La cultura, como propiedad social, es la que le da sentido a la realidad; asimismo, es la que crea no solo nuestros comportamientos, sino también nuestra sociedad. Entonces, la sociedad existe porque existe la cultura como facilitadora del conocimiento humano.

El fin de esta parte no es definir ni establecer una extensa discusión conceptual para estudiar el sentido de propiedad social, ya que esto fue muy bien logrado por el ilustre pensador alemán del siglo XIX, Carlos Marx, quien tuvo la virtud de hacerlo desde una óptica científico-social, en la que los bienes producidos por el proletariado fueran de propiedad común. Nuestro propósito es ver el sentido de propiedad social que tiene la cultura para facilitar la transformación del conocimiento humano.

Salón del Carnaval de Santiago, creado por quien suscribe cuando era viceministro de Cultura. Ubicado en el Palacio Consistorial, frente al Parque Duarte. Es un ejemplo de la cultura como propiedad social y comercial; precisamente, son los carnavales dominicanos.

No importa en qué sistema político (ya sea socialista o capitalista), la cultura, como entidad social, posee inevitablemente un discurso ideológico. Cualquier investigador, por independiente que pretenda ser, no puede ignorar que, en el discurso de la cultura, existe al mismo tiempo la construcción de un discurso ideológico que debemos descodificar.

La cultura puede provocar un cambio social, de ahí que se enfatice más el bien común en vez del particular. Otro aspecto fundamental es la socialización de la educación como un recurso vital para la transformación social. La cultura no se reduce a un mero entretenimiento ni a una acción elitista, donde quien tiene más acceso a la educación es el que posee un mayor nivel económico y social.

Carnaval de La Vega.

La propiedad social de una nación es también su cultura; ella es la que provee un sentido de pertenencia a un país. Además, es la responsable, constitucionalmente, de facilitar el conocimiento humano. El concepto de propiedad social no solo está consignado a los bienes sociales y materiales; igualmente, está presente en la producción de los bienes culturales y artísticos de la sociedad. La cultura existió primero como bien cultural que como bien social.

La cultura no puede ser aislada ni mucho menos marginada en ninguno de sus componentes; existimos humana y socialmente porque somos entes inevitablemente culturales. La naturaleza implícitamente sugiere que la cultura es una propiedad social; incluso el concepto mismo de propiedad es producto de la cultura.

Culutra y Conocimiento, social.

Es la que le proporciona significado a la realidad; es a través de la realización cultural que las palabras y las cosas encuentran su sentido. Bastaría un solo ejemplo: si el lenguaje no tuviera un referente cultural, no poseería significación. Esto, desde luego, no será reconocido por la lingüística tradicional, la cual considera que el lenguaje es la razón del pensamiento humano. En cambio, para nosotros, el lenguaje no tiene significado por sí mismo, si no es por su contexto cultural. Es decir, el lenguaje es una construcción cultural del ser humano.

Cuando hablamos de cultura, no solo lo hacemos para definirla en su historicidad, sino para contextualizarla y afianzarla como una propiedad social y, por ende, como una facilitadora del conocimiento humano que ordena el mundo:

«La cultura, en síntesis, es un modo indispensable de ordenar la realidad para poder entenderla, conducirla en ella, sobrevivir y poder vivir con los demás seres humanos al compartir con ellos los significados anteriores. (…) La naturaleza, animada o inanimada, animal o humana, tiene que ser previsible para poder vivir en ella. La cultura provee significados que hacen previsibles las cosas gracias a ese ordenamiento del mundo y de la vida social que realiza”. La cultura, entendida como el peculiar modo de vida humana que cada grupo social se da, incluye el modo de entender el mundo, las formas de organización social dentro de las cuales todo grupo humano vive y sus relaciones con lo sobrenatural. Todo ello se organiza en un sistema de significados que se hereda de generaciones en generaciones anteriores, se transforma por parte de la generación presente y se transmite como herencia que desborda el tiempo de los individuos y sobrevive en la continuidad física y mental del grupo social. Heredamos significados, nos hacemos hombres incorporándolos a nuestros esquemas mentales, y hacemos de la vida social un mundo de relaciones interpersonales gracias a esos significados compartidos».

Museo de Historia.

La cultura, además de ser un «modo de entender el mundo», lo normaliza para que la convivencia humana sea más viable, desde luego, dentro de las diferencias culturales. Ella es la que nos sostiene en términos humanos; por eso es tan indispensable entender y respetar las diversidades culturales, porque es una manera de reconocer que la cultura le da sentido de propiedad social y cultural a la vida.

No importa la nacionalidad; somos producto de una composición cultural que nos permitió nacer en un territorio que se reafirma a través de lo que somos. Es decir, la cultura es todo lo que somos y hacemos. La cultura es la propiedad social de un país; el concepto de nación debe empezar por la cultura, para que, a partir de ella, los valores históricos se reafirmen como fundamentos culturales. Esta posibilidad hace obligatorio que la cultura de cada pueblo esté consignada y protegida constitucionalmente.

Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Antes, los países lo hacían desde el punto de vista de la preservación y la difusión. Ahora han tenido que asumirla como un elemento indispensable para el desarrollo; no se puede hablar de progreso si no se incluye la cultura. Esto ha provocado una nueva concepción y aplicación del término, donde los gobiernos han tenido que contraer compromisos y revisar sus políticas culturales.

La cultura es una propiedad social que le corresponde a cada ser humano, sin exclusión de ningún tipo. Debe ser la facilitadora natural del conocimiento humano, porque es la que nos permite discernir y actuar de una manera inteligente y productiva para la conformación de una sociedad con derechos y deberes.

Somos seres eminentemente culturales que nos adherimos a ella consciente o inconscientemente; bajo ninguna circunstancia podemos desprendernos de su realización material, mental y artística. García Canclini habla de cultura como un proceso de producción: «La cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de significación, o, de un modo más complejo, la cultura abarca el conjunto de procesos sociales de producción, circulación y consumo de la significación en la vida social».

En este nuevo enfoque, la cultura no solo es capaz de producir bienes simbólicos; también es un proceso de producción que puede «renovar y reestructurar el sentido de una sociedad». Es decir, la cultura es un ente de transformación social. Los conceptos anteriores sobre ella eran muy limitativos; en cambio, ahora no es solamente productiva en términos artísticos, sino también sociales. La cultura vino a desempeñar una función de transformación social y política.

Museo del Prado, Madrid.

Hace apenas el siglo pasado que se ha comenzado a entender que la cultura no solo produce bienes simbólicos, sino que también genera bienes económicos. En los países desarrollados, como es el caso de los Estados Unidos, la cuarta categoría de ingreso proviene de las industrias culturales, hoy llamadas economía naranja.

La cultura y el arte, en sentido general, tienen la capacidad de producir grandes capitales. Todo esto ha hecho posible el surgimiento de sólidas industrias culturales en los mercados mundiales, aunque los países en desarrollo aún carecen de auténticas políticas culturales e infraestructuras que les permitan la creación de verdaderas industrias culturales.

Anteriormente, solo se concebía como producción cultural la literatura, la pintura, la música, el teatro, la artesanía, las galerías, los museos y las ferias artísticas y culturales. Sin embargo, ahora se considera como tal, igualmente, la llamada «cultura masiva»: el cine, la televisión, la radio, el video, los discos, los conciertos, el internet, etcétera.

Museo Reina Sofía, Madrid.

Todo esto implica que existen la producción, la difusión, la comercialización, el consumo y el servicio de los bienes culturales. Desde esta visión, la cultura es un proceso que involucra la creación, la comercialización y el consumo cultural. Es decir, es una propiedad de producción social, donde creadores, consumidores y sociedad son realidades inseparables.

En el mundo actual existe una extensa exportación e importación de bienes culturales, pero los que más se han beneficiado son los grandes mercados, que se han apropiado de la producción cultural como una propiedad social, donde se protege más el sentido de mercado que el de cultura. Los creadores son simples trabajadores artísticos que deben elaborar para unos mercados que más o menos ya fueron establecidos.

El arte se ha convertido en una lujosa propiedad social, donde los dueños de los patrimonios culturales trascendentales de la humanidad son los grandes coleccionistas, museos e imperios económicos del mundo. Cuando visitamos un importante museo, por ejemplo, el Metropolitano de Nueva York o cualquier otro de esa gran ciudad, observamos de inmediato cómo los Estados Unidos le proporcionan millones de dólares.

Museo Natural de Nueva York.

Los mismos habitantes de donde se produjeron esas herencias culturales ahora tienen que ir a otros países para poder disfrutarlas. Las piezas de los grandes artistas universales tenemos que pagar entre quince y treinta dólares para contemplarlas; lo mismo ocurre en los grandes museos del mundo, como el Prado o el Reina Sofía en Madrid.

El arte y la cultura, que eran bienes humanos, se han convertido en bienes sociales y económicos. Obras de Picasso, Leonardo, Miguel Ángel, Velásquez, Van Gogh, Cézanne, etc., cuestan millones y millones de dólares. Ante esta situación, los Estados tienen la responsabilidad de poner a disposición una verdadera política cultural pública, para que, sin exclusión de ningún tipo, todos podamos disfrutar de las diversas manifestaciones creativas y artísticas que se generan desde la cultura. Entonces, ella se convierte en una propiedad social donde cada uno tiene deberes y derechos.

La cultura es la base de sustentación de los haberes y saberes de la humanidad, la cual se ha convertido en una nueva forma de producción que ha sustituido la tradicional fuerza de trabajo por la de la formación del conocimiento y la inteligencia. En la actualidad, es la principal herramienta humana y un requisito inevitable tanto del desarrollo individual como social.

La cultura debe cimentarse en su función natural, que es ser la fuente originaria que facilitó el conocimiento humano, para estar al servicio de la vida y de la sociedad. Con mayor razón ahora que estamos en la época de la información, la tecnología y el conocimiento.

Bibliografía 

  1. Alfonso Siliceo, D. C. (1999). Liderazgo, valores y cultura organizacional. Editores, S. A. de C.V.
  2. Canclini, N. G. (1990). Culturas híbridas. Editorial Grijalbo, S. A de C. V.
  3. Canclini, N. G. (1995). Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Editorial Crijalbo, S. A. de C. V.
  4. Silva, A. (1994). Imaginarios urbanos. Tercer Mundo Editores.
  5. Zapata, J. (2009). Reflexiones en torno a la cultura: una aproximación a la noción de cultura en Venezuela. Economía y Ciencias Sociales, 13.

Enegildo Peña

Poeta

Enegildo Peña nació en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. Es poeta, escritor, antólogo, periodista, gestor y especialista cultural. Licenciado en Comunicación Social mención Periodismo, Universidad Autónomo de Santo Domingo (UASD). Realizó un Postgrado en Gestión Cultural, conjuntamente con los ministerios de cultura de Cuba y República Dominicana, igualmente concluyó sus estudios de Maestría en Lingüística Aplicada en la Enseñanza del Español.

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