fuente de atracción y confianza para aprender más y mejor.

Los procesos mencionados antes contribuyen para que se produzca, en los docentes que participan de la Inducción, una nueva comprensión del significado del aula. Los docentes de nuevo ingreso, sin proponérselo, tienden a convertir el aula en el centro de su práctica educativa. Esto, además de aportarle seguridad, les permite crear su propio mundo en el interior del centro educativo. El aula es y debe ser un foco sustantivo para los docentes; pero, el ejercicio de su profesión le exige una relación más amplia con la diversidad de contextos en los que incide. El proceso de inducción   ha de facilitar nuevos referentes para conceptualizar, entender y asumir el aula. Se ha de producir una comprensión que le permita identificar el nivel estratégico del aula para generar cambios en los estudiantes, en los demás actores del centro educativo y en la comunidad más amplia. El aula como laboratorio, como plataforma debe estar abierta a la complejidad de la realidad y además a un aprendizaje situado, útil y de elevada significatividad.

En esta época, el proceso de inducción ha de acompañarse de una alfabetización en Inteligencia Artificial (IA)). Parece que ninguna ciencia, ningún sector, ninguna persona quedará exenta del impacto de la Inteligencia Artificial; por tanto, la alfabetización es obligada y pertinente. Es importante que los docentes tengan capacidad de gestión de IA para elevar y ampliar sus conocimientos y para fortalecer su capacidad de investigación y de producción. Una adecuada alfabetización en IA contribuirá, también, a prevenir riesgos y a regular desde el punto de vista ético los aportes de la IA. El proceso de alfabetización en este campo permitirá a los participantes en la inducción una participación socioeducativa, política, económica y cultural, más acorde con los tiempos, los problemas y los avances científico-tecnológicos que vivimos.

El proceso de inducción en la formación docente no es una experiencia mágica. Requiere  voluntad educativa, voluntad personal-social, voluntad política y voluntad económica. Lo importante es convertir en una sola voluntad estas cuatro voluntades. Así el proceso, no solo fluye, sino que se vuelve realidad.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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