En la República Dominicana, muchos de los viejos dirigentes políticos no han comprendido que su tiempo ya pasó. Su ciclo histórico concluyó y persistir en el poder, resistirse al relevo y bloquear el surgimiento de nuevas figuras, solo contribuye a incrementar el descrédito hacia las instituciones democráticas y la política misma.

Esta actitud se manifiesta con especial crudeza en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), donde, a pesar de contar con jóvenes valiosos, reconocidos por su capacidad técnica, su actualización constante y su enfoque en soluciones a nuestros grandes males.  Cada esfuerzo de renovación encuentra obstáculos y se mediatiza.

Muchos de estos jóvenes han demostrado que se puede ejercer el poder sin mancharse.        Sin embargo, el sistema interno del partido está estructurado para limitar su avance, como si, en vez de representar una oportunidad de futuro, se tratara de una amenaza.

Lo más grave es la reciente decisión de adelantar fechas y plazos electorales, en lo que muchos consideran una violación de la ley electoral. Esta maniobra, lejos de responder a una necesidad administrativa, parece orientada a reducir las oportunidades de nuevos aspirantes, cerrando el paso a quienes no están alineados con el liderazgo tradicional. El terreno electoral se ha transformado en un espacio exclusivo para los mismos de siempre, muchos de los cuales tienen altísimas tasas de rechazo. Esta estrategia, aunque pretenda proteger a ciertos liderazgos, compromete la viabilidad futura de la organización.

No obstante, esta situación no es exclusiva del PLD. En otros partidos también se percibe una resistencia al relevo generacional, aunque de forma más solapada. Se empieza a notar un movimiento sutil, pero real, que busca mantener a figuras desgastadas en el escenario, postergando el surgimiento de nuevos liderazgos. Esta reticencia, disfrazada de continuidad o prudencia, niega la frescura que el sistema político necesita con urgencia.

En el partido de gobierno ocurre otro fenómeno preocupante: mientras se predica la renovación, hay quienes desde el poder han hecho de la mentira una práctica habitual. La propaganda fantasiosa se ha convertido en una fábrica de líderes inorgánicos y funcionarios que distorsión la verdad, aún a costa de comprometer la credibilidad del propio presidente.

El país necesita servidores públicos cuya trayectoria sea medible, confiable, sustentada en hechos y no en propaganda. Líderes que construyan con esfuerzo, con transparencia, con resultados reales.

Es hora de que los viejos dirigentes se retiren con dignidad y, sobre todo, con sentido de responsabilidad histórica. Que reconozcan sus errores, pero también permitan que lo bueno que hayan hecho pueda ser valorado, sin que quede opacado por su afán de permanencia.       La política no debe ser un ejercicio vitalicio. Las ideas se agotan, las energías también. Es justo y necesario dar paso a nuevas generaciones.

He dicho muchas veces, y lo repito con convicción: mi esperanza está en la juventud. Pero esa esperanza no va a materializarse sola. Los jóvenes deben activarse. Deben asumir la lucha con valentía, sin timidez, enfrentando a quienes, con sus maniobras, están bloqueando no solo el futuro de sus organizaciones, sino el futuro del país. Porque lo que ocurra en los partidos políticos afecta directamente la salud de nuestra democracia y el rumbo nacional.

Atravesamos un momento delicado. La tormenta global que se aproxima nos exige liderazgo firme, confiable y nuevo. Para enfrentarla, no podemos seguir recurriendo a quienes durante años han hecho lo mismo y han logrado poco. El desarrollo que hemos alcanzado obedece, en buena parte, al esfuerzo del sector privado y a algunos funcionarios que honran la función pública, preparados y honestos que, aún dentro de un sistema adverso, se han atrevido a hacer lo que otros no quisieron hacer.

Este no es un simple llamado a los políticos. Es un llamado a la conciencia nacional. Renovar la política es un deber.  Cambiar el país comienza, necesariamente, por cambiar la forma en que se construye y se ejerce el poder.

Antonio Isa Conde

Empresario

Empresario. Ex ministro de Energía y Minas. Fundador de Participación Ciudadana. Coordinador General. manager de Delta Comercial. Es doctor en derecho en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y cursó un postgrado en Administración y Banca en la Universidad de Roma, Italia. También realizó estudios sobre Política Industrial y Consultoría Empresarial.

Ver más