La formación de los docentes, cada vez, se vuelve más exigente y compleja. Demanda seguimiento sistemático y rigor en cada uno de sus procesos y de las acciones. En las últimas décadas, se le presta especial atención a los docentes de nuevo ingreso. Para avanzar en esta dirección, se implementan, en el sector público, procesos de inducción orientados a preparar a estos docentes para un ejercicio efectivo de la docencia. En esta tarea, se observan cinco énfasis determinantes para lograr un proceso de inducción que cumpla integralmente con su finalidad. Estos momentos son complementarios, están enlazados y, al mismo tiempo, mantienen su especificidad.

Construcción del sentido: Este énfasis coloca el acento en la construcción del sentido del proceso de inducción. Es una etapa importante, pues posibilita que los actores de la inducción piensen y expliciten las razones que movilizan cada uno de los procesos del programa. De igual modo, es una fase que facilita una comprensión reflexivo-crítica del horizonte al que se pretende llegar. De esta forma, los docentes de nuevo ingreso se involucran en un proceso de construcción compartida de las motivaciones que fundamentan su trayectoria formativa. Esto los convierte en agentes de transformación de su propia  visión  y de sus concepciones sobre la inducción. Los mismos conceptualizan y asumen los porqués y las finalidades que le dan sentido y direccionalidad al programa de inducción.

Confianza en el terreno: Es un énfasis que le pone especial atención a las condiciones del entorno inmediato de los participantes en el programa de inducción. La centralidad se les otorga a los factores que reducen la inseguridad y la desconfianza en sus propios aprendizajes. Los docentes de nuevo ingreso tienden a dudar de sus competencias, de su capacidad para desarrollar empatía y experiencias gratificantes con los grupos con los que han de trabajar. Sobre todo, les inquieta la gestión del grupo en el aula. Por ello, en esta fase se realizan acciones y procesos para un mayor fortalecimiento de su autoestima, de la educación de sus dimensiones afectivas y emocionales. Se les aporta herramientas para la adquisición de nuevas habilidades y de las actitudes que elevan la autoconfianza y la libertad. Esta fase profundiza el desarrollo humano y social de los actores de la inducción.

Prácticas transformadas: Este énfasis subraya acciones y procesos para que se produzcan cambios sustantivos en las prácticas. Estas van más allá de cúmulos de tareas. Se asumen como acciones impregnadas de sentido, que responden a necesidades de los sujetos y de los contextos de actuación. Las prácticas constituyen una expresión de lo que los participantes  piensan, saben y viven en el proceso de inducción. Estas prácticas tienen una direccionalidad que viene dada por el sentido que los participantes construyen en el proceso de inducción. Se caracterizan por la fuerza reflexiva, el sentido crítico y el carácter investigativo. Esto las aleja de la neutralidad política. Son prácticas movilizadas por y para el bien de la colectividad. De ahí, su fuerza político-pedagógica e investigativa. El compromiso es una práctica educativa que construye, aporta e investiga para lograr aprendizajes que garanticen el bien de las personas y de la sociedad.

Actuación más allá del aula: El énfasis en esta dirección convierte el proceso de inducción en una trayectoria formativa para ejercer una ciudadanía intercultural, crítica y global. Los contenidos curriculares del proceso de inducción se articulan con enfoques, pedagogías y estrategias que preparan para pensar y actuar para el cambio. Tanto el pensamiento como la actuación están mediados por rupturas con una práctica educativa endógena, con una visión cerrada a los aportes de otras culturas; ruptura con una concepción del aula como refugio y como centro exclusivo del quehacer educativo. Por el contrario, desde este énfasis, el proceso de inducción se asume como construcción de miradas más integrales y plurales de la realidad local, regional y global. Los participantes de la inducción, al desarrollar su pensamiento crítico, se dan cuenta de que su misión los compromete con un mundo abierto y marcado por la equidad.

Un proceso abierto a las innovaciones: El proceso de inducción que transforma la visión y la práctica de los docentes de nuevo ingreso se renueva de forma permanente. Utiliza con creatividad las aportaciones de las tecnologías. De la misma forma, le pierde el temor a la inteligencia artificial. La convierte en aliada estratégica para comprender e interpretar su efectividad en la solución de los problemas que afectan a los aprendizajes de los estudiantes, de los mismos docentes y de los gestores educativos. Son innovaciones para la adquisición de competencias que le aporten consistencia al ejercicio docente. Los actores del proceso de inducción trabajan el sentido educativo de las tecnologías, estudian las potencialidades de la Inteligencia Artificial; y, con apertura crítica y proactiva, hacen de su práctica educativa un laboratorio de ideas y de formas distintas de pensar y de hacer en educación.

Dinorah García Romero

Educadora

Investigadora del Centro Cultural Poveda - Directora  del Proyecto: Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda. - Titular de Formación continuada en el Centro Cultural Poveda. - Docente del  Máster en Psicología de la Educación y Desarrollo Humano en Contextos Multiculturales,  Universidad de Valencia-Universidad Autónoma de Santo Domingo. - Co-Directora de Tesis en el Programa de Doctorado en Educación, Universidad de Valencia-Universidad-Autónoma de Santo Domingo.  

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