“El bienestar de una nación y su capacidad para competir están condicionados por una única característica cultural dominante: el nivel de confianza inherente a la sociedad”. (Francis Fukuyama).

Liderar es mucho más que gestionar. Liderar es la cantera fluida en el tránsito de combinar el presente con el futuro. Significa, el puente a través de las personas para lograr objetivos, metas, hoy y mañana. No se concibe liderar, sino es a través de otros. El círculo concéntrico de lograr un mejor futuro está halagado en el baile acompasado del líder con sus seguidores. Se puede ser líder y no buen gestor. Se puede ser buen gerente y no ser buen líder.

Se gestionan cosas: procesos, procedimientos, capital físico, capital financiero, capital natural; empero, las personas no se gestionan. Liderar y gestionar no necesariamente se contienen ni se trasciende en sí mismos, el uno no determina al otro. A menudo, la doble combinación hace más fuerte, más firme y con más sentido, para impulsar los cambios verdaderos, reales.

Un líder sin capacidad de gestionar, a mediano y largo plazo, fracasa. De ahí que ha de rodearse de excelentes gestores para lograr los desafíos de su época, del contexto que le ha tocado jugar. El gestor per se jamás podrá ser líder, a lo sumo dirigente para asumir la operatividad, la instrumentalización de las cosas, al canturriar del presente. Su caracterización esencial es de bajo perfil. No disfruta la visibilidad.

De ahí que liderar es configurar como prima facie la confianza. La confianza como pegamento social, como eje articulador y eje transversal, no solo creador del capital social, sino de la cohesión social. La confianza, así visualizada, lo permea todo en el grado de interactuación social. Es el verdadero círculo virtuoso que coadyuva en el grado de relación a generar mayores niveles de productividad en cualquier acción o decisión que emprenda una persona.

La confianza, conducida de manera llevadera, posibilita mejores ambientes organizacionales y en una sociedad aumenta el ritmo de proyectos colectivos. La confianza es el signo del desbloqueo del sesgo de la ideología, del fundamentalismo. La confianza crea la regla del juego, canaliza competir con honor y agrieta y pulveriza la diferencia, haciendo posible la apertura de abrazar la diversidad, asumiendo la tolerancia como un principio cardinal de relación entre humanos.

La confianza, como parte medular de la existencia humana, se atrofia en el cuerpo social dominicano, se achica y a veces queda mutilada desde su propia génesis por la profunda crisis de liderazgo político y de los hacedores de opinión, donde el juego de intereses políticos y económicos matizan, manipulan y mienten en el encuentro y búsqueda de la verdad. Los intereses políticos y económicos mutilan y destrozan la razón y drenan significativamente la inteligencia del pueblo dominicano.

La elite política lleva sobre sus hombros la cultura y práctica política añeja. Hemos cambiado en gran medida la plataforma normativa, legal, constitucional, sin embargo, el espejo del triunfo de una praxis social y política sin consecuencias, les dio frutos y pretenden seguir así. Es por eso que todo lo que viene de otro es malo, hay que negarlo, hay que demonializarlo, endomediarlo. Hay, por así decirlo, una triada tradicional, que impide la holgura de la confianza en la sociedad dominicana, a saber:

  1. Los partidos políticos tienen una percepción valorativa apenas de un 20%, promedio, en todos los estudios realizados. Los integrantes de los mismos no ven los problemas y oportunidades en función pública, sino individual y particular. Por sus intereses son las espinas de la desconfianza en relación a los roles en que se encuentran.
  2. Los actores políticos son los más visibilizados en los medios de comunicación, en gran medida para hablar de su agenda partidaria, aun cuando las elecciones sean para el 2028; y, es partir de octubre del 2027 que se abren LAS CAMPAÑAS.
  3. ¿Quiénes intensifican su presencia, amplifican sus “ideas y contenido programático”? Los medios de comunicación, que, además, la mayoría de los programas son de OPINION y enteramente de juicio de valor, sin hacer la tarea, sin investigar.
  4. Políticos y comunicadores frente a la introducción de los cambios propiciados por El INTRANT sin investigar como expertos en el área de tránsito llegaron hasta allí para reducir los tapones, pues eso no puede obedecer al azar, sino un diagnóstico exhaustivo, con especialistas. Incluso, han sido tan prudentes en los cambios que han asumido un plan piloto pequeño. Vemos, no obstante, comunicadores hablando como “expertos”, desconociendo que todo proceso de cambio lleva varias etapas y que el ser humano, por naturaleza, a pesar de ser expresión de grandes mutaciones, se opone al cambio. La primera fase es de negación activa, luego, negación pasiva. Políticos y comunicadores se convierten en la palanca más potencializadora de la desconfianza, cuando la realidad es: esperar y luego evaluar.

Ninguno dice que todo esto ha sido falta de visión de los actores políticos en los últimos 40 años. ¿Por qué? Porque muchas cosas que queremos hacer hoy se debieron realizar hace cuatro décadas atrás. Hubiese sido más rápido, más expedito y con menos costo. El Distrito Nacional es el territorio más pequeño del país, en analogía con una provincia. Apenas 102 km2. En cambio, la provincia La Altagracia tiene 3,502 km2. San Juan 3,363.8 km2. Azua 2,662 km2. Monte Plata 2,615.29. Santiago 2,836.51 km2. De cada 100 vehículos de 4, 6 y 8 ruedas, 60 están en el Distrito, sin contar los cientos y miles que accesan diariamente a dicho territorio. Las empresas más grandes del país están radicadas aquí, las oficinas del Estado, están todas. Algo verdaderamente complejo se ha complejizado aún más como consecuencia del crecimiento de la sociedad dominicana. Nos despachamos como si pudiéramos hablar de todo y desde la “dimensión de oráculo de la verdad”, sin diagnóstico ni investigar.

La crisis de confianza se expresa: en el violín y en la guitarra, lo que hace que la sociedad dominicana no le tenga credibilidad. Verbigracia: Es verdad, que la tasa de homicidio y de victimización ha bajado considerablemente. República Dominicana hoy está muy por debajo del promedio de América Latina y el Caribe. Tenemos menos de dos dígitos. Actualizados: 8.3. América 19/100,000. La letalidad del crimen organizado es muy débil si hacemos un estudio comparado.

La tasa de homicidio es más significativa en Dominicana por el nivel de conflictividad social, del grado de civilidad de la sociedad, de la cultura de la violencia en las relaciones sociales, de cómo abordamos la diferencia en la gestión de conflictos. Antes teníamos 66-67 de los homicidios por conflictos sociales, ahora 51.6% y 21.9% por delincuencia. Los robos, asaltos, atracos, estafas, que es lo que se denomina Tasa de Victimización han disminuido. Como sociólogo lo puedo asegurar y, además, el acceso a las encuestas. No hay que olvidar el crecimiento en los últimos 15 años de la cultura de la QUEJUMBRE del dominicano. Hoy, además, apuntalado y catapultado por las redes, donde un acto de delito es replicado decenas y decenas de veces y en todos los medios. ¡Un atraco es matizado como ola de atraco!

La cultura como conducta aprendida, como forma de cohesión social, como ente necesario de fuente de diversidad y en gran medida como espacio de conflictos, tiene que ser asumida con nuevas pautas, nuevos niveles de guías, que generen un proceso disruptivo de la violencia incorporada en el corpus social, institucional de la sociedad dominicana. Esa triada tradicional de: a) grita, pelea, habla duro, lo niega todo, di lo que sea, lo importante es salir, no importa que mienta; b) En política se hace lo que conviene; c) En política no hay ética. Aluden a una ética personal, una ética profesional y una ética política.

Revolucionar esa draconiana praxis política por una nueva que incorpore una nueva transición, que se oriente hacia el futuro, que exprese una nueva innovación y nuevos peldaños de disrupción, porque como decía hace mucho tiempo Tom Peters, gran gurú de la gerencia “La técnica y la tecnología son importantes, pero incorporar la confianza es la cuestión clave de la década”. La confianza es la clave y los que creemos en la democracia debemos hacer un esfuerzo por crearla, no para degradarla, pues ella es el comienzo y el final de toda relación humana, de toda interacción social, sobre todo, en lo que concierne con lo público.

Ameritamos una nueva creación de la confianza. La confianza penetra y permea de manera visionaria aquella frase lapidaria de Thomas Harly, cuando decía “Más vida puede escurrirse a través del pensamiento de un hombre que a través de una herida abierta”.

Cándido Mercedes

Sociólogo

Sociologo. Experto en Gerencia. Especialidad en Gestion del Talento Humano; Desarrollo Organizacional y Gerencia Social y Sociología Organizacional. Consultor e Instructor Organizacional. Catedrático universitario.

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