La investigación es un proceso complejo y altamente significativo cuando se opta por una educación de calidad. Lo es, también, cuando se buscan resultados de aprendizaje que generen cambios en el desempeño de los estudiantes, de los docentes y de las comunidades. Por esto resulta extraña la falta de articulación entre la necesidad de calidad educativa que expresa la sociedad dominicana y la poca atención que el Estado Dominicano le presta a la investigación en los centros educativos y en la formación de los docentes. El Ministro de Educación indica que sin docencia no hay calidad y a esta expresión, que consideramos pertinente, se le puede añadir que tampoco la habrá sin invertir en investigación en la educación pública.
La educación pública demanda cualificación; y parte de este reclamo se puede reorientar, si se invierte en investigación educativa. Este tipo de investigación puede contribuir al cambio de mentalidad y de práctica en los docentes, estudiantes y gestores. Asimismo, la cultura escolar adquiere, paulatinamente, una transformación en el modo de entender y de asumir la importancia de la información fundamentada para toma de decisiones eficientes. Se valora más el discernimiento académico para que los procesos formativos respondan a las prioridades de los sujetos y de los contextos. De igual manera, los actores tendrán más capacidad para conectarse con las problemáticas de su entorno inmediato y del más distante. Su mirada se vuelve más holística y se fortalece la apertura a nuevos aprendizajes.
Un aspecto importante de la investigación educativa es que ofrece oportunidades para que los docentes, estudiantes y gestores de los centros educativos, públicos y privados y de las instituciones de educación superior examinen su práctica. Este examen ha de hacerse con una perspectiva crítica. Este modo de examinar la práctica favorece un análisis para identificar qué factores robustecen la actuación de los actores del proceso educativo. Se constatan, también, qué innovaciones se observan en el modo de hacer educación y qué mejoras requieren atención. Este examen ha de ser planificado; necesita un acompañamiento intencionado para que el carácter pedagógico le confiera en cada circunstancia sentido educativo.
Este examen es un modo de iniciar la investigación de la propia práctica. Se pueden explorar aspectos centrales de la experiencia de los docentes, estudiantes y gestores. Importa conocer qué se hace, cuál es la finalidad de lo que se hace, por qué se realiza la acción, cuál o cuáles son los enfoques que la dan direccionalidad a lo que se hace; qué teorías, explícitas o implícitas, fundamentan lo que se hace, cómo se hace; qué variables del contexto inmediato y del contexto externo están incidiendo en el trabajo que se realiza. Tendrán que preguntarse, también, si su práctica responde a las necesidades de los grupos que orientan y acompañan. Este proceso reflexivo-crítico es una dimensión significativa de la investigación de la propia práctica. Avanzar en esta dirección permite que los actores identificados en este artículo fortalezcan su capacidad de observación, de valoración crítica y de reconstrucción de su propia práctica.
La investigación de la práctica demanda fundamentación. Por ello, la importancia del proceso de acompañamiento. Desde este proceso se han de recomendar y facilitar fuentes documentales actualizadas y validadas por el rigor científico. La investigación de la práctica es un proceso que requiere, además, sistematicidad y explicitación de indicadores de resultados. El horizonte de la investigación de la propia práctica es la adquisición de aprendizajes con significados que les sirvan al docente para ser más consciente de sus aportes a la sociedad y para fortalecer su desarrollo intelectual. El docente que se convierte en investigador de su propia práctica incrementa su capacidad lectora, fortalece el pensamiento crítico y acentúa su interés por la investigación.
Es tiempo oportuno y propicio para incentivar la investigación educativa en la educación de Pregrado y en la Educación Superior. Sin comercializar la investigación educativa, se ha de buscar financiamiento que garantice investigación en educación. Hay que superar el lamento educativo e invertir en aquello que puede generar modificaciones positivas en los resultados de aprendizajes. Además, hay que invertir en lo que favorezca transformaciones en las prácticas culturales de los centros educativos de Pregrado. El Ministro de Educación Superior, también, debe incrementar el apoyo económico a la investigación en las instituciones de educación superior. De la misma forma, las instituciones de educación superior deben tener en cuenta la investigación en su presupuesto. Para impulsar esta política, se pueden constituir redes, mesas, foros virtuales y presenciales de investigación de la práctica educativa que liberen a los docentes de la rutina y de la incertidumbre estéril.
La investigación de la práctica no lo resuelve todo. Pero, es una dimensión que mejora el desempeño docente, refuerza la perspectiva investigativa en las instituciones educativas y fortalece el desarrollo intelectual de los educadores. Los docentes han de convencerse de que su rol como intelectual es una necesidad en la sociedad dominicana. De igual modo, se recuerda que el proceso de investigación de la práctica se vuelve más flexible y creativo con el apoyo de las herramientas digitales y de la Inteligencia Artificial. Estos apoyos son necesarios e importantes; pero, se deben gestionar con sentido ético y crítico. Estos dos rasgos son imprescindibles para no convertirse en objeto de las innovaciones tecnológicas y para mantener la condición de sujetos en el proceso de cualificación de las prácticas.
Noticias relacionadas
Compartir esta nota