El pasado ha sido objeto de estudio de la ciencia histórica que tiene múltiples modelos para tratar los documentos, la oralidad, los procesos de creación de la memoria colectiva, los imaginarios sociales, la vida cotidiana y todo lo relativo a la cultura moral, al ámbito de los legados jurídicos, tanto en el ámbito de los pueblos originarios, de los castellanos y de los esclavizados.

La historia es una hermenéutica que abre posibilidades para entender cómo se entiende los fenómenos culturales y cuáles son los significantes que se gestaron en una colonia para dar forma, a una moral de la casa, la cual tienen un significante que irrumpen en el legado jurídico de la sociedad dominicana.

La historia vernácula, es un conocimiento que se puede comprender en la esfera procesal, la oficial y en lo académico. Un buen ejemplo, del tribunal inquisitorial.

En el trayecto misional del siglo XVI el territorio de la Española recibió a varios grupos religiosos: los Dominicos, los Franciscanos, los Jerónimos y Jesuitas, Mercedarios, entre otras. La sociedad asimiló la evangelización cristiana en la vida cotidiana y en el marco de los poderes civiles que estaban aliados entre ellos.

El tribunal de la Inquisición duró poco en la Española, ya que fue trasladado a Cartagena de Indias, pero esto no significó que no quedara en la sociedad la fuerza y la difusión de sus ideas, la represión y legados que se visibilizan en los imaginarios y el sentir de las personas que han sido profundamente tocadas por los lineamientos autoritarios de una sociedad. El mundo colonial no era libre en el espacio religioso, ni en el civil, tal como conocemos la democracia hoy día.

Escuchar y leer en el periódico que rompieron la escultura de Atabey debajo del mar, me recordó cuando explicaba en una conferencia académica, que en el país necesitábamos sacar de la plaza de la catedral, la estatua de Cristóbal Colón, para ser llevada a un museo especializado sobre la colonia.

Es importante dar cuenta sobre esto, porque los ídolos, entiéndase cemíes y parafernalia religiosa de los originarios, fueron escondidos en cuevas o tirados en cuerpos de aguas como señal religiosa de protección a lo que consideraban las divinidades del agua. La cultura es siempre un referente que nos da una visión sobre cómo actúan los sujetos. Explica cómo se transmite la memoria histórica.

La historia, como la conocemos, a pesar de las distancias epocales se reproducen en la vida cotidiana o bajo, los instrumentos de represión de instancias autoritarias. Las persecuciones y ataques siguen siendo los mismos, salvo que estamos bajo un régimen republicano, pero sin cambiar las diferencias de pensamientos y manera de vivir.

Hoy miro el caso de los mazazos que se propinó a la escultura de la Diosa Atabey en Sosúa, la cual se colocó en ese lugar como memoria histórica y para ayudar a la regeneración ecológica de los corales. Este es un buen ejemplo, de las tantas persecuciones que se reproducen, a lo largo de la historia, no solo por ideas religiosas, ecológicas, también por vivir, sentir y pensar distintos a lo común.

La cultura permite entender cómo los individuos responden a las creencias y a la fiscalidad de las autoridades en el amplio complejo de relaciones de la vida social.

En la actualidad usan teléfonos inteligentes, unidades satelitales, cámaras, pagos de vigilantes por todos los medios de comunicación, tan sólo porque, no le gusta tu ser como persona. Eso se reproduce desde, la época colonial y la percusión continúa en todos los espacios de la vida social, económica y política. Es la era de los fisgones cibernéticos y calumniadores entrenados: son los verdugos del siglo XXI.

En el siglo XVI, la realidad era distinta porque era un sistema político y económico esclavista, por tanto, había que pensar en los famosos Libros de Votos donde los inquisidores y autoridades se servían para incluir las causas de fe. Estos libros recogían los autos de procesamientos, encarcelamientos, los secuestros de bienes, las sentencias, o en caso particulares la suspensión de la causa.

Eran los verdaderos sistemas de golfería religiosa. Tenían todos los cuidados con la que sabiamente se ha manejado las diferentes iglesias.

Estos Libros de Votos no dan cuenta de los hechos, actos, palabras o blasfemias y denuncias falzas. Se ocultaban y se escondían en la escritura. Esto se mostraba de manera indirecta y no se visibilizan porque eran reglas precisas definidas por el tribunal inquisitorial. Menos pruebas, permiten que las fechorías puedan seguir actuando sin reproche social. Los castigos siempre se definen por el tipo de delitos, los cuales podían ser relacionados con la fe o con lo político, o simplemente una particular mirada del cuerpo y la sexualidad.

Estos libros incluían, los procedimientos precisos de la actividad procesal, el delito cometido, los conocimientos detallados de los bienes materiales, con excepción de una parte relacionada con las visitas y la manera como se hacían las entrevistas procesales.

En el libro de Votos  no se relataba, todo lo que pasaba en las mazmorras, o lo que se decía o hacía durante las visitas al reo o a la persona que se estaba acusando. También llevaba un Libro de la Cárcel.

Este libro era escrito por el sacerdote o representante civil, incluía todos los nombres de las personas que el Santo Oficio procesaba o tenía encarcelado, así mismo incluía la fecha de ingreso y salida, pero nunca, se detallaron las entrevistas, ni el uso de la fuerza que usaban para extraer la supuesta verdad, o las razones claras de porqué los sujetos eran encarcelados.  Los nombres de las élites se incluían, aunque no se difundieran públicamente.

La estructura del poder ya sea religioso o civil consideraba que el no cumplimiento de las normativas tradicionales se vinculaba con las afirmaciones heréticas, escandalosas, irreverentes y blasfemas.

Las creencias oficiales y el mundillo de los autoritarios de la sociedad colonial controlaban la vida de la gente. En el marco de los viejos libros inquisitoriales, se puede encontrar la pista de los delitos morales, religiosos y de cómo se lograba el sometimiento de las masas.

Ese mundo de las formas y la temporalidad envuelve a los viejos juristas que cortejan primero y luego daban el zarpazo con el gancho del tormento por azote o la hoguera.

Hoy miro, los actos de fe de aquellos que son capaces de dar mazazos, acusar a otros de pecados morales, por enfermedades mentales o autoritarismo, sin ningún tipo de reflexión lógica sobre sus actos, como los viejos moralistas eclesiásticos. La memoria colectiva e imaginarios sociales no se desprenden de un particular punto de vista, proceden de éticas caducas que se gestaron en la colonia.

Escuchar y leer en el periódico que rompieron la escultura de Atabey debajo del mar, me recordó cuando explicaba en una conferencia académica, que en el país necesitábamos sacar de la plaza de la catedral, la estatua de Cristóbal Colón, para ser llevada a un museo especializado sobre la colonia. Explicaba cómo los símbolos de la sinrazón colonial atravesaban el tiempo y por tales memorias era necesario construir nuevos relatos, bajo la mirada reflexiva.

La memoria histórica, no se desviste de sus ligeros y ajustados corsés. Los mazazos contra la escultura de Atabey, forma parte de esos viejos relatos que se recogían en los libros inquisitoriales.

En los imaginarios sociales y culturales no han desaparecido las ortodoxias y heterodoxias seculares con la que se juzgaba, a los llamados delitos de idolatría o de fe.

En la geografía isleña, los delitos tipificados religiosos y prácticas culturales indigenistas, no se aceptan, por formar parte de las culturas originarias. Las cuales fueron marginadas y sometidas por los castellanos en calidad de ser consideradas como niños.

Los antiguos lazos entre la iglesia y el Estado colonial no desaparecieron de la memoria.  La historia sigue caminando por las pasarelas con sus pestañas postizas. Es una historia que necesita tapar el hurto y buscar la distracción de las masas para dar continuidad a los mismos azotes culturales y a los viejos crímenes coloniales.

Fátima Portorreal

Antropóloga

Antropóloga. Activista por los derechos civiles. Defensora de las mujeres y los hombres que trabajan la tierra. Instagram: fatimaportlir

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