Al concluir el primer artículo sobre longevidad y salud mental, hice referencia a que “practicar ejercicios de forma regular, alimentarnos bien, establecer nuevas conexiones sociales, tener una visión positiva de la vida, bailar, escribir novelas y cuentos, compartir más con nuestros hijos y nietos, entre otros, es una psicoterapia sin costo alguno.
Por su parte, los estudios de la Universidad de Northwestern a los que hicimos referencia en el artículo anterior refieren que el envejecimiento de la cognición humana tiene tres trayectorias: (1) La trayectoria cognitiva patológica, cuyos síntomas aparecen mediante un deterioro cognitivo precoz, factor principal generador de demencia entre los seres humanos.
Asimismo, (2) trayectoria cognitiva normal o promedio, en la que la memoria y las habilidades cognitivas comienzan a disminuir entre los 35 y los 50 años de edad. No obstante, en este período la mayoría de las personas ejercen al máximo sus habilidades cognitivas.
Y, (3) trayectoria cognitiva de los supelongevos. Esta trayectoria es propia de las personas con 80 años o más que demuestran tener la misma agudeza cognitiva y mental de aquellas personas con edades entre los 50 y los 60 años.
De su lado, los estudios de la Universidad de Northwestern indican que los superlongevos son capaces de soportar pobreza extrema, superar los traumas causados por la pérdida de uno o ambos padres a temprana edad y, a su vez, son capaces de sobrevivir en un campo de concentración similar al Holocausto nazi, demostrando que son personas resilientes.
No obstante, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que los superlongevos que tienen los factores cardiovasculares y los lipídicos controlados tienen una memoria y capacidad cognitiva envidiable sin importar su edad cronológica.
Además, sabemos que “los superlongevos que practican ejercicios físicos regulares oxigenan sus cerebros, fortalecen sus músculos y mantienen un peso corporal adecuado, reducen los riesgos de desarrollar la enfermedad de Alzheimer y otras patologías psicológicas y/o neuropsiquiáticas de importancia” (Estudios de la Universidad de Stanford, USA-2024).
También sabemos que, cuando los superlongevos no son obesos y diabéticos, no fuman, no toman alcohol en exceso y, a su vez, evitan consumir comidas chatarras y sustancias prohibidas, estos mantienen una salud física y mental que les permite disfrutar sus años sin comorbilidades que los inmovilizan y/o los incapacitan.
“Aprender cosas nuevas como bailar, tocar un instrumento musical, nadar, hacer senderismo y turismo de montaña, así como salir de su zona de confort, contribuye a fortalecer la memoria de los superlongevos y a retrasar el deterioro cognitivo de estos” (Estudios de la Universidad de Stanford).
Asimismo, pertenecer a una red social fuerte, realizar una labor voluntaria, asistir a eventos sociales y culturales, involucrarse en actividades lúdicas y creativas de interés para los octogenarios estimula la memoria y su función cognitiva, lo que desafía a los demás órganos del cuerpo humano.
Por lo que hemos visto en el cuerpo de este segundo y último artículo de opinión sobre longevidad y salud mental, la genética que heredamos las personas de nuestros padres y nuestros ancestros no se puede cambiar. No obstante, si los seres humanos asumimos un estilo de vida saludable y una nutrición que proteja la salud cerebral, podemos disminuir los riesgos de demencia y aquellas alteraciones cognitivas que dan paso a la enfermedad de Alzheimer.
Como se sabe, el alzhéimer es un trastorno cerebral progresivo que destruye la memoria y la capacidad de pensar. No obstante, el Alzhéimer no es una parte normal del envejecimiento, sino el resultado de cambios complejos en el cerebro que empiezan años antes de que aparezcan los síntomas de dicha enfermedad.
Por su parte, los síntomas del Alzheimer incluyen olvidar los eventos recientes, dificultad para planificar y resolver problemas, desorientación en el tiempo y en el espacio, cambios bruscos en el estado de ánimo y de personalidad, así como dificultades con el lenguaje y para realizar las tareas cotidianas.
Según los estudios de la Universidad de Oxford, la enfermedad del alzhéimer se desarrolla en siete etapas, a saber: (a) Comportamiento exterior normal; (b) cambios de memoria muy leves; (c) disminución de la memoria leve; (d) disminución de la memoria moderada; (e) disminución de la memoria moderadamente grave; (f) disminución de la memoria severa; y (g) disminución de la memoria muy severa.
Otros estudios realizados por expertos en neurología y neuropsicología de la Universidad de Stanford refieren que las etapas de desarrollo del alzhéimer se pueden retrasar si las personas diagnosticadas con dicha enfermedad asumen, entre otros, hábitos alimenticios saludables, duermen entre 7 y 9 horas, consumen frutas, verduras, legumbres, aceite de oliva, pescado azul y aceite de aguacate.
Finalmente, las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que, después de que una persona es diagnosticada con la enfermedad del Alzheimer, dicha persona podría vivir entre 3 y 11 años de vida; mientras que son muy pocas las personas superlongevas diagnosticadas con Alzhéimer.
“La mejor y más eficiente farmacia está dentro de tu propio organismo” (ANÓNIMO).
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