“Para mí una mejor democracia es una democracia en la que las mujeres no solo tienen el derecho a votar y a elegir, pero también a ser elegidas” – Michele Bachelet
El título de mi columna de hoy fue uno de los lemas de la campaña liderada por CIPAF, la primera ONG feminista dominicana, con Magaly Pineda a la cabeza para fomentar la participación política de las mujeres en los años ‘90. La meta era cambiar la visión tradicional de que las mujeres son de la casa, no de espacios tan públicos como la política. Para mí que era una muchachita de 21 años con menos de un año de estar trabajando en CIPAF, ese proyecto me ayudó a conocer a muchas de las mujeres y organizaciones más importantes en la lucha por nuestros derechos en la política electoral y en los movimientos feminista y de mujeres.
Con ese proyecto viajé junto con Magaly y otras compañeras de CIPAF por gran parte del país a las consultas regionales que organizamos junto con grupos como la Asociación Promoción de la Mujer del Sur (PROMUS) en Barahona, el Núcleo de Apoyo a la Mujer en Santiago, Las Esclavas del Fogón, el Equipo Raíces y el Grupo de Mujeres de Higüey en el Este y muchas otras para armar el Programa de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres (PIOM). En ese proyecto y en procesos similares también pude ver en acción a varias de las mujeres feministas en el movimiento y en los partidos que trabajaron juntas para promover la participación política y los derechos de las mujeres creando las innovadoras leyes de los años ‘90: pioneras como Lourdes Contreras, Milagros Ortiz Bosch, Magaly Caram, Licelotte Marte de Barrios, Leonor Sánchez Baret y Gladys Gutiérrez.
Una de las muchas razones por las que me enamoré del proyecto fue porque me ayudó a descubrir talentos que todavía no sabía que tenía como el de enseñar y hablar en público. Y eso hice facilitando talleres de economía desde una perspectiva feminista junto con mi colega Consuelo Cruz y el equipo de expertas dentro y fuera de CIPAF que participamos en las decenas de jornadas de formación que hicimos con mujeres candidatas de los diferentes partidos. Recuerdo que Consuelo y yo comentábamos con nuestras compañeras del área de educación (estrellas como Santa Mateo, Elizabeth Ferreras y Verónica Guerrero) y de comunicación (figuras como Patricia Solano, Aurora Arias y Martha Rivera) cómo nos encantaba ver a mujeres de partidos tan distintos, desde los más conservadores hasta los más liberales, aprendiendo unas de las otras, conversando en los recesos y dándose el permiso de cultivar la amistad y la camaradería.
Sin embargo, lo que más se llegó a conocer del proyecto fue el componente comunicacional o de “mercadeo social” de dar a conocer nuevas ideas para el cambio social usando los instrumentos de la publicidad y el mercadeo. Por ejemplo, otro lema del proyecto era “Hay que atreverse” dirigido a las potenciales mujeres candidatas para que perdieran el miedo a lanzarse en las elecciones del 1994; un reto que todavía hoy intimida a muchas por los obstáculos inmensos que supone. Apoyándose en la hermosa línea gráfica diseñada por Lourdes Saleme y Asociados bajo la guía de la directora del proyecto, nuestra ida a destiempo Clara Leyla Alfonso, el proyecto invitaba a la ciudadanía y a los partidos a abrirse a practicar la política de una forma mucho más democrática.
Esa campaña fue uno de los primeros proyectos millonarios implementados por una ONG en República Dominicana. Y fue calificado como uno de los más innovadores por el equipo de evaluación de la oficina de desarrollo internacional de EEUU (USAID) para el Proyecto de Iniciativas Democráticas dirigido por la historiadora Mu-Kien Sang Beng. El proyecto “La política también es cosa de mujeres” fue seleccionado como parte del “programa educativo para fomentar una amplia participación en el proceso democrático” del componente de democracia y gobernabilidad de la USAID en esa década.
Les cuento sobre el precedente que fue este proyecto histórico porque las elecciones del domingo pasado vuelven a confirmar que la participación equitativa de mujeres y hombres sigue siendo una de las grandes deudas de nuestra democracia. Los análisis cuantitativos detallados serán cosa de los próximos días e incluso meses con las personas expertas en el tema como mi colega Rosario Espinal y muchas otras. De hecho, una de las fuentes más importantes sigue siendo el estudio Más Mujeres, Más Democracia realizado por la misma Rosario, Sergia Galván y Jessica Croce. Esa investigación cubre desde el 1966 hasta las elecciones del 2016 y fue publicada en el 2018 por la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Uno de los resultados del estudio Más Mujeres, Más Democracia fue justamente que “la proporción de mujeres en los organismos directivos es baja, los hombres en las direcciones de los partidos no favorecen o bloquean el ascenso de las mujeres y los recursos se utilizan más para financiar a los hombres que a las mujeres”. Seis años después, los resultados y el proceso hacia las elecciones de este año nos recuerdan que todavía nos falta mucho por hacer y que incluso hay ejemplos de retrocesos con respecto a la equidad de género y otras formas de desigualdad. Aunque hemos logrado avances significativos en la participación de las mujeres en la política desde que se estableciera el voto femenino en el 1942, una parte importante de la población y de los partidos políticos todavía ve esa participación como válida solo si se limita al voto o a las labores de apoyo dentro de los partidos.
Más recientemente, como les comentaba en una crónica anterior, el informe del Barómetro de las Américas muestra que en nuestro país ha vuelto a aumentar la proporción de personas que piensa que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. Ese porcentaje había bajado hasta llegar a un 34% en el 2019 y el año pasado había subido al 41%. De manera similar, en el programa Las Postulables creado y conducido por la comunicadora Patricia Solano para las elecciones del 2006, una de las confesiones de las mujeres líderes que entrevistó era que el momento más difícil del proceso es la postulación dentro de cada partido donde todavía persiste esta forma de pensar.
Como reflexionó la misma Patricia en el periódico Quehaceres de CIPAF, las situaciones de las políticas recogidas en el programa desmienten el argumento de que “no hay mujeres suficientes” con capacidad para ganar: “Según lo que se muestra cada día en “Las Postulables”, la verdad es otra muy distinta. Las mujeres aspiran y en general exhiben condiciones de liderazgo y de capacidad política para competir. El nudo más fuerte se encuentra al interior de los partidos, donde deben derribar enormes obstáculos” incluyendo el económico y el cultural.
Incluso la exclusión de las dos únicas candidatas presidenciales femeninas, María Teresa Cabrera por Frente Amplio y Virginia Antares por Opción Democrática, junto con otros candidatos del debate de ANJE fue una oportunidad perdida para democratizar estos debates. Necesitamos cambiar las reglas de participación no solo en base al criterio de equidad de género sino también al de la necesidad de aprender de las propuestas innovadoras que frecuentemente presentan los partidos minoritarios. Esta democratización debe pasar también por los mismos partidos y afianzarse en toda la sociedad y en eso siguen y seguirán trabajando múltiples instituciones como CIPAF, Participación Ciudadana, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y muchas otras.
Pero para lograrlo es crucial que el resto también nos tomemos en serio las oportunidades que perdemos como país con un liderazgo político tan poco diverso. Hasta en el sector privado en EEUU se ha estudiado que la diversidad por género, por edad, racial y étnica lleva a la toma de mejores decisiones y un mejor desempeño; una de las razones por las que varios países europeos implementan cuotas de género en la composición del liderazgo de las empresas desde hace años. Por el contrario, tanto en las escuelas de política pública como en las de negocios de EEUU se estudia el caso de la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba como un fracaso del liderazgo del Presidente Kennedy motivado por la homogeneidad del grupo que lo asesoró: todos eran hombres blancos de clase alta educados en las mismas universidades de élite que compartían las mismas experiencias y forma de ver la vida. Desde Latinoamérica vemos el tema de una forma más amplia por la violación del derecho a la soberanía nacional que fue la invasión. Pero resulta interesante que se comprende cada vez más el valor que tiene contar con todas las perspectivas (incluyendo las de la mitad históricamente excluida de la población) en la toma de decisiones. Es hora de que apliquemos la misma lógica en nuestro sistema político.
A las personas interesadas en este tema, les invito al evento que tendremos en la Tertulia Feminista Magaly Pineda evaluando la participación de las mujeres en las elecciones conmemorando nuestro 8vo aniversario. Será el viernes 31 de mayo a las 7 pm en el Museo de la Resistencia (Arzobispo Nouel #210).