Los escritores son personas normales que tienen una inteligencia especializada en la lingüística y la escritura, que implica la sensibilidad al significado de las palabras, su orden, el sonido, el ritmo, las inflexiones y la métrica.
Las personas que destacan en esta área son capaces de hablar y escribir de manera muy eficaz. Los perfiles profesionales de estas personas suelen ser líderes políticos, oradores, docentes, poetas, profesores, escritores o periodistas.
Las funciones de la inteligencia son dos: Especulativa y Práctica.
LA INTELIGENCIA ESPECULATIVA tiene como fin el conocer, poseer el objeto conocido, es una contemplación, una verdad que se mide, hallando su propia personalidad.
LA INTELIGENCIA PRÁCTICA, es para dirigir, orientar y ordenar, regula la producción de una obra, la rectitud de una acción, adopta una actitud normativa. Su finalidad es la realización.
Las funciones de la inteligencia son diferentes, esencialmente por su fin.
Según George Orwell, el signo de la inteligencia consiste en la capacidad de alumbrar al mismo tiempo, en una coexistencia inestable, dos ideas contradictorias.
Guy de Maupassant; dijo; La meta del escritor serio no es contarnos una historia, no conmovernos y divertirnos, sino hacernos pensar y llevarnos a entender el sentido oculto y profundo de los hechos.
La inteligencia del escritor en la creación de su trama residirá, entonces, no en el uso de lo sentimental o lo encantador, en un inicio fascinante o una catástrofe emotiva, sino en la combinación ingeniosa de pequeños detalles constantes de los que el lector habrá de comprender un sentido definitivo en la obra.
Consejos a los jóvenes escritores;
Abandona la idea de que vayas a terminar alguna vez.
Olvídate de las páginas que compondrán tu obra y concéntrate en escribir sólo una página cada día. Eso ayuda. Además, te llevarás una grata sorpresa cuando hayas terminado con todo el trabajo.
Escribe con total libertad, tan rápido como te sea posible y concentrándote sólo en volcarlo todo sobre el papel. Nunca corrijas ni escribas hasta que no esté finalizado el primer borrador.
Reescribir antes de eso suele ser una excusa para no continuar escribiendo. También interfiere con el ritmo y el flujo de escritura, que sólo puede conservarse manteniendo una relación inconsciente con el material que estamos escribiendo.
Olvídate del público en general. Para empezar, ese público sin nombre ni rostro te llenará de miedos. Y, para seguir, igual que sucede con el teatro, es un público que no existe. Al escribir, tu público se verá reducido a un solo lector.
A veces ayuda elegir a una persona, ya sea alguien real a quien conoces o alguien nacido de tu imaginación, como lector ideal y escribir pensando en él.
Si no te ves capaz de escribir un pasaje o una escena, y aun así la quieres en tu obra, sáltala y sigue escribiendo.
Cuando hayas terminado el resto del manuscrito podrás volver a ella. Seguramente, te darás cuenta de que no pudiste escribirla porque no pertenecía a ese lugar de la obra.
No cojas demasiado aprecio a ninguna de las escenas, si es una novela. Puede que tengas que deshacerte de ella una vez terminado ese primer borrador.
Si estás escribiendo un diálogo, léelo en voz alta. Sólo así podrás comprobar si lo que has escrito suena como un diálogo real o no.
La inteligencia humana es una capacidad mental evolutiva que permite a las personas aprender, razonar, planificar, resolver problemas, innovar y adaptarse al entorno, abarcando procesos como la lógica, el pensamiento abstracto, la comprensión de conceptos complejos y la comunicación a través del lenguaje.
Se considera un conjunto de procesos y no una habilidad única, y se manifiesta en diversas formas, como la inteligencia emocional y la social.
Debemos siempre desarrollar nuestra inteligencia humana.
La inteligencia humana es la que crea lo artificial.
Compartir esta nota