En la República Dominicana tuvimos dos dictaduras con toda regla, que fueron la de Lilís y la de Trujillo. Y tuvimos un gobierno represivo que algunos tipifican como dictadura, que fue el de Ramón Cáceres.
A los tres se ha ejecutado. Y en los tres casos después del magnicidio lo que ha venido es anarquía. A la muerte de Lilís vino una inestabilidad que terminó con la llegada al poder de Mon Cáceres en 1905. A la muerte de Mon Cáceres las guerras ocurridas se les puso fin con la intervención militar norteamericana de 1916, que nos dejó en el poder a Trujillo.
El jefe nos gobernó 31 años y cuando fue ajusticiado, como sucedió con los casos anteriores, vino el caos hasta que llegó Joaquín Balaguer al poder en 1966, produciendo doce años de represión y estabilidad.
Hasta 1966 el país estuvo debatiéndose entre dictadura y anarquía. Pero más dictadura que anarquía. La dictadura es la ausencia de libertad, pero genera estabilidad, y ésta produce crecimiento y desarrollo económico. Nuestras dictaduras generaron desarrollo económico, sobre todo la de Trujillo. Fueron 31 años de estabilidad con desarrollo capitalista.
Ese ciclo de dictadura versus anarquía terminó en 1978 cuando inauguramos el proceso de democracia. A partir de ese momento dejamos de debatirnos entre anarquía y dictadura.
Lo que tenemos es un proceso democrático que lleva 47 años eligiendo gobierno cada 4 años. Hemos cumplido los ciclos de las dictaduras y estamos transitando exitosamente por el camino del crecimiento económico en medio de la democracia política.
II
A diferencia de nosotros, la vecina República de Haití no ha podido iniciar su camino hacia la democracia. Sigue debatiéndose entre dictadura y anarquía, disputa superada en la República Dominicana.
Cuando Jean Claude Duvalier abandonó el poder vino el caos y la inestabilidad. Eso debió durar solo un tiempo. Pero no. El país sigue sumergido en el caos. No ha podido pasar, como RD, del caos a la estabilidad y de ahí a la democracia.
Hubo algunos intentos como los gobiernos de Préval y de Arístides. Pero todo ha terminado en fracaso. La ONU ha ocupado el país bajo el alegato de pretender terminar con la anarquía. Pero al retirarse el país volvió al caos y la anarquía.
El país hoy es un desastre. Una tragedia. Un estado fallido. Una caricatura de Estado. El Estado no controla el territorio, no cobra impuestos ni atiende las necesidades de la gente como debe de ser. La pobreza es espantosa. La educación es nula.
La riqueza está concentrada en pocas manos. Viven de la caridad mundial. Y así ninguna nación se desarrolla.
El panorama es desolador y ni las mentes más brillantes encuentran solución. Intervenir militarmente nuevamente no parece una solución adecuada y ya nadie quiere hacerlo.
Haití pudiera estar necesitando 20 años de gobiernos fuertes, que generen estabilidad y crecimiento económico y que sientan las bases para la democracia política como se hizo aquí con Trujillo. No hay democracia sin crecimiento económico, y no hay crecimiento económico sin estabilidad política. El Estado fallido de Haití solo puede ser combatido por un Estado fuerte. En conclusión, Haití necesita una buena dictadura. O para decirlo un poco más suave, un gobierno fuerte.
III
Un gran amigo, de esos que muchas veces lee mis artículos antes de ser publicados, asombrado por el planteamiento y al parecer preocupado de que pudiera interpretarse que estoy reivindicando las dictaduras, me dijo: "profesor, hay cosas que no se pueden plantear, aunque sean verdaderas, porque en un mundo caracterizado por lo superficial y el predominio de las redes sociales, se pueden manipular y presentar del autor una imagen que no es". Me limité a decirle: "bueno, tal vez tengas razón, pero el artículo está hecho y va para el aire, y espero que no prevalezca la manipulación. Al final, lo que suceda o deje de suceder en Haití, afecta a la República Dominicana".
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