“La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo.” (Marx, Carlos, Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, 1844).

I. El dolor social y la función de la religión

Carlos Marx no escribió esa frase desde el ateísmo vulgar ni desde el desprecio a los creyentes, sino desde una comprensión profunda de la miseria humana generada por el capitalismo. La religión, para Marx, no surge del cielo ni de la inspiración divina, sino de la tierra: es producto de un mundo donde la injusticia domina, donde los hombres viven alienados, despojados de sí mismos y de los frutos de su trabajo.

En su Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Marx desarrolla con claridad que la religión es a la vez la expresión del sufrimiento y una protesta contra ese sufrimiento:

“La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida…” (Marx, Carlos, 1844).

Esta afirmación es esencialmente dialéctica: Marx reconoce en la religión un doble carácter. Por un lado, consuela al oprimido; por otro, revela el malestar que lo oprime. Sin embargo, la religión no libera: sublima el dolor, pero no lo transforma. Así como el opio alivia el sufrimiento físico, la religión anestesia el dolor social. Por eso Marx concluye que “la crítica de la religión es la premisa de toda crítica”, pues solo cuando el hombre deja de refugiarse en ilusiones, puede enfrentar y transformar la realidad que lo oprime.

II. Una miradita a Federico Engels y la dimensión histórica de la religión

Federico Engels complementó el análisis marxiano al situar la religión en el marco de la lucha de clases. En Anti-Dühring y Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Engels demuestra que las ideas religiosas no son eternas, sino que evolucionan con las condiciones materiales de la sociedad.

“Cada época tiene su religión, como tiene su arte y su política, y la forma de la religión varía de acuerdo con el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción.” (Engels, Federico, 1886).

De este modo, la religión aparece como una superestructura ideológica que refleja las contradicciones materiales. En las sociedades de explotación —esclavista, feudal o capitalista— la religión ha servido como mecanismo de dominación, justificando la desigualdad como orden divino. Engels señala que el cristianismo primitivo, que en sus orígenes tenía un carácter de rebelión contra la opresión romana, fue absorbido por el Imperio romano y transformado en instrumento de legitimación del poder.

Así, lo que alguna vez fue esperanza de los pobres se convirtió en dogma que santifica la riqueza y condena la rebeldía. Engels escribe: “La religión cristiana se convirtió, a medida que el mundo se desarrollaba, en un instrumento del despotismo y un medio para la explotación de las masas trabajadoras.” (Engels, Federico, 1845).

La crítica marxista de la religión no es, por tanto, un ataque a la espiritualidad popular, sino una denuncia al papel histórico que las iglesias han jugado al lado de las clases dominantes. La liberación espiritual del hombre pasa por su liberación material.

III. Veamos entonces a Lenin: la religión como arma ideológica de la burguesía

Vladimir Ilich Lenin, heredero directo del pensamiento de Marx y Engels, radicalizó este análisis en su obra Socialismo y religión (1905). Allí afirma que la religión constituye una de las formas más poderosas de opresión espiritual, sostenida por el Estado burgués para mantener al trabajador en la ignorancia y la pasividad política.

“La religión es uno de los instrumentos de la opresión espiritual de la clase obrera. La religión enseña a los oprimidos a soportar pacientemente su suerte terrenal, consolándolos con la esperanza de una recompensa celestial.” (Lenin, Vladimir, 1905).

Lenin subraya que la lucha contra la religión no puede ser un combate abstracto, ni una prédica atea, sino una lucha práctica por transformar las condiciones sociales que la generan. No se trata de ridiculizar la fe, sino de destruir el sistema que la convierte en necesidad.

“Ningún libro ni sermón puede disipar la religión mientras exista el sufrimiento social que la engendra; para hacerla desaparecer, es necesario el trabajo paciente de organización y lucha revolucionaria.” (Lenin, 1905).

Desde esa perspectiva, el ateísmo marxista no es un dogma, sino una toma de conciencia revolucionaria. El proletariado, al conquistar el poder, debe liberar no solo las fuerzas productivas, sino también la conciencia de los hombres, elevándola del reino de la ilusión al reino de la libertad.

IV. De la fe en el cielo a la fe en el hombre

La religión, decía Marx, es “la aureola ilusoria” que rodea al mundo invertido del capital. Mientras el trabajador deposita su esperanza en el más allá, el burgués acumula riqueza en la tierra. Por eso la crítica de la religión es inseparable de la crítica al capitalismo: ambos descansan sobre la alienación del ser humano.

Engels advertía que “cuando el hombre haya organizado racionalmente su vida en sociedad, no necesitará ya de ningún reflejo fantástico en el cielo” (Engels, 1886). Y Lenin añadía que la ciencia y la revolución social son las únicas vías para emancipar al hombre de toda forma de opresión, incluida la espiritual.

Desde una perspectiva militante, la superación de la religión no significa eliminar la sensibilidad moral o el sentido de comunidad, sino trasladar el amor al prójimo del cielo a la tierra, convertirlo en práctica solidaria, en acción colectiva, en lucha por la justicia.

El marxismo no destruye la esperanza: la recoloca en el terreno de la historia, en la capacidad del pueblo de hacer su propio destino. Allí donde la religión pide resignación, el socialismo convoca a la acción. Allí donde la religión promete un paraíso después de la muerte, la revolución proclama: “El paraíso debe construirse en la tierra, antes de la muerte, con nuestras propias manos.

Bibliografía

• Marx, Carlos. Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Introducción. 1844.

• Engels, Federico. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. 1886.

• Engels, Federico. Anti-Dühring. 1878.

• Lenin, V. I. Socialismo y religión. 1905.

• Marx & Engels. La ideología alemana. 1846.

Julio Disla

Escritor y militante

Julio Disla: el militante de la palabra, el poeta del pensamiento crítico. Voy por la vida con una pluma que combate, un teclado que documenta y una mirada que no se conforma con lo superficial. Soy el arquitecto de textos que cuestionan al capital, al racismo, a los muros — y a toda forma de dominación que intente maquillar su rostro con promesas democráticas. He hecho del ensayo un arma, del artículo un escenario de lucha, y del poema una bandera. Cuando escribo, se siente la influencia de Marx, la voz serena pero firme de José Pepe Mujica, el reclamo por justicia social, y la pedagogía que busca educar a otros con ideas y datos. Fundador de utopías posibles, intento rehacer la historia desde la izquierda que se reinventa, que no teme nombrar el neoliberalismo por su nombre, y que encuentra en cada injusticia una oportunidad para escribir, denunciar, proponer. Lo técnico y lo emotivo coexisten en mi estilo como militante de una misma causa. Soy, sin duda, un constructor de puentes entre la teoría y la calle.

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